Wilfredo Sánchez, Rigoberto Rosique y Félix Isasi integraron una tanda del terror en los gloriosos Henequeneros, hace más de tres décadas. Su impacto en el juego fue tremendo, manejaban todos los registros y tenían una facilidad increíble para entrar en circulación y llegar a salvo al plato.
En Matanzas se les recuerda por su tacto, coordinación, por los toques de pelota, la célebre técnica del timoneo con el bate, los corridos de bases, los robos, la bola escondida y, sobre todo, por su inteligencia, rasgo que les permitió martirizar a cuanto contrario enfrentaron, tanto dentro como fuera del país.
Hoy, los Cocodrilos cuentan con tres hombres que también representan un dolor de cabeza para los oponentes, e igualmente aspiran a marcar una época en el béisbol yumurino.
Hablamos de Ariel Sánchez, Yadiel Hernández y José Miguel Fernández, los tres mosqueteros de la era moderna, reconocidos por su bateo de largo alcance, velocidad y liderazgo en su plantel.
Una mirada a sus números asombra. Sin incluir el juego de ayer frente a la Isla de la Juventud, suman 50 inatrapables, 14 extrabases, cinco estafas en siete intentos, promedio de embasado de 526, 30 anotadas y 33 impulsadas, en estos últimos departamentos con guarismos muy cercanos o superiores a los de novenas completas como Holguín, Pinar del Río, Mayabeque, Isla de la Juventud e Industriales.
La clave del éxito radica en el trabajo diario y un entrenamiento fuerte, inculcado por el mentor Víctor Mesa durante cuatro años al frente de los Cocodrilos, una de las escuadras más cohesionadas del país, en la que todos tienen una tarea en cada jornada.
Fernández, por ejemplo, es el clásico motivador, y lo hace con naturalidad. “No tengo problemas con el rol de líder, tanto fuera como dentro del terreno, porque no todo es lo que se ve en el juego, hay otros factores externos que también inciden en el desempeño de los atletas”, señala el camarero, uno de los bateadores con mejor tacto, al punto de que todavía no se ha ponchado en 51 comparecencias al plato.
“Ahora fluyen mejor las cosas, tenemos más experiencia y aspiramos a llevarnos el campeonato con la unión como premisa. Nos entregamos en cada lance y en caso de lesión siempre hay otro listo para salir y mantener o superar el nivel; cada cual mantiene la atención en los partidos y no nos toma por sorpresa entrar al terreno en la circunstancia más tensa. Yo mismo puedo jugar en el campo corto, en segunda, en primera, hasta como receptor si se da el caso”, añade el zurdo de Colón.
Llama la atención del trío su oportunidad, pues han remolcado al 37 % de los hombres que han encontrado en posición anotadora, habilidad que atribuyen a la preparación psicológica.
“Me he preparado para traer a los hombres al home por cualquier vía. A veces sabes que tienes que dar una línea, otras solo con un rolling o un fly también logras tu objetivo. Además, nueve peloteros saltan al terreno, cada uno cumple su función y todos los días no te toca el mismo rol: cuando yo no impulso las carreras lo hace otro, de eso se trata un equipo”, explica el patrullero Yadiel Hernández.
La otra carta de la baraja es Ariel Sánchez, quien da continuidad a la saga de la familia Sánchez, estandarte del béisbol matancero y de toda la nación. Su capacidad de superación salta a la vista gracias a su despliegue con el madero, incluso de largo alcance, en una temporada donde no ha ocupado solo la función de designado.
“Jugar en los jardines no es nada nuevo, puedo llevar las dos cosas a la vez y mantener un nivel elevado en ambas funciones”, destacó Ariel, quien no ha cometido error en 87 entradas a la defensa en el bosque izquierdo.
En Matanzas se les recuerda por su tacto, coordinación, por los toques de pelota, la célebre técnica del timoneo con el bate, los corridos de bases, los robos, la bola escondida y, sobre todo, por su inteligencia, rasgo que les permitió martirizar a cuanto contrario enfrentaron, tanto dentro como fuera del país.
Hoy, los Cocodrilos cuentan con tres hombres que también representan un dolor de cabeza para los oponentes, e igualmente aspiran a marcar una época en el béisbol yumurino.
Hablamos de Ariel Sánchez, Yadiel Hernández y José Miguel Fernández, los tres mosqueteros de la era moderna, reconocidos por su bateo de largo alcance, velocidad y liderazgo en su plantel.
Una mirada a sus números asombra. Sin incluir el juego de ayer frente a la Isla de la Juventud, suman 50 inatrapables, 14 extrabases, cinco estafas en siete intentos, promedio de embasado de 526, 30 anotadas y 33 impulsadas, en estos últimos departamentos con guarismos muy cercanos o superiores a los de novenas completas como Holguín, Pinar del Río, Mayabeque, Isla de la Juventud e Industriales.
La clave del éxito radica en el trabajo diario y un entrenamiento fuerte, inculcado por el mentor Víctor Mesa durante cuatro años al frente de los Cocodrilos, una de las escuadras más cohesionadas del país, en la que todos tienen una tarea en cada jornada.
Fernández, por ejemplo, es el clásico motivador, y lo hace con naturalidad. “No tengo problemas con el rol de líder, tanto fuera como dentro del terreno, porque no todo es lo que se ve en el juego, hay otros factores externos que también inciden en el desempeño de los atletas”, señala el camarero, uno de los bateadores con mejor tacto, al punto de que todavía no se ha ponchado en 51 comparecencias al plato.
“Ahora fluyen mejor las cosas, tenemos más experiencia y aspiramos a llevarnos el campeonato con la unión como premisa. Nos entregamos en cada lance y en caso de lesión siempre hay otro listo para salir y mantener o superar el nivel; cada cual mantiene la atención en los partidos y no nos toma por sorpresa entrar al terreno en la circunstancia más tensa. Yo mismo puedo jugar en el campo corto, en segunda, en primera, hasta como receptor si se da el caso”, añade el zurdo de Colón.
Llama la atención del trío su oportunidad, pues han remolcado al 37 % de los hombres que han encontrado en posición anotadora, habilidad que atribuyen a la preparación psicológica.
“Me he preparado para traer a los hombres al home por cualquier vía. A veces sabes que tienes que dar una línea, otras solo con un rolling o un fly también logras tu objetivo. Además, nueve peloteros saltan al terreno, cada uno cumple su función y todos los días no te toca el mismo rol: cuando yo no impulso las carreras lo hace otro, de eso se trata un equipo”, explica el patrullero Yadiel Hernández.
La otra carta de la baraja es Ariel Sánchez, quien da continuidad a la saga de la familia Sánchez, estandarte del béisbol matancero y de toda la nación. Su capacidad de superación salta a la vista gracias a su despliegue con el madero, incluso de largo alcance, en una temporada donde no ha ocupado solo la función de designado.
“Jugar en los jardines no es nada nuevo, puedo llevar las dos cosas a la vez y mantener un nivel elevado en ambas funciones”, destacó Ariel, quien no ha cometido error en 87 entradas a la defensa en el bosque izquierdo.