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Noticias sobre el béisbol cubano

Se rompe la burbuja

Se rompe la burbuja
Hubo un tiempo en que los niños en Cuba soñaban con llegar a la Serie Nacional, abrirse camino hacia el equipo Cuba y decidir un partido importante —con un cuadrangular o un fildeo— contra Estados Unidos, o Japón, frente a toda la televisión nacional, como para que nadie se lo perdiera. Eran tiempos, también, en los que un partido entre Cuba y Estados Unidos hacía que se llenara cualquier parque beisbolero en la Isla, desde el Estadio Latinoamericano hasta el Estadio José Antonio Huelga, justo como se llenó el BB&T Ballpark en Charlotte, Carolina del Norte, en el más reciente Tope Bilateral entre Cuba y el equipo universitario de Estados Unidos.

El viaje cubano para enfrentar al USC (US Collegiate Team) estuvo marcado desde un inicio por la deserción de Yadiel Hernández, uno de los que estaba previsto para alinear de regular, quien abandonó la selección antes del Play Ball inicial. Dos días después, la noticia de que Luis Yander La O había seguido sus pasos dejó a todos atónitos, ¿o no?

Resulta que ya ha dejado de ser noticia cuando un pelotero cubano abandona el país, o una delegación. En un inicio la notica era recibida con asombro, y provocaba shocks y rechazo, luego pasó a ser aceptada y ha caído ya en la total diferencia. La gente se sumergió en los resultados de la Copa América de Fútbol y dejó a un lado al béisbol y su mala fortuna.

Hacia finales de los años 80, el referente cubano en Grandes Ligas del que se comentaba era sin dudas José Canseco, dueño de un físico adónico, capaz de disparar largos batazos y de robar bases con la misma frecuencia. Sin embargo, era un referente poco veraz, y no por los asuntos del dopaje, sino porque no se trató de un pelotero formado en Cuba. No fue hasta la salida de René Arocha, Osvaldo Fernández (el zurdo y el derecho), Rolando Arrojo y los hermanos Liván Hernández y Orlando “El Duque” Hernández que comenzó a destaparse la caja de pandora, aunque en honor a la verdad no fue a otros que a los protagonistas de Brothers in Exile a quienes les fue verdaderamente bien. Los demás dieron tumbos pero no llegaron a ser las grandes celebridades.

Faltaba precisamente la explosión de un jugador de posición (Rey Ordoñez logró el Guante de Oro, pero su ofensiva fue atroz), pero además, de un pelotero que lograra que el mundo del béisbol se enamorara perdidamente de él… una explosión que llegaría luego.

Mientras tanto, comenzaron entonces a hacerse visibles los problemas del béisbol cubano. Enfrentémoslo, no se trató solamente de los peloteros que comenzaron a tomar otro camino, sino de la inserción de jugadores rentados en el panorama competitivo internacional, peloteros más curtidos en los sistemas de granjas de las Grandes Ligas, y algunos hasta con experiencia en el Big Show. Dos fuerzas mayores de mucho peso sin dudas comenzaron a hacer mella en los resultados del béisbol cubano a nivel internacional.

Esto puede llegar a sonar a cinismo, pero ¿realmente tuvimos un dominio legítimo en las competencias internacionales?

La respuesta es no, por dura que pueda parecer. Mientras los demás países perdían a sus mejores peloteros año tras año, rumbo al profesionalismo, nuestros atletas —y nosotros, los fans— vivieron protegidos dentro de la burbuja de la ignorancia. Conocían de la existencia de las Grandes Ligas, pero ¿cómo realmente podían informarse? Hoy la información vuela por el éter a través de las redes WiFi, y el escenario es distinto, pero hacia finales de los 80 y durante gran parte de los años 90, los equipos cubanos fueron casi invencibles en juegos oficiales. A diez años se extendió la racha en la que Cuba no conoció la derrota en un partido oficial. Comenzó luego del fatídico jonrón de Ty Griffin en Indianápolis 1987 y terminó con una aplastante derrota 11-2 de Japón en Barcelona 1997. Jamás olvidaré esa tarde, cuando los nipones castigaron a un lanzador cubano detrás de otro mientras sus serpentineros se encargaban de retirar con facilidad a todos y cada uno de los cubanos.

