Peter es un chico cienfueguero con discapacidades agudas; padece de una parálisis cerebral que le inmovilizó una parte de su cuerpo. Él, adora el béisbol y siempre su familia lo lleva al estadio 5 de Septiembre para que presencie los desafíos en los que toman parte los Elefantes, nombre del equipo de esta ciudad. Peter viste atuendos del equipo y se decantó rápidamente como fan de Pito Abreu, un estelar jonronero sureño.
El joven bateador, al conocer de aquel singular admirador, decidió que cada jonrón que pegara se lo dedicaría a aquel chico cuya mayor alegría era, sin dudas, ver cómo la pelota se perdía del terreno y aquel público eufórico puesto de pie. Pito, con su mano izquierda apuntaba con un dedo a Peter y este entonces sabía que aquel batazo descomunal era por él y para él.
Un día Pito olvidó a Peter y a todos los que se ponían de pie en el estadio para saltar de alegría por sus enormes batazos de cuatro esquinas. Pito, lamentablemente olvidó todas las atenciones merecidas que recibía y las posibilidades, inclusive que se les estaban abriendo para medirse, como muchos otros quieren, en la gran escena del beisbol profesional. Pito quiso jugar en las Grandes Ligas, pero de los Estados Unidos y como se sabe el buen vecino permite que cubanos firmen con sus equipos, pero con la condición de que fijen su residencia en cualquier otro país que no sea Cuba. Dicho en otras palabras: Si renuncias a estar radicado en tu país de origen, entonces te abrimos las puertas aquí.
La decisión entonces se torna difícil, porque son millones contra nacionalidad, o como dijera alguien con más dignidad: vergüenza contra dinero.
Yo me equivoqué con Pito, porque dejó de ser el pelotero mimado de Cienfuegos y con buenas ofertas futuras para aceptar una mayor: ser, hasta ahora, el cubano mejor pagado de las Grandes Ligas de USA. Pito se olvidó de Peter.
Pero el otro día, oyendo una transmisión de pelota por mi emisora, donde los Elefantes, que han sufrido varias bajas por seguir la ruta de Pito, escuché decir que Peter estaba allí, en nuestro bello estadio, saltando de alegría. Y confieso, que también me equivoqué con Peter, pues lo pensé atormentado en su discapacidad, sin entender por qué no veía a su amigo Pito bate en ristre. Y comprendí entonces que Peter estaba allí, dando el jonrón de la fidelidad a nuestro equipo sureño, el que el pobre-millonario Pito, jamás podrá dar.
El joven bateador, al conocer de aquel singular admirador, decidió que cada jonrón que pegara se lo dedicaría a aquel chico cuya mayor alegría era, sin dudas, ver cómo la pelota se perdía del terreno y aquel público eufórico puesto de pie. Pito, con su mano izquierda apuntaba con un dedo a Peter y este entonces sabía que aquel batazo descomunal era por él y para él.
Un día Pito olvidó a Peter y a todos los que se ponían de pie en el estadio para saltar de alegría por sus enormes batazos de cuatro esquinas. Pito, lamentablemente olvidó todas las atenciones merecidas que recibía y las posibilidades, inclusive que se les estaban abriendo para medirse, como muchos otros quieren, en la gran escena del beisbol profesional. Pito quiso jugar en las Grandes Ligas, pero de los Estados Unidos y como se sabe el buen vecino permite que cubanos firmen con sus equipos, pero con la condición de que fijen su residencia en cualquier otro país que no sea Cuba. Dicho en otras palabras: Si renuncias a estar radicado en tu país de origen, entonces te abrimos las puertas aquí.
La decisión entonces se torna difícil, porque son millones contra nacionalidad, o como dijera alguien con más dignidad: vergüenza contra dinero.
Yo me equivoqué con Pito, porque dejó de ser el pelotero mimado de Cienfuegos y con buenas ofertas futuras para aceptar una mayor: ser, hasta ahora, el cubano mejor pagado de las Grandes Ligas de USA. Pito se olvidó de Peter.
Pero el otro día, oyendo una transmisión de pelota por mi emisora, donde los Elefantes, que han sufrido varias bajas por seguir la ruta de Pito, escuché decir que Peter estaba allí, en nuestro bello estadio, saltando de alegría. Y confieso, que también me equivoqué con Peter, pues lo pensé atormentado en su discapacidad, sin entender por qué no veía a su amigo Pito bate en ristre. Y comprendí entonces que Peter estaba allí, dando el jonrón de la fidelidad a nuestro equipo sureño, el que el pobre-millonario Pito, jamás podrá dar.