Entre los méritos de la televisión , cabría señalar el acierto casi profético de transmitir, en las últimas semanas, agradables partidos de pelota. Esto bajo una lógica simple y efectiva, la misma que debiera regir todo lo concerniente a la Serie Nacional. Televisar a los líderes de la tabla y televisar a los equipos históricos.
De manera que en el Artemisa-Santiago del pasado martes, se nos vislumbró, de golpe, el nivel que nuestra liga pudiera ostentar, el talento innegable de nuestros jugadores y la realidad inconstrastable de por qué ninguna de las dos cosas se muestran con mayor asiduidad.
Se enfrentaban, vayamos a los hechos, Yadier Pedroso y la legendaria ofensiva indómita. Un estelar del box contra Bell, Olivera, Meriño, el ya comsumado Edilse Silva. Todos, sin excepción, entre los principales bateadores del país.
Y cuál fue el resultado. Pues un partido tenso, ameno, un partido de clase. Pedroso obtuvo la victoria, estrucó a 11, espació los cuatro indiscutibles de sus rivales, caminó la ruta completa y lució un tenedor y una velocidad que volvieron a confirmar lo que ya pocos cuestionan: el moreno de ojos grandes y ecuanimidad absoluta es, de lejos, el mejor pitcher de Cuba.
Olvídense de su promedio de carreras limpias, que no es malo (2.75), o de su liderazgo de ponches (62 en 55.2 entradas). Pedroso se ha vuelto número uno porque, además de inmejorables condiciones, la seguridad que muestra en sí mismo es aplastante. Así como su inteligencia. La inteligencia te permite, siempre, estar dos pasos por delante.
Pongamos un ejemplo: Alexei Bell lució terrible. Le endosaron dos ponches y cuando pudo conectar lo hizo para doble play. Pero cualquiera sabe que Bell no batea el rompimiento, que una buena slider, o la rareza de un tenedor efectivo, le deprimen el alma. Con su rapidez de brazos y su probada fuerza en las muñecas, el hombre es un homicida de la recta.
Pero Bell, en el mejor de los casos, enfrenta a Yadier Pedroso una vez por temporada, a lo sumo dos. Tal razón explica por qué su déficit no se ha resuelto aún, y por qué, muy probablemente, Bell -un jugador tan completo- se retirará sin saber batear rompimientos, su único gran defecto.
Tal razón explica también la pobre ofensiva de los equipos Cuba a nivel internacional. O, internamente, las cifras astronómicas, los promedios inflados, la ya prostituida barrera de los 300.
A Pedroso le dio hit Olivera, Meriño, Poll y Silva. Ningún improvisado. Porque la calidad suprime lo casual hasta los niveles que merece. El azar es precisamente eso: azar. Una cosa esporádica, un tanto imprecisa.
De manera que en el Artemisa-Santiago del pasado martes, se nos vislumbró, de golpe, el nivel que nuestra liga pudiera ostentar, el talento innegable de nuestros jugadores y la realidad inconstrastable de por qué ninguna de las dos cosas se muestran con mayor asiduidad.
Se enfrentaban, vayamos a los hechos, Yadier Pedroso y la legendaria ofensiva indómita. Un estelar del box contra Bell, Olivera, Meriño, el ya comsumado Edilse Silva. Todos, sin excepción, entre los principales bateadores del país.
Y cuál fue el resultado. Pues un partido tenso, ameno, un partido de clase. Pedroso obtuvo la victoria, estrucó a 11, espació los cuatro indiscutibles de sus rivales, caminó la ruta completa y lució un tenedor y una velocidad que volvieron a confirmar lo que ya pocos cuestionan: el moreno de ojos grandes y ecuanimidad absoluta es, de lejos, el mejor pitcher de Cuba.
Olvídense de su promedio de carreras limpias, que no es malo (2.75), o de su liderazgo de ponches (62 en 55.2 entradas). Pedroso se ha vuelto número uno porque, además de inmejorables condiciones, la seguridad que muestra en sí mismo es aplastante. Así como su inteligencia. La inteligencia te permite, siempre, estar dos pasos por delante.
Pongamos un ejemplo: Alexei Bell lució terrible. Le endosaron dos ponches y cuando pudo conectar lo hizo para doble play. Pero cualquiera sabe que Bell no batea el rompimiento, que una buena slider, o la rareza de un tenedor efectivo, le deprimen el alma. Con su rapidez de brazos y su probada fuerza en las muñecas, el hombre es un homicida de la recta.
Pero Bell, en el mejor de los casos, enfrenta a Yadier Pedroso una vez por temporada, a lo sumo dos. Tal razón explica por qué su déficit no se ha resuelto aún, y por qué, muy probablemente, Bell -un jugador tan completo- se retirará sin saber batear rompimientos, su único gran defecto.
Tal razón explica también la pobre ofensiva de los equipos Cuba a nivel internacional. O, internamente, las cifras astronómicas, los promedios inflados, la ya prostituida barrera de los 300.
A Pedroso le dio hit Olivera, Meriño, Poll y Silva. Ningún improvisado. Porque la calidad suprime lo casual hasta los niveles que merece. El azar es precisamente eso: azar. Una cosa esporádica, un tanto imprecisa.