Sentado en el portal de su casa en Santa Clara, Luis César Valdés parece más un vikingo que un guajiro nacido en San Juan de los Yeras. Rollizo y ojiazul, colorado hasta donde se acepta la palabra colorado, da la impresión de que en cualquier momento sus ciento y tantos kilos darán cuenta del columpio y acabarán rodando por el piso. Pero eso no sucede. Por lo menos no en el transcurso de esta charla donde el (hasta ayer) árbitro número uno del país pasa revista a varios episodios duros de su vida y da luces sobre los motivos de su imprevista retirada.
Ahí lo tengo, delante de mí, diciéndome que preferiría que nos pusiéramos a hablar de cualquier cosa ajena a su trabajo, que no tiene deseos de ponerse a responder preguntas, y que si se pudiera volver a nacer sería baloncestista o pelotero (“yo jugué un provincial de Primera Categoría”, dice) pero nunca -definitivamente nunca- árbitro.
“Eso no”, recalca con la voz casi apagada, como si calculara la pertinencia de una expresión tan radical, y yo creo advertir un dejo de despecho en cada sílaba. Sí, César Valdés -el hombre del famoso estrellón en Camden Yards- está dolido, y ahora mismo no es el grandote enérgico de los estadios, sino un simple mortal en short y camiseta.
“¿Es seguro que no regresarás al arbitraje?”. “Por completo”, afirma. “Pero abrirás un hueco inoportuno”… “Otros sabrán llenarlo”, me asegura. César ha laborado en todas las postemporadas desde 1993, exceptuando las dos Series en que cumplió sanción por agredir a un periodista.
“Lo ocurrido con Sigfredo Barros fue una falta mía de profesionalidad. Él simplemente hizo su trabajo, y yo me predispuse con la crítica. Eso dio pie a un incidente violento en una de las oficinas del Latino, poco antes de comenzar un juego. Hubo empujones y agresividad, él ripostó como un hombre, y por fortuna no sucedió nada grave. Luego me reproché no haber tenido capacidad para afrontar la verdad, pero ya el mal estaba hecho. Agradezco de todo corazón que no me suspendieran de por vida, cosa que bien pudo haber sucedido y que, sinceramente, merecía”.
Dicho esto me repite que no lo fastidie con preguntas, y yo, que no puedo volver a La Habana con las manos vacías, me voy por la tangente. “Está bien, no te voy a acosar con un interrogatorio. Hagamos algo: yo te recuerdo declaraciones tuyas en distintos lugares, y tú me las comentas. ¿Está bien?”.
Casi sin otra opción que la descortesía (o lo que es peor aún, el rechazo a sus propias palabras), César Valdés accede, y yo le leo…
“Cuando joven fui travieso y problemático. En el Fajardo y en las escuelas de baloncesto no salía de un pleito para entrar en otro”. (Fuente: Los hombres de Negro, de José Antonio Fulgueiras)
-Así mismo fue. Yo digo que estoy en deuda sentimental con mis padres precisamente porque fui así, y ellos pasaron mucho trabajo conmigo en esa época. Era muy violento, y eso se agudizó en la juventud, cuando estuve a punto de pasar por escuelas de reeducación y todas esas cosas. Hasta ahí no llegué gracias a Dios, pero la verdad es que donde yo nací fajarse era un hobby, como también lo era después cuando entré en el Fajardo por la vía del baloncesto.
“En mi pueblo natal se comentaba que el mundo de los Estados Unidos tenía más alternativas (…). Y como la policía me perseguía por ‘revoliquero’ y por mis continuas broncas callejeras, todo aquello influyó en que un día determinara abandonar el país”. (Los hombres de…)
-Esos eran mis pensamientos entonces, siempre quise irme del país, crecí con eso. Con mis amigos de la época, que hoy están por todos los confines del mundo, ese era un tema permanente. Así, en tres ocasiones traté de irme de una forma u otra. Después esos errores los pagó el César Valdés que se hizo árbitro, y que vivió los años 1993 y 1994 como temporadas destructivas en las que todas las puertas se le cerraron debido a aquello que arrastraba desde la juventud. Fui designado para trabajar en Londrina y en México, y no me permitieron viajar. Siempre me anulaban el viaje el día antes de salir, temerosos de que yo le fallara al país. Y mira tú, irónicamente, al que mandaron en lugar mío para México, desertó por allá.
