Hay cosas que no nos gustan de la 58 Serie Nacional de Béisbol: le sobran boletos y le faltan jonrones; le sobra tiempo a cada partido y falta público en las gradas. Esas son realidades, solo algunas, que nos han golpeado durante ya varios años y que, por muchas vueltas que le hemos dado, no logramos solucionar.
Con las temporadas, hemos aprendido a vivir con choques de larguísima duración, tediosos, y con desagradables cifras de pasaportes gratis por encuentro, justamente una de las causas de que el promedio de duración de los duelos sobrepase, sin excesivos problemas, las tres horas.
La presente campaña ha comenzado con la misma tónica, muchos juegos de casi cuatro horas, solo unos cuantos definidos en menos de 180 minutos, y boletos, un sinfín de boletos, tantos que once escuadras han otorgado más de cuatro por cada nueve entradas, y cinco de ellas presentan promedios superiores a las cinco bases por desafío.
Sin duda, estas son cuestiones que alejan al público de los estadios y que disminuyen la atención, en sentido general, sobre el campeonato que, se supone, sea el mayor espectáculo deportivo de la nación.
Por ejemplo, si vamos a los números oficiales que la Comisión Nacional entrega diariamente, encontramos que en ocho de los 25 juegos efectuados han asistido mil o menos personas –en algunos ni siquiera se ha llegado a 500 aficionados–, cifras anémicas dado que estamos en pleno verano y que la lid acaba de comenzar.
No hay nada más desolador que en un estadio de la Serie Nacional en penumbras, sumido en un silencio que solo se rompe, ocasionalmente, cuando truenan los maderos.
Pero siempre hay detalles que nos rescatan del ocaso, que no nos dejan morir por completo. Por ejemplo, es válido ilusionarse con la faena del santiaguero Norge Carlos Vera en su primer duelo a este nivel, el cual solventó, frente al campeón nacional, a golpe de carácter, calma, confianza, control y velocidad.
El hijo del as Norge Luis Vera es una de las pinceladas a rescatar luego de las primeras jornadas de un torneo doméstico en el que, ojalá, las Avispas de Santiago de Cuba asalten de nuevo los planos estelares. Material tienen para ello, con una generación muy fuerte en el plano físico.
Y si de actuaciones colectivas hablamos, Villa Clara e Industriales, dos de los históricos de la pelota nacional, encandilaron a su gente en un fin de semana pletórico, con barrida incluida y presentación desde el banquillo de Eduardo Paret y Rey Vicente Anglada, ídolos en el diamante que prueban suerte como estrategas.
Ya el mítico 36 de los Leones conoce las labores. Fue campeón en tres oportunidades hace una década, al frente de una de las selecciones azules más poderosas de la historia, y ahora va por más, con la misma filosofía y confianza en sus hombres. Paret, por su parte, debutó en grande, apoyado en la estelar hornada de lanzadores (permitieron solo par de anotaciones en 28 capítulos) con que cuentan los Leopardos del centro.
No dejar atrás en la carrera a los Cazadores de Artemisa, los otros que pasaron la escoba en los primeros compromisos particulares. Danny Valdespino ha encontrado la fórmula exacta para sacar mucho de un elenco que, en los papeles, no parece tan sólido.
Queda mucho camino por recorrer y, esperemos, más historias positivas que contar. De momento, aunque nos falten los jonrones y nos sobren los boletos, no cerremos los ojos al béisbol, todavía le queda por mostrarnos.
Con las temporadas, hemos aprendido a vivir con choques de larguísima duración, tediosos, y con desagradables cifras de pasaportes gratis por encuentro, justamente una de las causas de que el promedio de duración de los duelos sobrepase, sin excesivos problemas, las tres horas.
La presente campaña ha comenzado con la misma tónica, muchos juegos de casi cuatro horas, solo unos cuantos definidos en menos de 180 minutos, y boletos, un sinfín de boletos, tantos que once escuadras han otorgado más de cuatro por cada nueve entradas, y cinco de ellas presentan promedios superiores a las cinco bases por desafío.
Sin duda, estas son cuestiones que alejan al público de los estadios y que disminuyen la atención, en sentido general, sobre el campeonato que, se supone, sea el mayor espectáculo deportivo de la nación.
Por ejemplo, si vamos a los números oficiales que la Comisión Nacional entrega diariamente, encontramos que en ocho de los 25 juegos efectuados han asistido mil o menos personas –en algunos ni siquiera se ha llegado a 500 aficionados–, cifras anémicas dado que estamos en pleno verano y que la lid acaba de comenzar.
No hay nada más desolador que en un estadio de la Serie Nacional en penumbras, sumido en un silencio que solo se rompe, ocasionalmente, cuando truenan los maderos.
Pero siempre hay detalles que nos rescatan del ocaso, que no nos dejan morir por completo. Por ejemplo, es válido ilusionarse con la faena del santiaguero Norge Carlos Vera en su primer duelo a este nivel, el cual solventó, frente al campeón nacional, a golpe de carácter, calma, confianza, control y velocidad.
El hijo del as Norge Luis Vera es una de las pinceladas a rescatar luego de las primeras jornadas de un torneo doméstico en el que, ojalá, las Avispas de Santiago de Cuba asalten de nuevo los planos estelares. Material tienen para ello, con una generación muy fuerte en el plano físico.
Y si de actuaciones colectivas hablamos, Villa Clara e Industriales, dos de los históricos de la pelota nacional, encandilaron a su gente en un fin de semana pletórico, con barrida incluida y presentación desde el banquillo de Eduardo Paret y Rey Vicente Anglada, ídolos en el diamante que prueban suerte como estrategas.
Ya el mítico 36 de los Leones conoce las labores. Fue campeón en tres oportunidades hace una década, al frente de una de las selecciones azules más poderosas de la historia, y ahora va por más, con la misma filosofía y confianza en sus hombres. Paret, por su parte, debutó en grande, apoyado en la estelar hornada de lanzadores (permitieron solo par de anotaciones en 28 capítulos) con que cuentan los Leopardos del centro.
No dejar atrás en la carrera a los Cazadores de Artemisa, los otros que pasaron la escoba en los primeros compromisos particulares. Danny Valdespino ha encontrado la fórmula exacta para sacar mucho de un elenco que, en los papeles, no parece tan sólido.
Queda mucho camino por recorrer y, esperemos, más historias positivas que contar. De momento, aunque nos falten los jonrones y nos sobren los boletos, no cerremos los ojos al béisbol, todavía le queda por mostrarnos.