Lo cierto es que ese fue en parte el momento del despertar, un despertar que se rehusó a venir cuando el equipo universitario de Estados Unidos aplicó un escobazo de leyenda en Millington 1995, y se rehusó a venir precisamente porque un año después la nación caribeña se coronó de manera invicta en la cita estival de Atlanta 1996. Siempre hubo suerte… o fue precisamente esa superioridad que tenían los cubanos por encima de los demás países, dada la posibilidad de presentar, evento tras evento, lo mejor que tenían en sus tropas. Salvo un puñado de peloteros que abandonaban el país —que no era siquiera uno al año— u otros que sencillamente no gozaban de las simpatías de los seleccionadores (o eran perjudicados por el infame status de “no confiable”) para integrar el equipo, las selecciones cubanas que participaban en las competiciones desde los Topes Amistosos, los Juegos Centroamericanos y del Caribe, Panamericanos, Olimpíadas, Intercontinentales o Mundiales, estaban armadas con lo mejor del parque artillero de la nación.

Era un equipo para jugar el Clásico Mundial de Béisbol, y en su defensa hay que decir que pese a que les costaba trabajo vencer a los bisoños del USCT, se veía una maldad y una picardía en la forma de jugar de estos peloteros que estaba motivada fundamentalmente por los buenos entrenadores y por la existencia de una Serie Selectiva o una Súper Selectiva que hacía precisamente que los lanzadores no tuviesen respiro a la hora de enfrentarse a la tanda de cualquier equipo, como mismo le sucedía al bateador, pues detrás de un buen abridor aparecía un mejor relevista.

Es imposible y contraproducente ver este fenómeno por sus aspectos por separado, cuando realmente se trata de una maquinaria que se presentó defectuosa precisamente por el mal funcionamiento de varias de sus piezas.

Winnipeg 1999 vino para confirmar que Cuba no volvería a ganar jamás un torneo de nivel de manera arrolladora, y Sidney 2000 trajo una derrota en fase eliminatoria contra Holanda (en aquel momento por casualidad, hoy por causalidad) y otra en la final contra Estados Unidos y Ben Sheets, que dieron por roto el encantamiento, dando paso a los años más difíciles del béisbol cubano: los que vivimos hoy.

El primer gran golpe del Siglo XXI se produjo precisamente cuando José Ariel Contreras abandonó el país en busca del sueño de las Grandes Ligas. Se trataba del mejor lanzador de Cuba, aquel al que parecía imposible derrotar, que recibía la bola internacionalmente en los partidos complicados, como en la final de Winnipeg o aquella semifinal contra Japón en la Copa Mundial de 2001. Se trataba además de un símbolo como atleta que era esgrimido como un estandarte político, por lo que el impacto fue aún mayor.

Justo luego de Contreras, Kendrys Morales abandonó el país, otro fuerte impacto debido a que se trataba del Golden Boy, el chico a quien todos admiraban, a quien todos veían como el futuro salvador del turno de cuarto bate en el equipo Cuba, luego del retiro masivo de figuras veteranas pero de probada valía como Germán Mesa, Luis Ulacia, Antonio Pacheco, Omar Linares y Orestes Kindelán, poco tiempo después de que ellos mismos llevaran a la selección a ganar una corona que más que nada se antojaba esquiva.

Y claro, el momento que de veras marcó el antes y el después: el Clásico Mundial de Béisbol de 2006, cuando los cubanos tuvieron la oportunidad de enfrentarse al talento de las Grandes Ligas, y ser competitivos al punto de dejar en el camino a Venezuela, Puerto Rico y República Dominicana, equipos cuajados hasta la médula de peloteros de la Gran Carpa.