“El asunto es que ya yo había cambiado gracias a gente como el entrenador Pedro Pérez, que siempre tuvo afinidad conmigo, y Noel Rodríguez, el hombre que me inició en esta profesión. Había dado un cambio real, y aquello que antes fue una pintura que uno había soñado fue cambiando para bien en mi cabeza, hasta que luego, al trabajar durante varios años en la pelota italiana, me reafirmé definitivamente que como mi país no había nada. A mí el arbitraje me cambió como persona y como ciudadano, me hizo sociable y me encaminó. Eso, y la religión, a la que me arrimé antes de empezar como árbitro y me ayudó a poner los pies en la tierra y determinar muchísimas cosas”.
“Un árbitro de un año de experiencia cobra lo mismo que uno de 15 ó 20. No importa que tú seas de primer nivel o de cuarto, y eso atenta contra el espíritu de superación”. (Yo solo canto las rectas al medio, Juventud Rebelde)
-El igualitarismo es una desgracia. A nivel de campeonatos nacionales, donde existen rangos y categorías, eso frena el desarrollo porque el que está arriba se “achanta” porque ya llegó al tope, y el que viene detrás no se preocupa por mejorar y prefiere por ejemplo trabajar en las líneas y buscarse menos problemas que si estuviera en el home plate, o rehuir los juegos en el Latino o el Guillermón para quitarse las plazas candentes. De hecho, hay árbitros de muchas Series Nacionales que jamás se han portado por el Latinoamericano en un juego complicado.
“La cuestión es que el árbitro no puede dejar de superarse nunca, tiene que hacer centenares de repeticiones constantemente para mejorar en los conteos y los movimientos en las bases. Uno ve los juegos de Grandes Ligas y nota que ellos normalmente solo se equivocan dos o tres veces por juego, pero eso no es obra de la casualidad, sino de un trabajo que, de tan exigente, los conduce a la maestría.
“Lo que debe hacerse en Cuba es pagar a cada cual según su grado de responsabilidad en los partidos. Las atenciones deben ser cada día más específicas, y no darle a todo el mundo lo que no se merece. Hay muchísimos países que tienen colegios donde los árbitros estudian diez años para luego enfrentarse al trabajo de máximo rigor, y allá los tienen calificados por escalas de jerarquía. Aquí, desafortunadamente, incluso ya desapareció la escuela que llevaba el nombre de Rafael de la Paz, la cual representaba una oportunidad real de superación para los colegiados del país”.
“Estamos llenos de talento beisbolero, pero no hay sistematicidad en el trabajo, y los árbitros somos objeto de muy escasas atenciones”. (Se retira uno de los buenos, Cubadebate)
-Es que hay de todo. Pasa eso, y también que nuestros atletas no conocen a fondo las reglas del béisbol, y ni siquiera nuestros técnicos, periodistas y el público en general. Se da muy poca divulgación al reglamento, y por eso hay tantas dudas en cuanto a interferencias, obstrucciones, concesiones de bases… Muy pocos técnicos y atletas saben el modo de reclamar una jugada, interpretan mal las reglas, y eso propicia no pocas situaciones complicadas en los juegos.
“Por otro lado, pasan cosas absurdas como que todavía los árbitros conviven con los peloteros en muchas provincias, y eso es un error grave. ¿Tú te imaginas lo que pasa cuando uno expulsa a un atleta o manager y después se lo encuentra en un elevador, el lobby del hotel o el restaurante? Sé que hay restricciones económicas, pero hay que salvar por todos los medios a esos hombres que son los que nos salvan el pasatiempo con su trabajo. A fin de cuentas, ningún árbitro extranjero va a venir a ejercer aquí, de modo que hay que preservar a los que tenemos. Lo que nosotros necesitamos es apoyo y defensa a capa y espada por parte de las autoridades beisboleras del país”.
