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Noticias sobre el béisbol cubano

Fernando Sánchez: “En el terreno no se modela”

Fernando Sánchez: “En el terreno no se modela”
No quise verlo en su hogar. Era demasiado tentadora la proposición de entrevistarlo en uno de sus predios favoritos. Ningún amante del béisbol rechazaría la oferta de de dialogar con esta gloria, teniendo como testigo la grama del Palmar de Junco.

Cuando llegué se encontraba inmerso en el entrenamiento. Daba orientaciones, tomaba un bate y corregía movimientos defectuosos, desde el punto de vista de la correcta aplicación de la técnica de bateo. Al mismo tiempo contestaba las preguntas que surgían, desde cualquier ángulo del diamante, entre los alumnos de la otrora Academia Provincial, actualmente conocida como Escuela de Superación Profesional. Además, con la rapidez de un veinteañero, recogía pelotas y realizaba carreras demostrativas. Quien conociera con antelación a este miembro de la familia Sánchez – González, pensaría que le habían colocado aquella tarde a otro hermano.

El hombre parsimonioso y de hablar pausado – con un doctorado en la poco frecuente asignatura de no querer llamar la atención – se había transformado en un huracán de fuerza 5; convirtiéndose con inusitada energía en el vórtice de todo lo que sucedía en aquel terreno sagrado.

Verlo desde las gradas, rodeado de tantos peloteros de las categorías menores, fue el detonante que me transportó al pasado. Sin habérmelo propuesto previamente viajé en el tiempo, de la mano de ese gran misterio que constituye la pelota. A fin de cuentas no deliraba, pues mi recorrido tuvo como escenario cómplice a la meca de bolas y strikes en este archipiélago.

¿Cómo sucedieron los acontecimientos el 27 de diciembre de 1874? ¿Qué sensaciones experimentaron los jugadores de Matanzas y La Habana al escuchar la voz de play ball? ¿Tenían conciencia de que se enraizaba, justo con aquel divertimento, un amor indestructible entre los cubanos y ese deporte?

Un fanático de las estadísticas respondería que el partido concluyó 51 “corridas” a 9, favorable a los de la gran urbe. ¡Craso error! Ese día no hubo derrotados, ni nadie inclinó su frente. Todo lo contrario, resultó el inicio de una fiesta inapagable. En este terreno majestuoso, que mis ojos contemplaban ahora, prendió la chispa de un jolgorio auténtico. Sí, definitivamente, todo el que cruza el pórtico de este diamante, es un ganador, un privilegiado, uncido por la savia que brota de la hierba por donde corrieron sin bridas tantas luminarias.

¿Puede algún tomógrafo captar los sentimientos de un egiptólogo transitando frente a las pirámides de Kefrén, Keops o Mikerinos? ¿Se inventó algún dispositivo para atrapar las sensaciones de los amantes de la cultura grecolatina, en el instante sublime en que respiran el aire bordeando la Acrópolis o el Coliseo? ¿Alguien conoce un sismógrafo acondicionado para medir la intensidad que emana de la multitud enardecida, que toca con sus manos la piedra negra del Islam? ¿Dónde están las palabras que describan el éxtasis, y narren lo insondable, a la hora de contar el halo mágico con que los musulmanes adornan la Kaaba?

Mi periplo fantástico, enriquecido con las meditaciones que brotan invariablemente en los momentos de felicidad, tuvo diversas escalas donde cada estación me develó una época, con sus oropeles y contradicciones.

La manigua; la caña de azúcar; el niño negro alegre, al que las exclusiones no le apagaron la sonrisa, ni domesticaron su ímpetu. Ese que convirtió su brazo en látigo indescifrable para las estrellas rentadas. ¡Cuántos nombres que admirar! ¡Cuánta terquedad permitió a los gigantes de ébano no dejarse aplastar por la ignominia! ¡Cuántas simientes, depositadas durante décadas sobre este pasto, permanecieron incólumes, listas para germinar en el instante en que un grupo de barbudos nos enseñó a no decir míster, ni yes!

