¿Cuánto deben reforzarse los Leopardos para asistir a la primera Serie del Caribe tras 53 años de ausencia cubana?
El equipo de los Leopardos de Villa Clara no quiere ser un convidado de piedra en la próxima Serie del Caribe, a jugarse en Isla Margarita, Venezuela.
Y alista su maquinaria. Desde que a finales de noviembre de 2013 se supo la noticia del regreso de una novena cubana a la Serie del Caribe, el equipo dirigido por Ramón Moré cargó las pilas y mejoró de manera espectacular su juego.
Se conoce que el pitcheo de Villa Clara es el más completo del torneo local. Pero excepto su as, Freddy Asiel Álvarez, el resto del bullpen se mostraba poco efectivo.
Al bate, los actuales monarcas nacionales no son nada del otro jueves. Eso sí, pícaros al máximo. Corren bien las bases, tiene una tanda zurda de excelentes bateadores de contacto y un cuarto bate que apenas da jonrones, pero si usted desea buscar un hombre que le traiga la carrera a la hora cero, por favor, cuente con el inicialista Ariel Borrero.
Yulexis La Rosa, su receptor, no es segundo de nadie detrás del plato y tampoco un out por regla. Es un bateador decente y solo la maestría de Ariel Pestano lo tenía condenado a calentar el banco.
Cuando se confirmó que tras 53 años de ausencia Villa Clara representaría al béisbol cubano, el despegue en todos los órdenes de juego, defensa, ofensiva y pitcheo, ha sido simplemente monumental.
Ya en los primeros partidos de la segunda ronda, los Leopardos han arrancado con el voltaje alto. Bateando como nunca y jugando caliente en el terreno. Parecen fieras. Les pido que observen a su jardinero central, Yordanis Linares.
Se trata de un bateador zurdo de 20 años con swing ultrarrápido y una garantía por guante. De los talentos jóvenes en los jardines, después del cienfueguero Yasiel Puig y el villaclareño Leonys Martín, es el más impresionante de los últimos cinco años.
Pero a pesar de que Villa Clara está en un momento dulce, las autoridades deportivas, cronistas especializados y no pocos fanáticos abogan por reforzar a prueba de bomba al equipo naranja. Algo así como llevar a Isla Margarita a una novena Cuba disfrazada.
¿Estrellas o villareños?
Es cierto que las cláusulas de la Serie del Caribe permiten cambiar tantos jugadores como se desee. Hasta los 28, si el manager así lo estima, pueden ser sustituidos. La única premisa es haber jugado en la liga. Pero sucede que en Cuba se juega un béisbol diferente.
Mientras decenas de peloteros de calibre de ligas caribeñas prefieren enrolarse en los entrenamientos primaverales de la MLB o los dueños de organizaciones no los autorizan a participar en la Serie del Caribe, en la Isla el pelotero de provincia, excepto aquéllos que militan en el equipo nacional, tienen como único consuelo integrar una selección local que represente al país.
No es baladí: el salario actual de un pelotero cubano, de mil pesos, equivalente a 45 dólares, es la propina que suelen dejar muchos jugadores venezolanos o dominicanos cuando acuden a una discoteca.
Por otra parte, entre las autoridades existe una mentalidad de triunfalismo a ultranza. Por falta de información, por los años que la pelota criolla no topa con rivales profesionales y por la desconfianza en el desempeño de peloteros sin caché, ante cualquier competencia internacional, la Federación cubana siempre acude con la sempiterna selección nacional. Y la Serie del Caribe, a pesar de una merma cualitativa en los últimos años, tiene un nivel muy superior al de nuestra pelota. Muchas veces es una vitrina para los talentos de las ligas de invierno en el Caribe.
Pero es que incluso asistiendo con el equipo nacional, no se garantiza un buen resultado; además, se mata la pasión exhibida por un grupo de peloteros que se están entregando para representar con su franela una Serie del Caribe.
Villa Clara tiene un equipo competitivo. Quizás se pueda reforzar con dos bateadores de fuerza, un pitcher abridor y un matador. Pero manteniendo la base.
Algunos entendidos abogan por Víctor Mesa, DT de la selección nacional, como asesor de Ramón Moré. Otro desaguisado. Moré debe asistir con su cuerpo técnico. Se lo han ganado.
A la espera de que la Federación Cubana determine el número de refuerzos (recuérdese que ya Villa Clara cuenta con cuatro refuerzos que en la pasada campaña contribuyeron a ganar el campeonato), la afición polemiza sobre la necesidad de sustituir a jugadores regulares de la novena, que lo vienen haciendo de maravillas, por otros más encumbrados.
Si se apuesta por las estrellas de siempre, además de una injusticia, se corre el riesgo de que cuando se reanude la campaña, los peloteros villaclareños sustituidos jueguen a media máquina. El plantel naranja es el campeón del país. Y con las armas que tiene debe competir en Isla Margarita.
De un desempeño mediocre se pueden sacar buenas lecciones. Una victoria pírrica, en cambio, podría crear un juicio falso sobre la salud actual del béisbol cubano. Que gústenos o no, anda de capa caída.
