Me apasiona el béisbol, más que cualquier otro deporte, y más que la inmensa mayoría de las cosas que rodean mi vida y mi entorno. Por eso me dolió cuando fue eliminado del panorama olímpico para los juegos estivales de Londres 2012, y cifré mis esperanzas en que la elección de Tokio como la sede de los juegos de 2020 trajera como consecuencia la inclusión del deporte de las bolas y los strikes—cuya efímera presencia en las citas estivales se limitó apenas a cinco apariciones.

Sin embargo, una y otra vez, la acusación a la Major League Baseball de no permitir que sus mejores jugadores representen a sus respectivos países de orígenes, y el inicio del Clásico Mundial de Béisbol como competencia globalizadora del béisbol y atractivo principal pareció para muchos más bien una disculpa que un intento de popularizarlo.

Pero ¿es exclusivamente la MLB el organismo a culpar por el portazo del béisbol en JJ.OO.?

Por supuesto que no, si hubiese un organismo a culpar sería primeramente el propio Comité Olímpico Internacional por tener en el panorama estival disciplinas que satisfacen solamente el gusto y los intereses de unas pocas minorías (principalmente radicadas en Europa), como los deportes ecuestres, patrimonio del viejo continente. Poner en tela de juicio a la lucha, fue sin dudas una manera de decirle al béisbol-softbol —unidos en este intento— que no tenían cabida en el deporte bajo los cinco aros.

Otros organismos a culpar podrían ser incluso la Federación Internacional de Béisbol (IBAF por sus siglas en inglés) y las federaciones nacionales de algunos países, incluyendo a la de Cuba.

El béisbol no ha sido precisamente un ejemplo de organización y unidad en los últimos tiempos, y el panorama político entre Cuba y Estados Unidos, dos de las principales naciones en cuanto a la calidad de atletas en este deporte, no ha ayudado en nada. La MLB absorbe, durante prácticamente todo el año, talentos cubanos de todas las edades, que a diferencia de otros países, pasan a ser unos parias en su nación y no vuelven a representarla ni siquiera en el torneo internacional de más nivel, en Clásico Mundial de Béisbol.

Si bien las Grandes Ligas cuidan su espectáculo hasta el punto de no permitir que ciertos y determinados atletas (sobre todo lanzadores) representen a su país en un torneo creado y organizado por ellos mismos, otros deciden cuidarse y proteger sus contratos millonarios, es necesario además mirarnos todos por dentro, y pensar qué hemos hecho nosotros los cubanos para proteger la presencia del béisbol en las Olimpíadas.

Por ejemplo, nuestra falta de seriedad referente a nuestro campeonato nacional, que debería comenzar en octubre, pero cuya fecha de inicio ha sido incluso manipulada por algunos medios de prensa con el objetivo de obtener una revelación, hace sin dudas que muchos se cuestionen en realidad cuán importante es para nosotros. La reciente incursión en el Campeonato Mundial Sub-18, donde Cuba alcanzó la medalla de bronce detrás de Estados Unidos y Japón, puede calificarse de muy buena… lo alarmante es que Cuba asistió en calidad de país invitado porque no participó en el torneo anterior.

Y es precisamente el hecho de que el béisbol haya tenido tantas decepciones por situaciones económicas o políticas—algo que socava abiertamente cualquier aspiración olímpica de cualquier disciplina—puede haberse convertido en un obstáculo mucho mayor que la duración de los encuentros o la ausencia de las principales estrellas de la más fuerte liga del mundo.

Por mucho que amemos al béisbol, sería injusto —además de utópico— aspirar que pudiese desplazar a la lucha (precisamente a la lucha) entre las disciplinas olímpicas. La buena noticia es que ahora queda el WBC como principal competencia del béisbol a nivel de selecciones nacionales.