La historia, sinuosa y preñada de caprichos, se nos presenta pletórica de matices. Desandar sus vericuetos será siempre tarea inconclusa y empresa titánica. Eso sí, adentrarse en cada laberinto reservará para los osados un trofeo invaluable: conocer nuestras raíces, saber quiénes somos, por qué rutas debemos proseguir, o simplemente cuál es el tronco donde asirnos en la tempestad.

A Fernando Sánchez se le distingue el linaje beisbolero por encima de la ropa. Basta con examinar su forma de trasladarse, para percatarnos de que el estelar número 53 de los equipos yumurinos, y del team Cuba, nació con las habilidades necesarias para convertirse en un deportista exitoso.

No tuvo tiempo de llegar a la cúspide, como vino al mundo en 1951, peregrinando por el sistema de escuelas deportivas especializadas, creadas por la Revolución. Su talento innato, sin embargo, le permitió suplir las carencias técnicas que los profesores liman en las más tempranas edades.

El performance de mi entrevistado, a lo largo de 23 temporadas, casi parece irreal. Sus guarismos poseen tal exquisitez que algunos pensarían fueron diseñados por matemáticos expertos, con el objetivo de crear un prototipo de bateador.

Están en él tan perfectamente imbricados cada elemento de esta disciplina, que parecen concebidos para desde un cartel encantar a los chiquillos que sueñan un día conquistar el firmamento. Como interlocutor habla con la limpieza de los que tienden la mano, sin reservas, a compañeros o desconocidos. Recuerda, una vez le brindamos el pie forzado, episodios de juego con claridad tal, que vuelve a vivirlos, en la medida en que los recrea.

Quienes consideran que exagero solo tiene que echar una ojeada a cualquier guía o anuncio, para comprobar la veracidad de mis argumentaciones. Debo exclusivamente apostillar que, a pesar de haber finalizado como jugador activo en 1994, todavía hoy aparece en el pelotón de vanguardia de prácticamente todos los departamentos; superado únicamente por Omar Linares en eso de estar entre los diez primeros de por vida, en un mayor número de renglones.

Fernando es tercero en juegos jugados con 1994 y en hits, con 2356; cuarto en carreras impulsadas, con 1223; quinto en comparecencias con 8269, veces al bate, con 7204 y total de bases recorridas, con 3523; sexto en campañas, con 23; octavo en triples con 65, noveno en dobles, con 338; duodécimo en bases intencionales, con 144 y décimo tercero en cuadrangulares, con 280.

Con relación a dos de dichos departamentos señalar que es el único pelotero que en Series Nacionales ha conectado al menos 280 cuadrangulares y 65 triples. Esta combinación de fuerza y velocidad es algo tan sobresaliente, que en la historia centenaria de la Major League Baseball solo 40 hombres han conseguido despachar esa cantidad de vuelacercas o más, en la misma medida que la destreza en el corrido de las bases, les permitió rebasar similar número de tribeyes. Entre esas cuatro decenas de extraclases aparecen los miembros del Hall de la Fama, Babe Ruth, Hank Aaron, Willie Mays, Mickey Mantle, Ted Williams, Lou Gehrig, Stan Musial, Joe Di Maggio y Roger Hornsby. De igual manera lo lograron, caso excepcional con tal filiación, Boby Bonds y su hijo Barry. En el caso de los latinoamericanos apenas han disfrutado de tan peculiares guarismos los boricuas Bernie Williams y Carlos Beltrán, el cubano Tany Pérez y Luis González, cuyo padre nació igualmente en el verde caimán antillano.

Nadie discute que esta disciplina no es suma aritmética de virtudes, ni que los atletas mimados por los aficionados reciben el aplauso solo mediante el álgebra plasmada en las planillas de anotación. Este deporte, infinitamente, es más que eso. Todos lo sabemos pero, en honor a la verdad, el día que se conforme el elenco de los hombres más versátiles desde 1959, este hombre aparecerá por derecho propio.

Por el momento muchos jugadores y especialistas lo catalogan como uno de los entrenadores de bateo más perspicaces de nuestros torneos.

