Aquellos dos dias
Aquellos dos días pasaron fugaces uno detrás del otro, pero esa brevedad los hizo eternos. Sin el primero no hubiera existido el segundo, sin el segundo no estuviera escribiendo estas notas y la historia de Los Alazanes en esta temporada ya tendría un fin.
Uno fue viernes, primero de abril, con Ciro Silvino en el box, una carrera por cero hasta el octavo inning, out tras out tejiendo una historia reciente que purgara viejos entuertos y quebrara esa “mala suerte” que se empeña en arrebatarle el coraje.
En aquel partido del viernes, se sentía la respiración entrecortada en las gradas y un silencio moribundo en la garganta de la multitud hasta que apareció un MILAGRO con un 54 en la espalda y al primer lanzamiento el grito de ¡SE VA, SE VA, SE FUE! Y un empate 1-1 en el Mártires de Barbados, un Hinojosa mustio y un Guantánamo herido en el pulmón.
Cuanta tensión en aquel partido del viernes, con el “rancho ardiendo” en el noveno, Indios y Alazanes abrazados a una carrera, y un Alaín Tamayo Espinosa con su recta de 94 millas y yo tomándome uno, dos, tres,… siete vasos de agua, y aquella algarabía alertándome del ponche y el ¡ahora sí ganamos!
Uno fue viernes, primero de abril, con Ciro Silvino en el box, una carrera por cero hasta el octavo inning, out tras out tejiendo una historia reciente que purgara viejos entuertos y quebrara esa “mala suerte” que se empeña en arrebatarle el coraje.
En aquel partido del viernes, se sentía la respiración entrecortada en las gradas y un silencio moribundo en la garganta de la multitud hasta que apareció un MILAGRO con un 54 en la espalda y al primer lanzamiento el grito de ¡SE VA, SE VA, SE FUE! Y un empate 1-1 en el Mártires de Barbados, un Hinojosa mustio y un Guantánamo herido en el pulmón.
Cuanta tensión en aquel partido del viernes, con el “rancho ardiendo” en el noveno, Indios y Alazanes abrazados a una carrera, y un Alaín Tamayo Espinosa con su recta de 94 millas y yo tomándome uno, dos, tres,… siete vasos de agua, y aquella algarabía alertándome del ponche y el ¡ahora sí ganamos!
Cuanto delirio en aquel partido del viernes, cuando en el décimo rollo Hinojosa rendido en su inconsistencia tiró una, dos, tres bolas y una curvita de chocolate a la altura de las letras para que el MILAGRO ADR54 le pusiera alas a la Mizuno-150 y el Barbados rompiera en un estampido brutal, delirante… intolerable, pero maravilloso.
Unos se abrazaban, otros se miraban incrédulos, otros gritaban, gritaban y volvían a gritar. ¡Qué fenómeno tan impresionante!
Unos se abrazaban, otros se miraban incrédulos, otros gritaban, gritaban y volvían a gritar. ¡Qué fenómeno tan impresionante!
Después de aquel partido del viernes ya todos sabíamos que el del sábado –dos de abril- no iba a ser como este, aunque tuviera morbo, aunque sobrara la adrenalina… ganáramos o perdiéramos. Y así fue.
Por eso el sábado no hubo tensión, incluso ni en la primera entrada cuando Lázaro Blanco Matos llenó las bases, y luego Manuel Vega Tamayo se apareció con pelotazo para forzar una carrera. No, nadie hizo caso de aquella escaramuza, porque La Pistola ajustó su mirilla y fulminó uno a uno a sus rivales.
El sábado fue un día para gozarlo de principio a fin, para que nunca hubiera silencio en las gradas, para que con el último out tirado por el corajudo Soto La O –a propósito doble play- se estremeciera la ciudad y toda Granma sintiera la sacudida.
No sé si habrá otros días como estos –si llegan bienvenidos sean-, pero el viernes y ayer sábado Los Alazanes rompieron mis estatutos, violentaron mi habilidad profesional y desordenaron la pausa que le había prometido a mi fanatismo. Lloré, reí, recé, maldije… y al final volví a mirarlos desde la penumbra de los desaciertos y me dije: si todos los días fueran ese viernes y este sábado de abril.
Por eso el sábado no hubo tensión, incluso ni en la primera entrada cuando Lázaro Blanco Matos llenó las bases, y luego Manuel Vega Tamayo se apareció con pelotazo para forzar una carrera. No, nadie hizo caso de aquella escaramuza, porque La Pistola ajustó su mirilla y fulminó uno a uno a sus rivales.
El sábado fue un día para gozarlo de principio a fin, para que nunca hubiera silencio en las gradas, para que con el último out tirado por el corajudo Soto La O –a propósito doble play- se estremeciera la ciudad y toda Granma sintiera la sacudida.
No sé si habrá otros días como estos –si llegan bienvenidos sean-, pero el viernes y ayer sábado Los Alazanes rompieron mis estatutos, violentaron mi habilidad profesional y desordenaron la pausa que le había prometido a mi fanatismo. Lloré, reí, recé, maldije… y al final volví a mirarlos desde la penumbra de los desaciertos y me dije: si todos los días fueran ese viernes y este sábado de abril.
Colaboración de Dario Miguel Morales Cabrera
1 Comentarios:
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Deja tu comentario28 de enero de 2017 a las 10:31 AM CST
Fue tremendo juego la emocion fue tanta que hasta los vendedores de mani aventaron los cucuruchos al aire las paersonas sin conoserce se abarasaban saltaban juntos por tanta alegria
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