Tras la retención de la corona del béisbol nacional por los Alazanes de Granma en dura porfía con los Leñadores de Las Tunas, la afición esperaba la nómina reforzada para la Serie del Caribe y en definitiva debió enfrentar las incongruencias presentes, por años, en la representación tricolor.
En la formación anunciada por la Dirección nacional de béisbol para viajar a Jalisco no son todos los que están, ni están todos los que son. En mi opinión no se hizo justicia, sobre todo porque los técnicos olvidaron premiar a los más destacados para darle cabida a otros que “siguen viviendo de la historia”.
Estoy totalmente de acuerdo en que se respetara en esencia la base del equipo bicampeón, pero a la hora de completar la nómina de 28 jugadores, más el colectivo técnico que acompaña al director Carlos Martí, debió tenerse en cuenta a quienes aportaron brillo a los resultados durante toda la temporada.
Siempre he apostado por la presencia de tres receptores, porque es una posición en la que sus defensores sufren lesiones frecuentes y en este caso se cumple esa premisa, al contar con Rafael Viñales, quien además de actuar en la inicial, es capaz de calzar los arreos con probada eficiencia.
No obstante, ¿por qué otros nueve jugadores de cuadro, en detrimento de, al menos, dos lanzadores más, cuando se sabe que en el béisbol actual la utilización de relevistas intermedios, acomodadores y cerradores, precisa tener un bulpén profundo, vital para aspirar a la victoria?
Creo que no hay argumentos capaces de explicar por qué tres antesalistas y tres torpederos, si utilitis de la calidad de Raúl González y Yurisbel Gracial, son suficientes para aplicar cualquier variante a la defensa o la ofensiva.
Si se quería hacer justicia y premiar los resultados, repito, por qué Miguel Lahera, con mucha calidad histórica, pero incapaz de aportar las victorias que pudieron haber clasificado a su equipo Artemisa entre los cuatro grandes y que, igualmente, fracasó en la postemporada de refuerzo con Matanzas, por encima de figuras jóvenes protagonistas de brillantes temporadas como el zurdo Misael Villa, de los Cazadores y el diestro Diego Granados, de los Leñadores. ¿Cómo es posible que no se tuviera en cuenta a José Ángel García, el mejor cerrador de la pelota cubana?
Y si de injusticias se trata, cito a la más incomprensible para mi y compartida por muchos aficionados: José Elozegui, el responsable directo de que el pitcheo capitalino “hundiera a la nave azul” estará en Guadalajara, mientras que técnicos como Salgado, de Matanzas y Rodolfo Correa, de Las Tunas, por solo mencionar dos, guiaron a sus serpentineros al máximo rendimiento, tuvieran que regresar a casa con más penas que glorias.
Reconozco que habrá otras oportunidades de premiar a varios que se lo ganaron con creces, pero eso también dependerá de cómo sean valorados por quienes tienen la difícil tarea de proferir la ultima palabra al respecto. Ojalá que no vuelva a imperar la subjetividad.
Estoy convencido de que los Alazanes reforzados pueden dar la batalla. Nadie debe sorprenderse si conquistan un evento de tanta tradición y fuerza, dominado en sus inicios por los campeones de la Liga Profesional cubana de invierno. Es una gran nómina, pero no me cabe la menor duda acerca de que pudo ser mejor.
Por Juan Emilio Batista Cruz