Su fórmula para obtener esa distinción es simple y longeva. No la descubrió en Elizalde, ni en la Ciudad de los Puentes. Asegura, por el contrario, que le es consustancial a la pedagogía humana; o al menos, acotaría yo, a sus cultores más genuinos. “Comparto con mis discípulos -me reveló como si se tratara del descubrimiento del Santo Grial-, todo lo que aprendí. Verlos crecer, sintiendo que está mi granito de arena, es la mejor recompensa. El que limita los conocimientos que imparte, para que no lo superen, deja de ser en ese segundo un buen profesor”.

Formas parte de una de las familias más destacadas de la pelota cubana. ¿Qué significa eso para ti?

- Llevo el béisbol en el alma y eso se lo debo a mis padres, que desde niño crearon un ambiente propicio para que nos vinculáramos, sin preocupaciones, a algo que nos proporcionaba tanto placer. Después fue un deporte oficial, pero al inicio era la principal, quizás en verdad la única, actividad recreativa a la que podíamos aspirar los hijos de familias pobres. Los viejos construyeron para nosotros un mundo propio. Los once hermanos teníamos que ayudar en las labores agrícolas y domésticas, con cualquier otro muchacho del campo, pero no sentíamos preocupación por nada. Tirar chapitas cerca de la letrina, correr en el potrero, y luego fildear pelotas en un terrenito mejor que mi padre René nos preparó allá en Bemba, como siempre le han dicho al municipio Jovellanos, era un regalo cotidiano que ellos nos hacían. Por esa razón, cuando una parte de la familia arribó a la Serie Nacional, fue todo un homenaje para nuestros padres.

Wilfredo me ha contado que, deportivamente hablando, eran exigentes con ustedes…

-No podía ser de otra forma. Lo poco que tuvimos durante muchos años fue resultado exclusivo del trabajo de ambos. Las personas cuyo carácter se forja sobreponiéndose a las dificultades, no toleran las chapucerías. He pensado muchas veces que si nos hubiéramos dedicado a otra actividad, también nos habrían dado su respaldo. Eso sí, con una condición: que no fuéramos mediocres. Su educación elemental, pero profunda, tuvo como base la exigencia y el amor. Estaban convencidos de que más que elogiar constantemente, debían señalarse las cuestiones negativas. Era algo que efectuaban naturalmente. Nunca, al mismo tiempo, tuvimos dudas de cuanto disfrutaban los éxitos de cada uno. Esta foto que tengo de ellos en la billetera, no me permite fallar en mi trabajo diario.

¿En qué momento llegas a la Serie Nacional?

- En 1971 participo con Henequeneros bajo la tutela del profesor Juan Bregio. Un año antes Matanzas se convirtió en un manicomio, cuando Miguel Ángel Domínguez conquistó el título para la provincia y cumplimos el millón de toneladas en la zafra. Te cuento esto para que comprendas con que motivación me incorporé al principal evento deportivo cubano. Había jugado antes, pero la Nacional era otra cosa. En este mismo campo, ante Forestales, salí a batearle a Julio Romero, que con apenas tres lanzamientos me liquidó con un rolling inofensivo.

Ese año no resultó bueno. El problema, no te sorprendas, fue que yo no era pelotero en el sentido oficial del término. En esa etapa me encontraba pasando el Servicio Militar en Las Villas, cuando en la unidad me vieron conectar algunos batazos. Siempre se sobran los que te embullan y de pronto me vi en la Provincial. Al terminar el campeonato quedé segundo de los bateadores, ganándome un puesto en la preselección villareña. Los compañeros de Matanzas se enteraron y dijeron que no me podía quedar allá. Abelardo Castillo, comisionado provincial, y Bregio me buscaron para incorporarme a Henequeneros.

¿Qué les llamó la atención en ti?

- Me imagino que la fuerza. Hacía contacto con la bola de manera sólida, pero sin técnica alguna. Como jardinero tenía buen desplazamiento y un brazo potente. Hoy un muchacho que llega a ese nivel no viene con tantas lagunas. Las circunstancias me obligaron a aprender sobre la marcha. Tuve la suerte de que el gigante Edwin Walters, “La Montaña del central España”, primer champion bate en Series Nacionales y que en ese instante era entrenador, me ayudara muchísimo. Algo que también hizo Asdrúbal Baró.

