Le propongo una serie de análisis numéricos en colaboración con Benigno Daquinta, donde repasaremos los diez mejores exponentes ofensivos por cada una de las posiciones del juego de pelota. Comencemos por la fatigosa demarcación de la receptoría.

Antes de entrar en detalles, le aclaro que el requisito indispensable para entrar en el top ten fue haber superado las 1500 veces al bate en Series Nacionales. Y que a la hora de inclinarnos por un indicador que estableciera el orden jerárquico de los jugadores, preferimos -sobre el siempre engañoso Average- el de Carreras Producidas, que genera la medida real del número de anotaciones con que un atleta contribuye a la causa de su equipo.

¿Cómo se obtiene dicha estadística? Sencillo: deriva de la sumatoria de las Anotadas y las Impulsadas, menos los Jonrones. El resultado de dicha operación deja claro el aporte de cada jugador en la pizarra, que a fin de cuentas es lo que decide los encuentros.

Por ese camino llegamos al recuadro de abajo, que reúne a muchos de nuestros catchers más temidos con el barquillo en ristre, y donde lo más impresionante es la ventaja abismal que el santiaguero Rolando Meriño le saca a sus escoltas.

Hombre de potentes muñecas y piernas veloces, Meriño se cansó de subir rayas a la registradora, para beneplácito de la afición de unas Avispas que hoy extrañan aquellos días de esplendor. Y su durabilidad deportiva -obviamente ayudada por el hecho de que no fue receptor a tiempo completo-, lo convirtió en un elemento descollante dentro de los enmascarados antillanos.

Detrás de él, como verá, se agrupan otros estelares, casi todos también retirados. Son los casos del capitalino Pedro Medina, el habanero Pedro Luis Rodríguez, el matancero Juan Manrique, el espirituano José Raúl Delgado, el pinero-pinareño Vladimir García y el indómito Modesto Larduet.

No obstante, hay tres que todavía visten los arreos: Eriel Sánchez (Sancti Spíritus), Ariel Pestano (Villa Clara) y Osvaldo Arias (Cienfuegos). Aunque, todo sea dicho, ninguno va a acercarse siquiera a los guarismos de Meriño, un bateador que, por desgracia, nunca ha sido todo lo ponderado que merece.