“En las ligas de otros países existe una asociación para los árbitros, una suerte de sindicato que se rige de manera independiente a la comisión de béisbol. No se puede ser juez y parte a la vez. Me voy a retirar con la frustración de no lograr que se creara esa organización aquí. Y es vital para proteger a los árbitros, para que se puedan superar”. (Yo solo canto las…)
-Exacto: los árbitros no pueden vivir subordinados a la Comisión Nacional. Son dos mundos completamente diferentes. Quienes dirigen la parte técnica no tienen ni noción de lo que se sufre acá del otro lado, por tanto hay que establecer una separación. Me voy insatisfecho con eso. A veces se estuvo cerca de ganar esa pelea, pero no se logró. Al final, los técnicos evalúan nuestro trabajo de una forma, y en realidad es de otra muy distinta. Porque el desempeño de los árbitros no puede valorarse con el criterio ingenuo de si se equivocó o no. Lo que determina la calidad de su trabajo es si se posicionó bien, si hizo lo que debía en cada momento, si cumplió con los requerimientos de la mecánica arbitral, etcétera.
“Dicho más claramente: el pelotero tiene días en que batea de 4-0, y eso mismo pasa con los árbitros. Hay días en que las cosas no te salen como tú quisieras, y no por eso tiene que caerte el mundo arriba. Por supuesto, hay un punto en que se deben tomar medidas, lo que ocurre es que la soga no puede partir siempre por el lado más débil, que es el árbitro. El sindicato que te digo podría rendir cuentas a alguna de las vicepresidencias del INDER, pero nunca a la Comisión Nacional. ¿Que con eso en función seguirá habiendo sanciones? Por supuesto, por incapacidad física o profesional. Pero seguramente se va a ser mucho más justo a la hora de aplicar muchas medidas”.
“Hay cosas que no se pueden echar por tierra, ni permitírselas a nadie. Vale más decir adiós y con honores, que aguantarlas. Porque el arbitraje estuvo mal en los play off, pero hay muchas otras cosas de las que no se habla y también le están haciendo daño a la pelota”. (Se retira uno de los…)
-Para nadie es secreto que nos ha invadido la indisciplina, y los jueces solos no son suficientes para devolver la cordura a esta pelota. Se protesta todo y por todo, y las medidas disciplinarias son mínimas. Se ha creado un estado tan lamentable que protestan atletas, managers, dirigentes… Hemos tenido que expulsar a recogedores de pelotas, masajistas, choferes de guaguas, médicos, civiles dentro de los dugouts… Este béisbol se ha convertido en la Canción Protesta, y no aparece la solución para el problema. Hace seis o siete años están pasando cosas cada vez peores en los terrenos de pelota, y los árbitros han perdido respetabilidad. El mal te va invadiendo, hasta el punto de que te acomodadas: yo mismo he sido benevolente con situaciones que antes no habría permitido, y para no ser partícipe de eso es que me voy del juego.
“Me duele que al final la culpa se la quieran adjudicar solo a los “ampayas”. Yo soy incapaz de decir cómo se dirige un equipo de pelota porque no soy mánager, ni cómo se organiza un evento porque no soy funcionario, pero todo el mundo se cree en el derecho de querer decidir cómo debemos hacer nuestro trabajo”. (Yo solo canto las…)
-Los medios se han encargado de acusar al arbitraje, y de echarle encima toda la responsabilidad del triunfo de Villa Clara. Y para colmo no se nos ha invitado a defendernos en ninguna parte. Hemos oído muchas declaraciones adversas, y hemos tenido que aguantar callados. Nadie salió a favor de los árbitros al término de la Serie, nadie habló nada a favor, simplemente se pidió sangre y hubo que entregarla. Fue despiadado lo que sucedió. Claro, lo más fácil es descargar contra aquel que no tiene la palabra.
“Siempre lo digo: al final de los juegos, la gente solo culpa de la derrota a los árbitros o los directores, y rara vez responsabiliza a quienes dejaron de hacer lo debido en determinadas situaciones del encuentro. Y te puedo asegurar con todo el orgullo del mundo que nunca un árbitro cubano se ha vendido y ni se ha parcializado, nunca se ha dado el caso. Entre otras cosas, por eso nos convocan para competencias de primer nivel, y hasta nos dan responsabilidades en posiciones y desafíos clave. Eso, a no ser en el Clásico Mundial, donde los norteamericanos –con razón, porque son los árbitros mejor preparados- se ocupan siempre del home plate”.