¿Cuándo comienzas a establecerte como titular?

-A partir de 1973 me convierto en regular dentro del line up. Entré por el “Kindi” Estrada que se lesionó. Ya en ese momento me había transformado en un jugador más maduro. Sabía cuáles eran mis deficiencias, lo que me daba una sed tremenda de erradicarlas. Eso me hizo evolucionar con mayor prontitud.

En una ocasión leí que tu primer jonrón se lo diste a José Antonio Huelga, un inmortal de nuestra pelota…

- Ese cuadrangular, a pesar de que fue en un choque amistoso CDR-MININT en el Sandino, un mes antes de comenzar la Serie, me motivó mucho. ¡Qué clase de lanzador era Huelga! Entre otras cosas ese bambinazo me hizo comprender que cada vez que me parara en el home no debía perdonar ningún envío en la zona.

¿Cómo se produce tu incorporación a la Selección Nacional?

- Militar en el equipo de las cuatro letras casi siempre es un proceso gradual. Contamos con tanta calidad en el país, que el solo hecho de que te inviten a un entrenamiento ya representa un reconocimiento. En 1974 integré, junto a Don Miguel Cuevas y Pedro Medina, el Cuba B que visitó Perú. Conquistamos el torneo, colocándome el mentor como tercero en la alineación. Un año más tarde me gané el puesto en la preparación para el elenco que asistió a los Juegos Panamericanos de México. De esa manera coincidí por vez primera con Wilfredo, que era el right field titular. Empuñé frente a Colombia y Panamá, conectando tres indiscutibles en siete comparecencias. En esa novena Fermín Lafitta patrullaba el center y Armando Capiró el left field. Durante los próximos diez años participé virtualmente en todas las competencias internacionales en las que Cuba intervino.

Vale la pena que no las recuerdes…

- Al retorno de tierras aztecas empezamos a prepararnos, porque existía la posibilidad de topar con jugadores profesionales, algo que no tenía precedentes en la pelota revolucionaria. Eso le brindó una rivalidad adicional a esa Serie, algo similar a lo que en esta época observamos en los años de Clásicos Mundiales, cuando la pelota participó en las olimpíadas o ahora con las Series del Caribe. Los desafíos en el Distrito Federal, en 1976, le demostraron a los escépticos la calidad del béisbol antillano. Allí no abrí en la nómina inicial, pero me pusieron en la sexta entrada por Lafita, y me fui de 2-2. La experiencia se repitió ante peloteros asalariados de Venezuela. Me sentí muy bien en aquel conjunto que se trasladó a Caracas, junto a Capiró, Anglada, Marquetti, Urquiola, Puente, Arias y tantos otros valiosos compañeros.

¿Qué sucedió después?

- No fui a la Serie Mundial de Cartagena, porque el director me planteó que si iban más de diez naciones incluía cuatro jardineros; de lo contrario se quedaba con tres. Indiscutiblemente los consagrados eran Armando, Fermín y Wilfredo.

Te amilanaste con esa decisión…

- Que va. Eso hubiera sido un error imperdonable. He creído toda la vida que los peloteros no deben tener garantizados puestos permanentes en la escuadra de lujo, solo por su nombre. Te digo más, todos los años se quedan fuera varias figuras de resultados relevantes. ¿Cuántas veces quien no hizo el grado, al año siguiente se erige como la bujía del trabuco nacional? No tengo que remontarme a referencias distantes en el tiempo. Alexei Bell, por ejemplo, quedó al margen de la formación que concurrió a la Copa Mundial del 2007. ¿Alguien acaso olvidará la temporada de ensueño que tuvo después, donde estableció récords en impulsadas y cuadrangulares?

- Por eso a nadie le extrañó que obtuviera el liderazgo de los bateadores en los Juegos Olímpicos de Beijing, echándose el equipo sobre sus muñecas. Para mí esa actitud tiene que ser regla. Desafortunadamente hemos tenido prospectos que se desesperan y lo único que consiguen es disminuir sus resultados.