El equipo de los Leopardos de Villa Clara no quiere ser un convidado de piedra en la próxima Serie del Caribe, a jugarse en Isla Margarita, Venezuela.
Y alista su maquinaria. Desde que a finales de noviembre de 2013 se supo la noticia del regreso de una novena cubana a la Serie del Caribe, el equipo dirigido por Ramón Moré cargó las pilas y mejoró de manera espectacular su juego.
Se conoce que el pitcheo de Villa Clara es el más completo del torneo local. Pero excepto su as, Freddy Asiel Álvarez, el resto del bullpen se mostraba poco efectivo.
Al bate, los actuales monarcas nacionales no son nada del otro jueves. Eso sí, pícaros al máximo. Corren bien las bases, tiene una tanda zurda de excelentes bateadores de contacto y un cuarto bate que apenas da jonrones, pero si usted desea buscar un hombre que le traiga la carrera a la hora cero, por favor, cuente con el inicialista Ariel Borrero.
Yulexis La Rosa, su receptor, no es segundo de nadie detrás del plato y tampoco un out por regla. Es un bateador decente y solo la maestría de Ariel Pestano lo tenía condenado a calentar el banco.
Cuando se confirmó que tras 53 años de ausencia Villa Clara representaría al béisbol cubano, el despegue en todos los órdenes de juego, defensa, ofensiva y pitcheo, ha sido simplemente monumental.
Ya en los primeros partidos de la segunda ronda, los Leopardos han arrancado con el voltaje alto. Bateando como nunca y jugando caliente en el terreno. Parecen fieras. Les pido que observen a su jardinero central, Yordanis Linares.
Se trata de un bateador zurdo de 20 años con swing ultrarrápido y una garantía por guante. De los talentos jóvenes en los jardines, después del cienfueguero Yasiel Puig y el villaclareño Leonys Martín, es el más impresionante de los últimos cinco años.
Pero a pesar de que Villa Clara está en un momento dulce, las autoridades deportivas, cronistas especializados y no pocos fanáticos abogan por reforzar a prueba de bomba al equipo naranja. Algo así como llevar a Isla Margarita a una novena Cuba disfrazada.
¿Estrellas o villareños?
Es cierto que las cláusulas de la Serie del Caribe permiten cambiar tantos jugadores como se desee. Hasta los 28, si el manager así lo estima, pueden ser sustituidos. La única premisa es haber jugado en la liga. Pero sucede que en Cuba se juega un béisbol diferente.
Mientras decenas de peloteros de calibre de ligas caribeñas prefieren enrolarse en los entrenamientos primaverales de la MLB o los dueños de organizaciones no los autorizan a participar en la Serie del Caribe, en la Isla el pelotero de provincia, excepto aquéllos que militan en el equipo nacional, tienen como único consuelo integrar una selección local que represente al país.
No es baladí: el salario actual de un pelotero cubano, de mil pesos, equivalente a 45 dólares, es la propina que suelen dejar muchos jugadores venezolanos o dominicanos cuando acuden a una discoteca.
Por otra parte, entre las autoridades existe una mentalidad de triunfalismo a ultranza. Por falta de información, por los años que la pelota criolla no topa con rivales profesionales y por la desconfianza en el desempeño de peloteros sin caché, ante cualquier competencia internacional, la Federación cubana siempre acude con la sempiterna selección nacional. Y la Serie del Caribe, a pesar de una merma cualitativa en los últimos años, tiene un nivel muy superior al de nuestra pelota. Muchas veces es una vitrina para los talentos de las ligas de invierno en el Caribe.
Pero es que incluso asistiendo con el equipo nacional, no se garantiza un buen resultado; además, se mata la pasión exhibida por un grupo de peloteros que se están entregando para representar con su franela una Serie del Caribe.
Villa Clara tiene un equipo competitivo. Quizás se pueda reforzar con dos bateadores de fuerza, un pitcher abridor y un matador. Pero manteniendo la base.
Algunos entendidos abogan por Víctor Mesa, DT de la selección nacional, como asesor de Ramón Moré. Otro desaguisado. Moré debe asistir con su cuerpo técnico. Se lo han ganado.
A la espera de que la Federación Cubana determine el número de refuerzos (recuérdese que ya Villa Clara cuenta con cuatro refuerzos que en la pasada campaña contribuyeron a ganar el campeonato), la afición polemiza sobre la necesidad de sustituir a jugadores regulares de la novena, que lo vienen haciendo de maravillas, por otros más encumbrados.
Si se apuesta por las estrellas de siempre, además de una injusticia, se corre el riesgo de que cuando se reanude la campaña, los peloteros villaclareños sustituidos jueguen a media máquina. El plantel naranja es el campeón del país. Y con las armas que tiene debe competir en Isla Margarita.
De un desempeño mediocre se pueden sacar buenas lecciones. Una victoria pírrica, en cambio, podría crear un juicio falso sobre la salud actual del béisbol cubano. Que gústenos o no, anda de capa caída.