“Cuando llegue mi retiro voy a contar un grupo de cosas que hay en el arbitraje y no se conocen, y no se pueden hablar por problemas éticos y profesionales”. (Los hombres de…)
-Hay cosas que nunca salen a la luz pública. Por ejemplo, que los árbitros tenemos señalizaciones casi imperceptibles para corregir errores entre uno y otro… Esas son interioridades que la gente no capta, pero que pasan ante sus ojos a diario. O que hay árbitros que superan el prearranque cuando empieza el juego, pero otros necesitan que avance un poco más, digamos, un par de innings. Las particularidades de cada árbitro hay que conocerlas al dedillo para evitar malos ratos en la medida de lo posible.
“Digamos, a un umpire de poca experiencia no se le debe dar el primero, el tercero, el quinto o el séptimo juegos de un play off, que suelen ser más difíciles que los demás. Y a ningún colegiado se le debe reiterar demasiado en los mismos estadios, con un mismo equipo. Son detalles que, al no tomarse en cuenta, echan por tierra el curso de muchos partidos de la Serie Nacional. ¿Te imaginas que ha habido grupos de trabajo en que no se lleva ninguno con el otro? Esos hombres deben funcionar como una familia, porque van a estar varios meses juntos, y sin embargo, pasa que no tienen las mejores relaciones. Hasta eso hay que tenerlo en cuenta para optimizar el trabajo de los árbitros”.
“Hay que saber irse antes y no después”. (Se retira uno de los…)
-Ha habido árbitros que se han ido a destiempo, y su final no ha sido bueno. Me vienen a la mente los casos de Pedro Medina y Javier Méndez, que dejaron el béisbol justo en el momento indicado. Eso es grandioso para ellos, para su familia, para todos. La vida no se acaba cuando uno deja determinada actividad: a partir de ese momento se puede ayudar mucho también, y otros deberán asumir funciones que hasta ahora no tenían.
“Yo me sigo sintiendo parte del béisbol cubano, y quiero ayudar a que salgamos del bache en que estamos metidos. Insisto: estoy listo para cooperar cuando se me pida, no desde otro país, sino desde mi terruño. Siento que he sido un hombre honesto para con el arbitraje, y puedo decir que incluso en medio de la grave enfermedad de mi padre, durante los play offs, di el paso al frente que se requería. Que nadie lo malinterprete: el hecho de que ya no trabaje como árbitro, no quiere decir que no trabaje para el arbitraje. Todo lo contrario. Pero es tiempo de jubilarme. Mi agradecimiento total a la afición, y mis disculpas por haberme equivocado las veces que lo hice.
Ahí lo tengo, delante de mí, diciéndome que preferiría que nos pusiéramos a hablar de cualquier cosa ajena a su trabajo, que no tiene deseos de ponerse a responder preguntas, y que si se pudiera volver a nacer sería baloncestista o pelotero (“yo jugué un provincial de Primera Categoría”, dice) pero nunca -definitivamente nunca- árbitro.
“Eso no”, recalca con la voz casi apagada, como si calculara la pertinencia de una expresión tan radical, y yo creo advertir un dejo de despecho en cada sílaba. Sí, César Valdés -el hombre del famoso estrellón en Camden Yards- está dolido, y ahora mismo no es el grandote enérgico de los estadios, sino un simple mortal en short y camiseta.
“¿Es seguro que no regresarás al arbitraje?”. “Por completo”, afirma. “Pero abrirás un hueco inoportuno”… “Otros sabrán llenarlo”, me asegura. César ha laborado en todas las postemporadas desde 1993, exceptuando las dos Series en que cumplió sanción por agredir a un periodista.
“Lo ocurrido con Sigfredo Barros fue una falta mía de profesionalidad. Él simplemente hizo su trabajo, y yo me predispuse con la crítica. Eso dio pie a un incidente violento en una de las oficinas del Latino, poco antes de comenzar un juego. Hubo empujones y agresividad, él ripostó como un hombre, y por fortuna no sucedió nada grave. Luego me reproché no haber tenido capacidad para afrontar la verdad, pero ya el mal estaba hecho. Agradezco de todo corazón que no me suspendieran de por vida, cosa que bien pudo haber sucedido y que, sinceramente, merecía”.
Dicho esto me repite que no lo fastidie con preguntas, y yo, que no puedo volver a La Habana con las manos vacías, me voy por la tangente. “Está bien, no te voy a acosar con un interrogatorio. Hagamos algo: yo te recuerdo declaraciones tuyas en distintos lugares, y tú me las comentas. ¿Está bien?”.