Entonces, en la temporada de 1977 volviste por tu fuero…

- Al menos eso pensaron los técnicos. No asistimos al Torneo Intercontinental, pero organizamos la Copa de la Dignidad; bonita iniciativa que nos permitió jugar a los atletas de la preselección, en todas las provincias, divididos en los conjuntos Rojo y Azul.

Los doce meses siguientes representaron un año extraordinario para nuestro béisbol: campeones en los Centroamericanos de Medellín y en el Campeonato Mundial de Italia, este último torneo coincidiendo con la primera diadema de las “Espectaculares Morenas del Caribe”, en la cita del orbe desarrollada en la URSS. Háblanos de esos certámenes…

En Colombia presentamos una aplanadora. Todo el mundo recuerda el partido en que le anotamos 24 carreras a Puerto Rico en una entrada. En ese choque conecté cinco hits, en seis turnos, incluyendo la escalera. Todavía me emociona haberme desempeñado como jardinero central y tercer bate de aquella constelación. Teniendo compañeros como Marquetti, Muñoz, Urquiola, Puente, Cheíto, Capiró, Wilfredo y los demás miembros, sabes que regresaras con la victoria. El de Italia fue un evento más reñido, al que arribaron muy bien preparados todos los elencos. Discutimos el oro con Corea del Sur, que le dio la pelota a Don Shin Chong, un lanzador que sobrepasaba las 97 millas por hora. Vinent, como siempre, derrochó coraje por arrobas, conteniendo a la artillería asiática. Triunfamos 2x1, con un tubey mío, hit de Casanova –que entró a cubrir el right- unido a otro incogible de Wilfredo que era el designado. Puente, que se había embasado, anotó desde primera. Lástima que frente al mismo rival, casi treinta años más tarde, no tuvimos en China igual suerte, cuando ellos nos vencieron 3x2. Así es la pelota.

¿Sentías que ya habías logrado todos tus objetivos?

- Era Campeón Mundial, Pana y Centroamericano, pero no dejaba de proponerme nuevas metas. ¡Si en esa etapa la pelota hubiera formado parte del programa olímpico…! El día que cruzas las líneas de cal como un acto mecánico, siguiendo una rutina preconcebida, es mejor que comiences a preparar tu retiro. Al público no se le puede engañar. Él te exige y premia; te abuchea y luego te aclama, pero no acepta que lo traiciones. Ser pelotero no puedes interpretarlo como obligación. Desde que te calzas los spikes tienes que estar ansioso por salir a divertir los aficionados. Si te dedicas a no ensuciarte el uniforme, el respetable te coloca en una lista negra de la que no escaparás. Mi padre René jamás nos hubiera permitido modelar en el terreno.

¿Continuaste siendo oportuno a nivel internacional?

- En San Juan 79´ teníamos un equipo muy parejo. Esa es la llave maestra a la hora de conformar la Selección Nacional. No se trata de una sumatoria de estrellas, solo para lograr que en el papel el elenco impresione. Hay que tener en cuenta las necesidades del equipo, especialmente luego que se analizan sus deficiencias. Al Mundial de 1980 igualmente nos presentamos con esa filosofía. Los asiáticos históricamente se nos plantan bonito, y en esta oportunidad les tocó el turno a los japoneses, que estaban en su patio. Nos impusimos gracias al jonrón de Muñoz, ante un serpentinero submarino. Defendí todo el torneo el center field, y culminé como sublíder de los bateadores.

¿No me vas a hablar de Edmonton?

-Esa es una derrota que nunca olvidaré. Verdad que sería infantil que alguien pensara que los únicos monarcas tenemos que ser nosotros, pero cuando estás ahí y sabes que las cosas no salieron bien, deseas que la tierra se habrá en dos y te trague. En lo personal la Copa también fue aciaga. Me presenté con altas y bajas, al extremo que Fernando Hernández terminó sustituyéndome.

¿Y de los centroamericano de 1982?

