Como sucedió hace cuatro años en la primera edición de este torneo, el equipo nacional de Corea, aprovechando el descontrol de los lanzadores y con bateo oportuno, derrotó con autoridad a la selección cubana 7-0, para privarle el pase a la siguiente ronda y truncarle el sueño de lograr el boleto olímpico en esta competencia.
Un total de cuatro bases por bolas y dos pelotazos se combinaron con nueve sencillos para que los asiáticos fabricaran todas sus carreras, con un racimo demoledor de cuatro cerrando el quinto episodio frente a los envíos de tres lanzadores utilizados por el timonel Miguel Borroto.
No pudo Yosimar Cousin —dinamitado del box en el segundo capítulo— con una responsabilidad sobre sus espaldas que pesaba toneladas. El camagüeyano de apenas 21 años, regaló un par de boletos y propinó un pelotazo que le abrieron las puestas a las dos primeras anotaciones rivales, remolcadas por un cohete de Haseong Kim sobre un lanzamiento del relevista Yariel Rodriguez.
El otro camagüeyano, de apenas un año más edad, también perdió el control de sus envíos en la quinta entrada, cuando los anfitriones inclinaron definitivamente la balanza del desafío a su favor; un pasaporte gratis, un pelotazo y un cañonazo impulsor lo mandó a las duchas, mientras las esperanzas de todos los aficionados del lado de acá del planeta, se hacían humo en el aire.
Lo que vino después, no eran más que aderezos para la victoria asiática: Hit remolcador de Bygungho Park (tres veces MVP en la Liga Coreana) saludando sin respeto a Yoanni Yera, seguidos de un elevado de sacrificio y otro imparable de Euji Yang que completó el ramillete, ya con Freddy Asiel Álvarez en el montículo.
Mientras tanto unos anémicos maderos que solo conectaron un par de incogibles en las 23 ocasiones que encontraron corredores en posición anotadora en este torneo, se mantuvieron en las manos de los bateadores cubanos durante todo el partido, dejando en esta jornada a ocho corredores fríos en las almohadillas ansiosos por pisar la goma del plato.
Estoy de acuerdo que se podían haber hecho cambios, trazar otras estrategias, darle movimiento a la banca y probar con otras alineaciones al comienzo del partido, pero lo cierto es que el béisbol cubano no está preparado —aunque nos duela aceptarlo— para enfrentar ese nivel de juego, muy superior en todos los aspectos al nuestro.
Nuestro deporte nacional se ha quedado detenido en el tiempo, con una filosofía envejecida y una lectura equívoca de lo que sucede en el terreno de juego, alejado de técnicas modernas y divorciado de ajustes y tácticas efectivas para producir carreras.
Un béisbol que está lleno de peloteros con excelentes herramientas para este deporte, pero escaso de recursos para canalizar calidades y para descifrar los movimientos de sus contrarios sobre la grama.
Muchas críticas caerán como siempre sobre los hombros del cuerpo de dirección, volverán los análisis y las sustituciones, las justificaciones y los conformismos, pero el problema es aún mayor y hasta que no escuchemos lo que tiene que decir esa gran fanaticada que sufre y que sigue llenando los estadios, seguiremos cayendo derrotados en el césped de los eventos internacionales. Nos vemos en el estadio.
Un total de cuatro bases por bolas y dos pelotazos se combinaron con nueve sencillos para que los asiáticos fabricaran todas sus carreras, con un racimo demoledor de cuatro cerrando el quinto episodio frente a los envíos de tres lanzadores utilizados por el timonel Miguel Borroto.
No pudo Yosimar Cousin —dinamitado del box en el segundo capítulo— con una responsabilidad sobre sus espaldas que pesaba toneladas. El camagüeyano de apenas 21 años, regaló un par de boletos y propinó un pelotazo que le abrieron las puestas a las dos primeras anotaciones rivales, remolcadas por un cohete de Haseong Kim sobre un lanzamiento del relevista Yariel Rodriguez.
El otro camagüeyano, de apenas un año más edad, también perdió el control de sus envíos en la quinta entrada, cuando los anfitriones inclinaron definitivamente la balanza del desafío a su favor; un pasaporte gratis, un pelotazo y un cañonazo impulsor lo mandó a las duchas, mientras las esperanzas de todos los aficionados del lado de acá del planeta, se hacían humo en el aire.
Lo que vino después, no eran más que aderezos para la victoria asiática: Hit remolcador de Bygungho Park (tres veces MVP en la Liga Coreana) saludando sin respeto a Yoanni Yera, seguidos de un elevado de sacrificio y otro imparable de Euji Yang que completó el ramillete, ya con Freddy Asiel Álvarez en el montículo.
Mientras tanto unos anémicos maderos que solo conectaron un par de incogibles en las 23 ocasiones que encontraron corredores en posición anotadora en este torneo, se mantuvieron en las manos de los bateadores cubanos durante todo el partido, dejando en esta jornada a ocho corredores fríos en las almohadillas ansiosos por pisar la goma del plato.
Estoy de acuerdo que se podían haber hecho cambios, trazar otras estrategias, darle movimiento a la banca y probar con otras alineaciones al comienzo del partido, pero lo cierto es que el béisbol cubano no está preparado —aunque nos duela aceptarlo— para enfrentar ese nivel de juego, muy superior en todos los aspectos al nuestro.
Nuestro deporte nacional se ha quedado detenido en el tiempo, con una filosofía envejecida y una lectura equívoca de lo que sucede en el terreno de juego, alejado de técnicas modernas y divorciado de ajustes y tácticas efectivas para producir carreras.
Un béisbol que está lleno de peloteros con excelentes herramientas para este deporte, pero escaso de recursos para canalizar calidades y para descifrar los movimientos de sus contrarios sobre la grama.
Muchas críticas caerán como siempre sobre los hombros del cuerpo de dirección, volverán los análisis y las sustituciones, las justificaciones y los conformismos, pero el problema es aún mayor y hasta que no escuchemos lo que tiene que decir esa gran fanaticada que sufre y que sigue llenando los estadios, seguiremos cayendo derrotados en el césped de los eventos internacionales. Nos vemos en el estadio.