Parecía que a los 38 años el retiro tocaba a las puertas de Isaac Martínez Dorta, pero su apego al diamante beisbolero está renovado. Su carrera sigue

La presencia de todos sus tíos en los juegos de pelota de los bateyes cercanos al actual municipio de Baraguá fue su brújula iniciadora en el mundo de las bolas y los strikes.

Apenas tuvo uso de razón, Isaac Martínez Dorta, el menudo guajirito de la comunidad Las Veinte, recibió aquella influencia y, como cualquier niño criollo, no tardó en aprender los rudimentos del deporte nacional.

Claro, en él había una diferencia con respecto a la mayoría, y de ello se dio cuenta el profesor de Educación Física Jesús Hernández, quien lo descubrió como atleta.

"Recuerdo que yo tenía 10 años y él me llevó a un campeonato municipal. Me captaron para la provincial y luego fui incluido en el equipo que representó a Ciego de Ávila en el torneo nacional para niños de 11-12 años, bajo la dirección de Onesio de León y Armando Arnaiz.

"En aquel comienzo era receptor, pero los profesores decidieron mi paso a los jardines, cambio que resultó definitivo."

No se equivocaron con la decisión. El chico se ganó el derecho de estar en los elencos provinciales de todas las categorías siguientes, con enseñanzas decisivas en la etapa juvenil, cuando fue dirigido por Mario Salas.

"En mis primeros años no fui un extraclase, pero siempre bateaba más de 300, además, era aceptable a la defensa, sobre todo por el buen brazo para tirar a las bases. Y como sucediera en toda mi carrera siempre jugué en las praderas izquierda o la central."

—¿Qué recuerdas de tu llegada a la selección provincial de mayores?

—Fue en la temporada del '95-'96. Alternaba entre la Liga de Desarrollo y el equipo principal. En la serie del '97-'98 ya era regular y estuve entre los candidatos que discutieron la distinción de Novato del Año. De aquella época jamás olvido que tuve un guía, Ramón Esperanza Pérez, de Ciro Redondo, quien me transmitió amistad y habilidades, incluso, compartíamos los mismos asientos en la guagua.

—A partir del ascenso en calidad ¿cómo valoras tu vida deportiva?

—Me parece que he sido bastante estable. Tengo 18 campeonatos, de ellos, 16 como regular, y en 14 mi bateo ha estado por encima de 300.

—¿Qué pasó en las dos restantes?

—En el '99 me lesioné durante la Copa Intercontinental en Australia y no pude jugar a plena capacidad en el siguiente evento nacional, mientras en la temporada 2003-2004 no llegué a 300, aunque no la considero mala porque mi rendimiento fue de 295.

—El final del pasado siglo marcó un punto clave en tu vida deportiva...

—Imagina lo que significa para mí integrar el equipo Cuba a los Panamericanos de Winnipeg, en el año 1999. Se acababa de efectuar el tope contra los Orioles de Baltimore, y ese era el primer certamen oficial contra los profesionales, más la implementación del bate de madera.

"Y tuve el altísimo honor de ser compañero de equipo de Omar Linares, Orestes Kindelán, Antonio Pacheco, Norge Luis Vera, Luis Ulacia, Pedro Luis Lazo, Germán Mesa,...

"El torneo estuvo fuerte. Todos los lanzadores que nos pusieron tiraban más de 94 millas. No empecé como titular y cuando me dieron la oportunidad todo me salió bien.

"Contra Estados Unidos di un jonrón en el octavo capítulo que sirvió para empatar el juego. No lo pude festejar completamente porque después perdimos el partido.

"Frente a Canadá fue distinto, y en un momento clave. Estábamos debajo 0-2, y con dos out en la pizarra Ulacia conectó hit, luego me tocó batear y conecté otro indiscutible. Acto seguido Linares nos impulsó, al disparar un cuadrangular. El choque terminó 3-2 y le dio a Cuba la clasificación para la Olimpíada de Sydney."

—Poco después sufriste la lesión, a la que hiciste referencia, pero tuviste más participaciones internacionales.

—Jugué un torneo en Colombia a principios de este siglo y un tope con la selección nacional italiana en 2008. En ambos bateé más de 400.

—Y los Tigres, ¿qué representan para ti?

—Este equipo prácticamente ha sido mi casa. Llevo 18 años en él y siento que lo sucedido este año con el triunfo nos tocaba. Nuestra generación de peloteros es la que mejores resultados aporta a la provincia y no era justo que termináramos la carrera sin un título.

—Pero los campeonatos no se ganan porque le toque a un equipo...

—El béisbol en Cuba tiene mucho nivel. Primero tuvimos que entrenar bien y después superar escollos, por ejemplo, en la etapa regular no estuvimos a nuestra altura en la ofensiva. Los juegos fueron muy cerrados, más de 30 por diferencia de una carrera, sin embargo, esa tensión nos fortaleció para la postemporada.

—¿Qué ventajas te da el hecho de estar entre los mayores del conjunto?

—Ninguna. Todos tenemos el mismo uniforme y luchamos por la misma bandera. Como mi experiencia es mayor ayudo a los compañeros, los alerto cuando hacen algo malo.

"Trato de que sean ejemplos dentro y fuera del terreno, sobre todo en el comportamiento y la combatividad. Algunos, en agradecimiento y respeto, me llaman Profe."

Y bien vale este último calificativo para un pelotero que no se deja aplastar por malos momentos de antaño. Portador de una imagen cuya reproducción sería ideal para la juventud cubana, Martínez Dorta disfruta de su familia y gesta nuevos proyectos.

"Me gustan las buenas relaciones con los vecinos. Soy uno más del barrio. En cuanto a mis preferencias, tomo poco, y me agrada salir, sobre todo a restaurantes. No soy adicto al baile, pero me encanta compartir con amigos y, sobre todo, con mis niños Isabela e Isaac Alejandro.

"Jugaré esta serie, y cuando se acabe te digo sobre mi futuro. Ahora voy a prepararme y a darlo todo para tratar de repetir el título. ¡Ya le cogimos el gusto!"