Ganar el torneo de la semana beisbolera de Harlem, Holanda, no representa un desquite de la última Copa del Mundo, ni de los Juegos Panamericanos, porque esos torneos están cerrados y los lugares ocupados en ellos no variarán por nada; pero sí representa un momento de recuperación, para el béisbol cubano.

“La alegría es el vino del espíritu” sostuvo nuestro héroe nacional, José Martí, en 1883, (tomo 8 página 409, obras completas), y ciertamente, el béisbol cubano estaba necesitado de esta alegría, para robustecer su espíritu, independientemente del rango que se le pueda conceder a este certamen por invitación.

No se deben lanzar campanas al vuelo; sin embargo, es un éxito nada despreciable, porque pudiera marcar un giro de los últimos resultados, si de ahora en lo adelante nos mantenemos en este sendero ganador; aunque nadie debe pensar que se pueda transitar solo con victorias, porque los participantes en certámenes internacionales, ahora tienen, al menos en algunos casos, peloteros con calidad y mucho talento, aunque no sean los mejores del país.

Por ejemplo, en Harlem se dieron cita cuatro buenos equipos: el de Cuba, en primer lugar, el de Puerto Rico, que demostró buen nivel colectivo y algunas individualidades notables. La selección universitaria de Estados Unidos, con hombres de 19, 20 y 21 años, igualmente, con muy buen desempeño de conjunto e individual, y gran futuro. Y Holanda, con la base del equipo que se tituló en la Copa del Mundo del año pasado en Panamá.

Después de varios años sin ganar ningún torneo con nuestro equipo principal, y jugando de abajo, porque perdimos los dos primeros desafíos, nuestro equipo supo crecerse a la hora de la verdad, y de ahí la alegría de todo el colectivo en torno a su director, Víctor Mesa.

En resumen, esta alegría del torneo en Harlem, en concordancia con la vigencia del pensamiento martiano, debe actuar como el vino para el espíritu del béisbol cubano.