Casi sin otra opción que la descortesía (o lo que es peor aún, el rechazo a sus propias palabras), César Valdés accede, y yo le leo…
“Cuando joven fui travieso y problemático. En el Fajardo y en las escuelas de baloncesto no salía de un pleito para entrar en otro”. (Fuente: Los hombres de Negro, de José Antonio Fulgueiras)
-Así mismo fue. Yo digo que estoy en deuda sentimental con mis padres precisamente porque fui así, y ellos pasaron mucho trabajo conmigo en esa época. Era muy violento, y eso se agudizó en la juventud, cuando estuve a punto de pasar por escuelas de reeducación y todas esas cosas. Hasta ahí no llegué gracias a Dios, pero la verdad es que donde yo nací fajarse era un hobby, como también lo era después cuando entré en el Fajardo por la vía del baloncesto.
“En mi pueblo natal se comentaba que el mundo de los Estados Unidos tenía más alternativas (…). Y como la policía me perseguía por ‘revoliquero’ y por mis continuas broncas callejeras, todo aquello influyó en que un día determinara abandonar el país”. (Los hombres de…)
-Esos eran mis pensamientos entonces, siempre quise irme del país, crecí con eso. Con mis amigos de la época, que hoy están por todos los confines del mundo, ese era un tema permanente. Así, en tres ocasiones traté de irme de una forma u otra. Después esos errores los pagó el César Valdés que se hizo árbitro, y que vivió los años 1993 y 1994 como temporadas destructivas en las que todas las puertas se le cerraron debido a aquello que arrastraba desde la juventud. Fui designado para trabajar en Londrina y en México, y no me permitieron viajar. Siempre me anulaban el viaje el día antes de salir, temerosos de que yo le fallara al país. Y mira tú, irónicamente, al que mandaron en lugar mío para México, desertó por allá.
“El asunto es que ya yo había cambiado gracias a gente como el entrenador Pedro Pérez, que siempre tuvo afinidad conmigo, y Noel Rodríguez, el hombre que me inició en esta profesión. Había dado un cambio real, y aquello que antes fue una pintura que uno había soñado fue cambiando para bien en mi cabeza, hasta que luego, al trabajar durante varios años en la pelota italiana, me reafirmé definitivamente que como mi país no había nada. A mí el arbitraje me cambió como persona y como ciudadano, me hizo sociable y me encaminó. Eso, y la religión, a la que me arrimé antes de empezar como árbitro y me ayudó a poner los pies en la tierra y determinar muchísimas cosas”.
“Un árbitro de un año de experiencia cobra lo mismo que uno de 15 ó 20. No importa que tú seas de primer nivel o de cuarto, y eso atenta contra el espíritu de superación”. (Yo solo canto las rectas al medio, Juventud Rebelde)
-El igualitarismo es una desgracia. A nivel de campeonatos nacionales, donde existen rangos y categorías, eso frena el desarrollo porque el que está arriba se “achanta” porque ya llegó al tope, y el que viene detrás no se preocupa por mejorar y prefiere por ejemplo trabajar en las líneas y buscarse menos problemas que si estuviera en el home plate, o rehuir los juegos en el Latino o el Guillermón para quitarse las plazas candentes. De hecho, hay árbitros de muchas Series Nacionales que jamás se han portado por el Latinoamericano en un juego complicado.
“La cuestión es que el árbitro no puede dejar de superarse nunca, tiene que hacer centenares de repeticiones constantemente para mejorar en los conteos y los movimientos en las bases. Uno ve los juegos de Grandes Ligas y nota que ellos normalmente solo se equivocan dos o tres veces por juego, pero eso no es obra de la casualidad, sino de un trabajo que, de tan exigente, los conduce a la maestría.
“Lo que debe hacerse en Cuba es pagar a cada cual según su grado de responsabilidad en los partidos. Las atenciones deben ser cada día más específicas, y no darle a todo el mundo lo que no se merece. Hay muchísimos países que tienen colegios donde los árbitros estudian diez años para luego enfrentarse al trabajo de máximo rigor, y allá los tienen calificados por escalas de jerarquía. Aquí, desafortunadamente, incluso ya desapareció la escuela que llevaba el nombre de Rafael de la Paz, la cual representaba una oportunidad real de superación para los colegiados del país”.
