Primero, antes que la pelota y las estrellas, la Isla. Porque los pineros montaron un tremendo espectáculo en su tierra, como si llevaran años en estos menesteres. Porque fueron capaces de organizar hasta el más mínimo detalle en pos de una fiesta absolutamente perfecta. Todo estuvo en sintonía, en el parque Cristóbal Labra, con los propios jugadores dándolo todo bajo el sofocante calor.
No obstante, las estrellas del este y el oeste saltaron a la grama del Labra muy dispuestos, y durante nueve entradas vivieron un duelo cerrado, el cual no contó con los habituales cambios de peloteros, algo criticable porque todos los jugadores presentes se ganaron el derecho, no solo de estar aquí, sino también de participar, ser protagonistas del espectáculo y sentir el calor de la afición.
Eso si, las estrellas que pisaron el diamante demostraron calidad por arrobas, desde Yulieski Gourriel, excelente en su vuelta a la intermedia, Reutilio Hurtado con notables corridos de bases y la defensa oriental, inmaculada en toda la ruta. Tanto Lázaro Vargas como Ramón Moré, respectivos managers de Occidentales y Orientales, batallaron por obtener la victoria, finalmente favorable a la escuadra del estratega villaclareño, quien manejó con mucho tino su pitcheo y reservó para el cierre al as Freddy Asiel Álvarez, intransitable contra tres bateadores.
El vencedor fue Carlos Juan Viera, quien salió derrotado el año anterior en el Huelga espirituano, por lo que se convierte en el primer lanzador en la historia en perder un Juego de las Estrellas y ganar el siguiente.
La anotación decisiva correspondió a Alfredo Despaigne por wild pitch del joven pinero Héctor Mendoza, aunque remolcaron carreras Yulexis La Rosa, Yunior Plumier y Luis Yander La O, este último en un gran momento, tanto a la ofensiva como con el guante, aunque no pudo demostrar una de sus mayores virtudes —la velocidad— por consejo de los médicos a raíz de la lesión que lo apartó buena parte de la anterior campaña.
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Juego de las Estrellas: La Isla ¡de maravillas!

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