Nadie imaginó que el espejo del voleibol se volvería en contra del béisbol cubano, sobre todo porque no se podía comparar un deporte de laboratorio con uno que el cubano lleva en la sangre, y el talento es prácticamente innato.

No fue, sin embargo, hasta la aparición en las Mayores de talentos como Aroldis Chapman, Alexei Ramírez, Yoenis Céspedes y Yasiel Puig que explotó el polvorín que envió a los peloteros cubanos volando… o mejor dicho, navegando en todas direcciones. José Dariel Abreu, Adeiny Hechavarría, Leonis Martín, Yunel Escobar, Alex Guerrero, Yasmani Tomás… todos vinieron a confirmar algo: el talento de los peloteros cubanos es innegable, y fue su estancamiento durante años en la liga cubana, apenas sin ver peloteros profesionales, más el hecho de que en algunos casos la salida del país fue un poco tardía, lo que hizo que los peloteros de los 90 no tuviesen el éxito de los de ahora.

Pero estos tienen una formación distinta, son más grandes y más fuertes, mejor preparados técnicamente y con la experiencia de haberse visto las caras, al menos una vez, con peloteros rentados antes de abandonar el país. Sin embargo, son precisamente las causas de estas virtudes que los hacen tan buenos hoy para el béisbol rentado, los motivos colaterales para llevarlos precisamente a tomar esta dirección: verse las caras con peloteros profesionales, ver cómo se conducen en el terreno, y sobre todo saber de sus condiciones de vida. Tener noticias sobre los éxitos de otros cubanos en tierras lejanas no hace sino pensar detenidamente en tomar esta decisión.

Seamos honestos con nosotros mismos. Todos los que amamos el béisbol durante nuestra niñez tuvimos la fantasía de anotar victoriosos tras un cuadrangular enorme contra los Industriales en la final de un campeonato. Así nos vimos muchos—sobre todo los que no somos fanáticos a los azules— en algún momento, en el que precisamente estábamos condicionados por el hecho de que no sabíamos absolutamente nada del béisbol de las Mayores. Sin juegos de video, sin imágenes procedentes de MLB Advanced Media, con información ultra limitada, era casi imposible saber que había dos ligas en The Show, o que en una liga había bateador designado y en la otra no.

Ese cuadrangular espectacular que soñamos, nos llevó a ganar la Serie Nacional, o la Súper Selectiva, y por ende, nos abrió las puertas del equipo Cuba, donde tuvimos la oportunidad de enfrentar al monstruo, a aquel conjunto universitario de Estados Unidos que había barrido al equipo cubano. Orgullo nacional herido, bate en mano en un momento crítico del juego, vendríamos a deshacer el ultraje, y desapareceríamos una recta de 100 millas por hora lo más lejos posible por el mismo jardín central, para pisar el plato, abrazar a los compañeros de equipo y regresar a casa victoriosos.

Ahora podríamos terminar nuestro experimento poniéndonos la mano en el centro del pecho y preguntándonos: ¿Es esto lo que sueñan todos los jóvenes peloteros cubanos?

Unos ni siquiera llegan al final de su primera temporada, por lo que es evidente que no soñaron ganarle el campeonato a los Industriales; otros no piensan en el orgullo nacional, sino en cómo lucirían mejor para atraer la vista de algún cazatalentos presente en el torneo; mientras que otros no piensan en regresar, se gane o se pierda. Y entonces, antes de juzgarlos, deberíamos entonces preguntarnos: ¿seríamos capaces todos de resistir todas las tentaciones que conllevan esas ofertas millonarias en términos de dinero, seguridad y nivel de juego?

Hoy no podemos darnos el lujo de convertirnos en ilusos. Es cierto que para este último tope contra el USCT el abandono de la delegación por parte de Yadiel Hernández sacó de paso a los jugadores, pero no podemos culparlo por el no-hit-no-run que propinaron los lanzadores norteños, como tampoco podemos responsabilizarlo por las dos derrotas que siguieron, y lo mismo va para Luis Yander La O. Incluso, desconocemos si hubo algún tipo de presión por la presencia de scouts, o las típicas presiones ejercidas por el personal que viaja con el equipo, pero en algunos momentos parecía que los peloteros tenían sus mentes en otro lado.