- De ese fracaso, aunque con posterioridad sacamos múltiples lecciones, tampoco nos podemos desprender. Cuba se ganó el derecho a organizar una edición de los juegos regionales más antiguos de la historia. El pueblo desplegó grandes esfuerzos para que los visitantes se sintieran como en casa, algo que sobre cumplimos con creces. Los peloteros, obviamente, solo teníamos la medalla de oro como alternativa. Para mí los errores no empezaron a cometerse en la competencia, sino desde la propia constitución del equipo. Hubo mucha polémica y el resultado final confirmó que en los grandes eventos no pueden existir improvisaciones. En el encuentro decisivo, con República Dominicana, me sacaron de emergente en el octavo, abriendo tanda, y despaché doblete entre left y center; si bien no pude pisar el plato. Después supe, cosa que es para mí uno de los reconocimientos más queridos, que el compañero José Ramón Fernández le preguntó en la entrada anterior al manager del equipo por qué no me ponía a jugar.

Eras un atleta fornido, pero no escapaste de las lesiones. ¿Cómo te afectaron?

- En 1983 jugué la Copa Intercontinental de Amberes, Bélgica. Meses más tarde, en los entrenamientos para el Mundial de La Habana de 1984 – de la manera más increíble para alguien que constantemente se regaba por las bases y chocaba con las cercas – me lesioné el brazo, mientras dormía, al apoyar todo el peso del cuerpo sobre el hombro. Me diagnosticaron una inflamación aguda en el deltoides, que me impidió actuar como regular todo ese año. Esos son momentos muy difíciles, donde básicamente te apoyas en el aliento de la familia y de tus coequiperos. Por otra parte no dejas de experimentar incertidumbres sobre el regreso. El proceso de rehabilitación, mediante infiltraciones y todo tipo de terapias, se transformó en un calvario. Volver a pisar el campo de juego es una prueba de fuego que no todos alcanzan.

Tú pudiste, incluso con el Cuba…

- En efecto, competí nuevamente en Edmonton en 1985 como jardinero izquierdo y designado. Sabía, sin embargo, que una nueva generación estaba irrumpiendo en la pelota cubana. Los Casanova, Lourdes, Víctor, Pacheco y compañía eran jóvenes con una garra tremenda.

¿Comprendiste que se iniciaba para ti una etapa diferente?

- Sí y lo hice sin traumas. Al punto que permanecí desde 1986 consagrado por entero a Henequeneros y Matanzas. En 1987 Industriales me pidió como refuerzo en el izquierdo, y cuarto bate, para el torneo de Rotterdam.

¿Cuándo decides retirarte?

- En 1994 tomé la decisión sobre todo porque me afectó no desempeñarme diariamente. Era un jugador de cambio que el equipo también aprovechaba como designado. Al principio no le hice mucho caso, hasta que llegué a la conclusión de que lo mío no era consumir, a cualquier precio, un turno más. Me formé para sudar todas las noches. Estar sentado en el banco, sin servir a la defensa, me hacía pararme frio en el rectángulo de bateo. Lo analicé bien con la familia y estuvimos de acuerdo.

¿Qué nuevas responsabilidades asumiste?

- Al mes del retiro me trajeron a trabajar aquí mismo con los juveniles, hasta 1996 en que el Comisionado Nacional Domingo Zavala, me envió a jugar al Salvador. Mi equipo finalizó en segundo lugar, y bateé bien a pesar de que casi no me picheaban. Al regresar me colocaron como manager del equipo 15-16 de la provincia. En 1999 pasé a trabajar, hasta hoy, con la primera categoría. En el 2002 presté ayuda en la República Bolivariana de Venezuela, en la Academia de Beisbol con grama artificial ubicada en el Estado de Falcón. La misma es patrocinada por Magglio Ordoñez, ex estrella de Grandes Ligas, conocido en su país como el “Caribe Mayor”, que como sabes se enfrentó a nosotros durante el I Clásico Mundial.

Poniéndole un poco a la recta, ¿qué lanzadores te resultaron difíciles?

