Reza un proverbio, creo que italiano, que la venganza es un plato que se come frío. Y yo diría que caliente también, visto lo sucedido en la soleada tarde de este miércoles, en la que el equipo de Pinar del Río devolvió la afrenta de último minuto a su similar de Ciego de Ávila, en la continuación de la presente Serie Nacional.

Una vez más, seguir el duelo fue como estar montado en un cachumbambé. Arrancaron ambas novenas pisando el acelerador, y ya en el cuarto episodio los locales gozaban de una cómoda ventaja, que se vino abajo como castillo de naipes con los siete zarpazos de los Tigres.

Las artillerías de los dos lados se hicieron sentir. Fueron 32 imparables divididos a partes iguales los que hicieron desfilar a cinco lanzadores locales y a otros seis visitantes. Eso si, los cañones más afinados estuvieron en el bando verde, desde donde salieron cuatro batazos de vuelta completa.

Los de Donal Duarte y el refuerzo granmense Alfredo Despaigne no encontraron compañeros en circulación. Pero par de estacazos conectados por Yosvani Peraza encontraron a hombres en bases cada uno, y así el fornido receptor vueltabajero —desde hace un tiempo designado— sumó seis remolques para apuntalar su liderazgo con 56.

El tropiezo avileño se combinó con el desliz villaclareño en la valla de los Gallos espirituanos, para dejar momentáneamente solos a los muchachos de Industriales en el codiciado cuarto puesto de la tabla, pero a los Azules les faltó oportunidad en el bateo y se les trabó la escoba frente a los cienfuegueros.

La tanda gruesa yayabera se ensañó con el pitcheo de los Naranjas, pues Frederich Cepeda, Yulieski Gourriel y Eriel Sánchez llevaron la pelota más allá de los límites para propulsar hacia home dos, cuatro y tres carreras, respectivamente.