Ni siquiera esto puede servir de excusa para las derrotas. Con toda honestidad, cero-cero aparte, a este equipo no le fue mucho peor este año por tierras norteñas que lo que les iba a aquellas maquinarias armadas por los Linares, Pacheco, Kindelán, Lázaro Vargas y compañía. Dos victorias y tres derrotas en territorio norteamericano no están nada mal para un equipo que —contrario a sus homólogos del pasado— tuvo dos deserciones y ha sido víctima constante en los últimos años del desangramiento de sus mejores atletas a manos de las gruesas billeteras de los gerentes generales de la Major League Baseball.

¿Habrá alguna solución? Puede ser la pregunta que ronda en la cabeza de muchas personas, y la respuesta es simple pero a la vez dolorosa y desalentadora. Las autoridades cubanas no tienen esa solución en sus manos. Ya no: 2006 está muy distante en el pasado.

No se trata de defenderlos, porque de las muchas cosas reprochables de su proceder ha sido sin lugar a dudas su falta manifiesta de movilidad. El punto es que por mucho que se proponga ahora la Federación Cubana de Béisbol a efectuar cambios destinados a mejorar la calidad de un béisbol cubano que debería estar dispuesto a acoger el regreso de aquellos que se han ido y no han logrado triunfar en tierras de ultramar, haría falta el apoyo directo de capital extranjero para asegurar la sostenibilidad económica y financiara del fenómeno… y por supuesto, el fin del bloqueo.

Lo cierto es que mirando hacia hace poco más de veinte años, esa burbuja que nos mantenía en la felicidad de la ignorancia de creernos que éramos invencibles en el béisbol, de tener la certeza de que en caso de enfrentarnos a un equipo nacional integrado por los mejores peloteros de Grandes Ligas saldríamos victoriosos y relucientes, o de estar convencidos de que ningún pelotero de las Mayores era mejor que los nuestros, se ha deshecho. No se sabe si fueron los vientos que soplaron en los años 90, o la salida de Contreras o Kendrys, o la explosión ofensiva de Céspedes o Puig, o la velocidad supersónica de Chapman. Lo que se sabe es que ya no lo creemos, ya a muchos no les duele como antes, y a otros (que es lo peor) no les importa.

La nación que acoge como hijos honoríficos a Pelé, Raúl o Sergio Ramos, pero que a la vez le da tratamiento silencioso a Ken Griffey Jr, Barry Larkin o Devon White, no puede aspirar a volver a los planos estelares del béisbol internacional si no es capaz de hacer que sus jóvenes vuelvan a enamorarse de él o de cambiar para siempre y de manera radical cosas que hasta hace poco tiempo parecía descabellado proponer. El tope bilateral contra el USCT es apenas la muestra de lo que puede pasar en cualquier otro escenario, este equipo cubano es sin dudas lo mejor que puede armarse en las condiciones actuales y con las filosofías imperantes.

¿Corre Cuba el riesgo de no presentar el béisbol a una cita multideportiva como los Juegos Panamericanos o incluso los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 si se juega el yakyu en tierras niponas? ¿Corre el riesgo de perder posiciones internacionalmente al punto de no pasar de la primera ronda en el Premier 12 o de tener que jugar un Torneo Clasificatorio para el Clásico Mundial de Béisbol de 2021? ¿Se corre el riesgo de jugar una Serie Nacional cada vez más decadente, año tras año? Todas estas preguntas arrojan una misma respuesta directa, y esta no parece ser nada feliz: sí, a todas ellas.