- Como no tenía una base técnica sólida Omar Carrero y Julio Romero, que eran muy inteligentes, se me hacían incómodos. A los zurdos les conectaba bien, aunque con “Changa” Mederos la cosa era otra, principalmente por su curva pronunciada.

¿Qué bateadores influyeron en ti?

-Observé mucho a Capiró y a Wilfredo, por la elegancia en el home play y por el swing que tenían ambos, independientemente de sus estilos contrapuestos.

¿De los jugadores recientes quienes han llamado más tu atención?

- De los monticulistas he admirado a Vera, Lazo y Jonder Martínez, que aunque se demoró en “explotar” como lanzador posee para mí uno de los repertorios más completos de los últimos años. Bateadores, por fortuna, tenemos muchos destacados pero considero que desde el año 2000 Michel Enríquez ha sido el mejor. Las estadísticas de Yulieski Gourriel, por su parte, meten miedo a pesar de su juventud.

Alguna anécdota, entre mil, con Wilfredo…

- Mi hermano siempre me inspiró, desde que en la finca le pegaba a todas las chapitas que le tirábamos. Imagínate como me sentía al igualar su récord de hits, con 2174. Pensaba que esa marca le pertenecía a él y no quería sobrepasarla. En Pinar del Río fallé los siguientes cuatro turnos y cuando me trasladaba para Sancti Spíritus Wilfredo me llamó. Con determinación y energía en la voz, casi regañándome, me dijo “Qué pasa, olvídate de mí. Tienes que implantar tu récord. No te preocupes que todo va a permanecer en la casa”. Eso me dio un ánimo tremendo y lo rompí entonces frente al zurdo Jiménez.

¿Un sueño por realizar?

- Tener la posibilidad de asistir, cuando la pelota regrese, a los Juegos Olímpicos. Mi generación no disfrutó de ese privilegio.

4 Comentarios:

Fernando Sánchez: “En el terreno no se modela”: 5.0 de 5.0 basado en 1 votos en 4 comentarios.
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Abiezer
17 de marzo de 2014 a las 04:11 PM CDT
Para mi ha sido uno de los bateadores mas integrales de cuba.junto a junco,julio german,baro,cardenas,estrada,manrique,kindelan el difunto,duenas,alberto diaz,heredia,marcos walters,valdes,carlos mesa,oropesa ,garro,tampanes,carlos de la torre y sile junco era un MAMATANZAS temible.esos tipos la sacaban por encima del estadio.que clase de equipazo aquel.el de ahora se defiende ,pero nada que ver con aquel y el citri de wilfredo ,isasi y rosique.
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Tito
17 de marzo de 2014 a las 04:49 PM CDT
Esta bueno ya que Matanzas no tiene hstoria.
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Abiezer
17 de marzo de 2014 a las 05:35 PM CDT
Si,matanzas gano cinco titulos y en una epoca donde ,pinar,industriales y habana tenian trabucos en occidente y en oriente ,santiago,villaclara,camaguey.el henequeneros gano en 1990,1991 y sudcampeon en 1992.despues la nueva extrutura de 1993 a 1998 lo perjudico ya que siempre en el grupoA era pinar,a pesar que mayanzad gano a veces mas que el primero del B.En selectiva era el unico equipo junto a pinar y ciudad habana que reforzaba con jigadores de la misma provincia siendo uno de los mas debiles en picheo.pero si tiene historia.wilfredo y fernando fueron los numero uno en his ,junco em 400 pala calle y eso que lo retiran en plena forma,valdez el que mas juegos gano .
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ExcelenteDuviel Manso Ríos
17 de marzo de 2014 a las 11:17 PM CDT
cierto su generación fue antes que el beisbol fuese olimpico y le faltó eso, y la serie del caribe creo que el único que lo ha jugado todo es ariel pestano olimpicos-munciales-intercontinentales-selectivas-clásico-rotterdam-serie del caribe-super ligas-snb. y cuando perdieron en edmonton y los estaban esperando en el aeropuerto un periodista (que no recuerdo) le preguntó a lafita (creo era lafita) que porque perdieron?? y el dijo: no preguntes a mi, preguntales a los salvajes, a fernando a gourriel y mencionó a los grandes.
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