Resulta todo un axioma en el béisbol: es muy difícil ganar bateando solo un par de jits.
Y es rigurosamente cierto. Si algo se cumple inexorablemente en este difícil deporte es el adecuado e imprescindible balance entre ofensiva y defensa, incluido en esta última el pitcheo, como condición para aspirar a la victoria con un alto porcentaje de probabilidades.
Lo común es ver a un equipo desarrollar un ataque de no menos de ocho a diez imparables —con uno o dos cuadrangulares— y ganar el juego sin muchos contratiempos. La famosa "Aplanadora" de los santiagueros salió airosa en más de una Serie Nacional apoyada en la fuerza de sus bateadores (Pacheco, Kindelán, Pierre, Fausto, Meriño), capaces de fabricar carreras a granel para compensar algunas debilidades en sus lanzadores.
Las estadísticas no mienten, mucho me-nos cuando están rubricadas por un especialista como Yirsandi Rodríguez Hernández, quien se dedicó a la ardua tarea de recopilar cuántas veces, en los últimos 20 años, se ha producido un resultado a favor de un conjunto cuyos integrantes solo conectaron un par de indiscutibles.
No abundan, realmente. Solo en 26 ocasiones un seleccionado salió airoso a pesar de una producción ofensiva de solo dos jits. De ellos, 17 finalizaron por la vía de la blanqueada para el elenco derrotado. En cuatro oportunidades el desaparecido conjunto Habana triunfó con esa escasa ofensiva, lo cual resulta lógico pues el pitcheo era el arma principal de los habanistas y el ataque, su mayor debilidad.
Una curiosidad: en el año 2001, los Industriales superaron a Pinar del Río 1-0 bateando solo dos jits, ambos del actual mentor Lázaro Vargas, quien también remolcó la única carrera del desafío. No hay duda, el axioma se cumple: es muy difícil ganar en el béisbol con una ofensiva escasa. Lo juicioso, si se quiere triunfar, es conciliar un pitcheo que detenga a los rivales y una ofensiva capaz de colocar carreras en el pizarrón. Esa es la verdadera clave del éxito. La historia de nuestras Series Nacionales lo demuestra.
Y es rigurosamente cierto. Si algo se cumple inexorablemente en este difícil deporte es el adecuado e imprescindible balance entre ofensiva y defensa, incluido en esta última el pitcheo, como condición para aspirar a la victoria con un alto porcentaje de probabilidades.
Lo común es ver a un equipo desarrollar un ataque de no menos de ocho a diez imparables —con uno o dos cuadrangulares— y ganar el juego sin muchos contratiempos. La famosa "Aplanadora" de los santiagueros salió airosa en más de una Serie Nacional apoyada en la fuerza de sus bateadores (Pacheco, Kindelán, Pierre, Fausto, Meriño), capaces de fabricar carreras a granel para compensar algunas debilidades en sus lanzadores.
Las estadísticas no mienten, mucho me-nos cuando están rubricadas por un especialista como Yirsandi Rodríguez Hernández, quien se dedicó a la ardua tarea de recopilar cuántas veces, en los últimos 20 años, se ha producido un resultado a favor de un conjunto cuyos integrantes solo conectaron un par de indiscutibles.
No abundan, realmente. Solo en 26 ocasiones un seleccionado salió airoso a pesar de una producción ofensiva de solo dos jits. De ellos, 17 finalizaron por la vía de la blanqueada para el elenco derrotado. En cuatro oportunidades el desaparecido conjunto Habana triunfó con esa escasa ofensiva, lo cual resulta lógico pues el pitcheo era el arma principal de los habanistas y el ataque, su mayor debilidad.
Una curiosidad: en el año 2001, los Industriales superaron a Pinar del Río 1-0 bateando solo dos jits, ambos del actual mentor Lázaro Vargas, quien también remolcó la única carrera del desafío. No hay duda, el axioma se cumple: es muy difícil ganar en el béisbol con una ofensiva escasa. Lo juicioso, si se quiere triunfar, es conciliar un pitcheo que detenga a los rivales y una ofensiva capaz de colocar carreras en el pizarrón. Esa es la verdadera clave del éxito. La historia de nuestras Series Nacionales lo demuestra.
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