10 Comentarios:

Se rompe la burbuja: 4.3 de 5.0 basado en 3 votos en 10 comentarios.
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Leoglass
9 de julio de 2015 a las 05:55 PM CDT
Se Creian que cualquier pelotero cubano era mejor que una super Estrella de grandes ligas pj eso era lo que las autoridades cubanas le vendian al pueblo cubano y ahora el pueblo se da Cuenta del engano Alfonso urquiola tiene razon en lo que dijo
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Alex
9 de julio de 2015 a las 07:56 PM CDT
Y todavía hay jente engañada en este pueblo que cree todavía el cuento que a orar linares le pusieron un cheque en blanco. Y viven en este país y saben como es el mecanismo de grandes ligas para Y las complicaciones para que un Cubano se haga agente libre. Linares creo que tenia más condiciones que muchos que an firmado pero de ahí a un cheque en blanco va mucho
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Raul
9 de julio de 2015 a las 08:42 PM CDT
Unos de lo es escritos mas acertados que he leido hay mucha gente que necesita leerlo, para darse cuenta de realmente lo que esta pasando en nuestro beisbol y nuestros peloteros tienen y han tenido una calidad excelente incluso todos saben que antes del 59 brillaban en la gran carpa no nos ha pasado mas nada que atrasarnos jugando con categorias inferiores a nosotros y enganando a la aficion haciendonos creer que no habia mas techo y lo que es peor aun, si tu no compites con un rival de tu estatus terminas por estancarte o atrasarte.En Cuba hay y han habido mucho peloteros listos para la MLB pero no todos, no se enganen en general yo considero en sentido general un nivel clase A a Cuba en estos momentos siendo generoso.
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El Perro Azul
9 de julio de 2015 a las 10:06 PM CDT
Alex, es verdad el cheque en blanco se lo pusieron a Vargas.
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Balma40
9 de julio de 2015 a las 10:54 PM CDT
Este es un articulo muy acertado, sin embargo no se puede negar que los peloteros seleccionados al equipo Cuba en los 70, 80 y 90, todos tenian calidad para jugar en grandes liga, aunque se enfrentaban a equipos de menor calidad en la arena internacional, recodemos los grandes juegos contra los profesionales venezolanos y contra los senadores de san juan
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Carlos
10 de julio de 2015 a las 12:27 AM CDT
No hablen tanta mierda
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ExcelentePalestino De Granma
10 de julio de 2015 a las 07:30 AM CDT
Balma, los equipos Cuba siempre han sido professionales. Todos los peloteros que han formado parte del elenco Cubano lo unico que han hecho en su vida es jugar pelota. Si, lo que les pagaba el inder es una miseria, pero el hecho de que lo unico que hacian es jugar pelota y cobrar un sueldo los hacen professionales. Linares, Pacheco, Kindelan etc eran profesionales, no lo dudes.
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Rigoberto Flores Bosque
10 de julio de 2015 a las 09:55 AM CDT
Un real y certero artículo. La verdad expuesta. Sobran palabras.
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NormalRamon J Lima
10 de julio de 2015 a las 11:22 AM CDT
Todos los cubanos devemos protestar contra Univision y sobre todo el programa despierta America y el gordo y la flaca por reirse los cubanos por la artuacion de iquipo furbol de cuba.
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ExcelenteMaykel
11 de julio de 2015 a las 06:36 AM CDT
Un gran artículo. Creo que ya es hora de cambiar la política del deporte cubano. Lo que hay que mantener es lo más noble de esa política que todos los cubanos tengan derecho y acceso a prácticar deportes pero en el alto rendimiento es otra cosa . Las autoridades tienen que darse cuenta que los deportistas de alto rendimiento en Cuba son profesionales porque viven de eso y entonces no tiene nada de malo que como profesionales quieran jugar en las mejores ligas y en donde mejor les paguen pero eso no quita que no quieran representar a su país en un torneo internacional. Por ejemplo los jugadores de fútbol son millonarios y cuando son convocados por sus paises van y lo hacen con orgullo
Por eso ya es hora de abrir la mente y dejar las utopías, para que volvamos a recuperar el nivel del béisbol cubano a nivel nacional e internacional hay que dejar que los cubanos que juegan en otras ligas puedan representar a nuestro país. Dejen de hacer política con el deporte y seguro que volveremos a la élite mundial calidad nos sobra
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