A la vertiginosa velocidad de un sprint en la carrera del hectómetro se fue el primer tercio de la 52 Serie Nacional de Béisbol, la cual, con casi total certeza, pasará a la posteridad, precisamente, por el ritmo intenso que cada novena tuvo que imprimir a su juego en aras de no descolgarse en la lucha por la clasificación, así como otros detalles muy a la vista en las cinco subseries iniciales.

Ernesto Molinet lidera los jonroneros con cinco vuelacercas para la causa de los inspirados Huracanes de Mayabeque.

La pobre ofensiva, el inestable performance de los elencos con mayor tradición en nuestros campeonatos y la satisfactoria galopada inicial de conjuntos sin grandes opciones, según los pronósticos precompetencia, distinguen al joven torneo de las bolas y los strikes, radicalmente opuesto a las versiones anteriores.

Muy pocos se aventuraron a colocar con diez sonrisas en 15 pleitos a Isla de la Juventud, con abundantes figuras de escaso bregar en la máxima categoría del béisbol cubano, de ellos tres novatos y otros 12 jugadores que solo tienen una campaña sobre sus hombros.

Sin embargo, la experiencia de Armando Johnson en labores de dirección, sacando lo mejor de cada pelotero, coloca a los pineros en la cima, abrazados con los Indios guantanameros, casi imbatibles en casa (7-2), y un juego por delante de Cienfuegos, Matanzas, Sancti Spíritus y Mayabeque, estos últimos invictos en dos subseries como locales.

Destaca también el repunte de Pinar del Río —seis sonrisas en línea—, apoyado en el despertar de sus bateadores y el poderío de un cuerpo de pitcheo con cuatro abridores de alto calibre como Vladimir Baños, Yosvani Torres, Erlis Casanova y Julio Alfredo Martínez, quienes ya suman seis éxitos en cien entradas de labor.

Del resto, sobresale la inestabilidad de avileños e industrialistas, finalistas en el pasado curso, así como de dos históricos, actualmente en horas bajas, Santiago de Cuba y Villa Clara, necesitados de engrasar su maquinaria en pos de superiores dividendos, sobre todo madero en ristre, pues muestran pobre rendimiento: 241 de average los naranjas (penúltimos) y 124 hombres dejados en base los indómitos, terceros en ese negativo apartado.

Precisamente, muy por debajo del pitcheo anda la ofensiva, aunque, en honor a la verdad, tengo la percepción de que no son tan buenos nuestros lanzadores ni tan notable su mejoría, como nunca fueron tan buenos los bateadores en las ediciones precedentes, matizadas por exuberantes promedios ofensivos y desorbitada cantidad de cuadrangulares.

Las deficiencias en ambos bandos se mantienen. Los lanzadores necesitan pensar mejor desde el punto de vista táctico, ser ecuánimes, diversificar su repertorio y economizar energías en los partidos, mientras los toleteros deben realizar ajustes sobre la marcha, conservar la paciencia y la disciplina y aumentar la capacidad de trabajar en conteo.

No son tareas de un día, cierto. Ha transcurrido solo un tercio de campaña, queda aún camino por delante y se impone continuar el trabajo en la Serie Nacional, este año con doble relevancia por ser el último escalón antes del Clásico Mundial.