“Estamos llenos de talento beisbolero, pero no hay sistematicidad en el trabajo, y los árbitros somos objeto de muy escasas atenciones”. (Se retira uno de los buenos, Cubadebate)
-Es que hay de todo. Pasa eso, y también que nuestros atletas no conocen a fondo las reglas del béisbol, y ni siquiera nuestros técnicos, periodistas y el público en general. Se da muy poca divulgación al reglamento, y por eso hay tantas dudas en cuanto a interferencias, obstrucciones, concesiones de bases… Muy pocos técnicos y atletas saben el modo de reclamar una jugada, interpretan mal las reglas, y eso propicia no pocas situaciones complicadas en los juegos.
“Por otro lado, pasan cosas absurdas como que todavía los árbitros conviven con los peloteros en muchas provincias, y eso es un error grave. ¿Tú te imaginas lo que pasa cuando uno expulsa a un atleta o manager y después se lo encuentra en un elevador, el lobby del hotel o el restaurante? Sé que hay restricciones económicas, pero hay que salvar por todos los medios a esos hombres que son los que nos salvan el pasatiempo con su trabajo. A fin de cuentas, ningún árbitro extranjero va a venir a ejercer aquí, de modo que hay que preservar a los que tenemos. Lo que nosotros necesitamos es apoyo y defensa a capa y espada por parte de las autoridades beisboleras del país”.
“En las ligas de otros países existe una asociación para los árbitros, una suerte de sindicato que se rige de manera independiente a la comisión de béisbol. No se puede ser juez y parte a la vez. Me voy a retirar con la frustración de no lograr que se creara esa organización aquí. Y es vital para proteger a los árbitros, para que se puedan superar”. (Yo solo canto las…)
-Exacto: los árbitros no pueden vivir subordinados a la Comisión Nacional. Son dos mundos completamente diferentes. Quienes dirigen la parte técnica no tienen ni noción de lo que se sufre acá del otro lado, por tanto hay que establecer una separación. Me voy insatisfecho con eso. A veces se estuvo cerca de ganar esa pelea, pero no se logró. Al final, los técnicos evalúan nuestro trabajo de una forma, y en realidad es de otra muy distinta. Porque el desempeño de los árbitros no puede valorarse con el criterio ingenuo de si se equivocó o no. Lo que determina la calidad de su trabajo es si se posicionó bien, si hizo lo que debía en cada momento, si cumplió con los requerimientos de la mecánica arbitral, etcétera.
“Dicho más claramente: el pelotero tiene días en que batea de 4-0, y eso mismo pasa con los árbitros. Hay días en que las cosas no te salen como tú quisieras, y no por eso tiene que caerte el mundo arriba. Por supuesto, hay un punto en que se deben tomar medidas, lo que ocurre es que la soga no puede partir siempre por el lado más débil, que es el árbitro. El sindicato que te digo podría rendir cuentas a alguna de las vicepresidencias del INDER, pero nunca a la Comisión Nacional. ¿Que con eso en función seguirá habiendo sanciones? Por supuesto, por incapacidad física o profesional. Pero seguramente se va a ser mucho más justo a la hora de aplicar muchas medidas”.
“Hay cosas que no se pueden echar por tierra, ni permitírselas a nadie. Vale más decir adiós y con honores, que aguantarlas. Porque el arbitraje estuvo mal en los play off, pero hay muchas otras cosas de las que no se habla y también le están haciendo daño a la pelota”. (Se retira uno de los…)
-Para nadie es secreto que nos ha invadido la indisciplina, y los jueces solos no son suficientes para devolver la cordura a esta pelota. Se protesta todo y por todo, y las medidas disciplinarias son mínimas. Se ha creado un estado tan lamentable que protestan atletas, managers, dirigentes… Hemos tenido que expulsar a recogedores de pelotas, masajistas, choferes de guaguas, médicos, civiles dentro de los dugouts… Este béisbol se ha convertido en la Canción Protesta, y no aparece la solución para el problema. Hace seis o siete años están pasando cosas cada vez peores en los terrenos de pelota, y los árbitros han perdido respetabilidad. El mal te va invadiendo, hasta el punto de que te acomodadas: yo mismo he sido benevolente con situaciones que antes no habría permitido, y para no ser partícipe de eso es que me voy del juego.
“Me duele que al final la culpa se la quieran adjudicar solo a los “ampayas”. Yo soy incapaz de decir cómo se dirige un equipo de pelota porque no soy mánager, ni cómo se organiza un evento porque no soy funcionario, pero todo el mundo se cree en el derecho de querer decidir cómo debemos hacer nuestro trabajo”. (Yo solo canto las…)
-Los medios se han encargado de acusar al arbitraje, y de echarle encima toda la responsabilidad del triunfo de Villa Clara. Y para colmo no se nos ha invitado a defendernos en ninguna parte. Hemos oído muchas declaraciones adversas, y hemos tenido que aguantar callados. Nadie salió a favor de los árbitros al término de la Serie, nadie habló nada a favor, simplemente se pidió sangre y hubo que entregarla. Fue despiadado lo que sucedió. Claro, lo más fácil es descargar contra aquel que no tiene la palabra.
“Siempre lo digo: al final de los juegos, la gente solo culpa de la derrota a los árbitros o los directores, y rara vez responsabiliza a quienes dejaron de hacer lo debido en determinadas situaciones del encuentro. Y te puedo asegurar con todo el orgullo del mundo que nunca un árbitro cubano se ha vendido y ni se ha parcializado, nunca se ha dado el caso. Entre otras cosas, por eso nos convocan para competencias de primer nivel, y hasta nos dan responsabilidades en posiciones y desafíos clave. Eso, a no ser en el Clásico Mundial, donde los norteamericanos –con razón, porque son los árbitros mejor preparados- se ocupan siempre del home plate”.
“Cuando llegue mi retiro voy a contar un grupo de cosas que hay en el arbitraje y no se conocen, y no se pueden hablar por problemas éticos y profesionales”. (Los hombres de…)
-Hay cosas que nunca salen a la luz pública. Por ejemplo, que los árbitros tenemos señalizaciones casi imperceptibles para corregir errores entre uno y otro… Esas son interioridades que la gente no capta, pero que pasan ante sus ojos a diario. O que hay árbitros que superan el prearranque cuando empieza el juego, pero otros necesitan que avance un poco más, digamos, un par de innings. Las particularidades de cada árbitro hay que conocerlas al dedillo para evitar malos ratos en la medida de lo posible.
“Digamos, a un umpire de poca experiencia no se le debe dar el primero, el tercero, el quinto o el séptimo juegos de un play off, que suelen ser más difíciles que los demás. Y a ningún colegiado se le debe reiterar demasiado en los mismos estadios, con un mismo equipo. Son detalles que, al no tomarse en cuenta, echan por tierra el curso de muchos partidos de la Serie Nacional. ¿Te imaginas que ha habido grupos de trabajo en que no se lleva ninguno con el otro? Esos hombres deben funcionar como una familia, porque van a estar varios meses juntos, y sin embargo, pasa que no tienen las mejores relaciones. Hasta eso hay que tenerlo en cuenta para optimizar el trabajo de los árbitros”.
“Hay que saber irse antes y no después”. (Se retira uno de los…)
-Ha habido árbitros que se han ido a destiempo, y su final no ha sido bueno. Me vienen a la mente los casos de Pedro Medina y Javier Méndez, que dejaron el béisbol justo en el momento indicado. Eso es grandioso para ellos, para su familia, para todos. La vida no se acaba cuando uno deja determinada actividad: a partir de ese momento se puede ayudar mucho también, y otros deberán asumir funciones que hasta ahora no tenían.
“Yo me sigo sintiendo parte del béisbol cubano, y quiero ayudar a que salgamos del bache en que estamos metidos. Insisto: estoy listo para cooperar cuando se me pida, no desde otro país, sino desde mi terruño. Siento que he sido un hombre honesto para con el arbitraje, y puedo decir que incluso en medio de la grave enfermedad de mi padre, durante los play offs, di el paso al frente que se requería. Que nadie lo malinterprete: el hecho de que ya no trabaje como árbitro, no quiere decir que no trabaje para el arbitraje. Todo lo contrario. Pero es tiempo de jubilarme. Mi agradecimiento total a la afición, y mis disculpas por haberme equivocado las veces que lo hice.