De la responsabilidad del pitcheo en el éxito dentro de la pelota se ha hablado suficiente, ilustrado hasta en porcientos y creo que, en este sentido, es 75 la cifra más alta que he escuchado o leído. De su extrema importancia no albergo la más mínima duda, pero paso de mediciones tan inexactas como el béisbol mismo.

Dicho esto, parece lógica mi duda. ¿Hasta qué punto pudiera un staff de lanzadores garantizar la clasificación de un equipo a la siguiente fase de la presente Serie Nacional?

Tal y como están las cosas por la «comarca», no existen en esta campaña muchos elencos que puedan presumir de cierta profundidad en su cuerpo de lanzadores. Puesto a elegir, diría que es la novena de Artemisa la mejor dotada en el papel, lo cual no siempre se traduce de igual forma sobre el diamante.

Pueden existir otros criterios, pero cualquier mánager soñaría con disponer de los servicios del Jonder Martínez visto en la pasada postemporada, junto a unos Yulieski González y Miguel Lahera como los que han iniciado este campeonato. Y en plan escudero, elegiría a un José Ángel García con el estado de gracia que le ha permitido apuntarse sus dos primeros salvamentos.

Si este martes los Cazadores artemiseños lograron inclinar a su favor la subserie de apertura frente a los Leñadores de Las Tunas, fue en gran medida por la excelente faena de Lahera durante siete entradas completas, en las que apenas permitió cuatro imparables, ponchó a cinco rivales y regaló par de boletos.

Un día antes, Yulieski había logrado «caminar» hasta casi terminar seis innings minimizando los daños, y en ambos casos sus compañeros habían hecho lo justo para asegurar sus triunfos. En total, con la ayuda de José Ángel, fueron apenas tres carreras limpias en las últimas 18 entradas. Como para soñar con hacer historia.

Sin embargo, sigo en el bando de los escépticos. En estos casos, siempre termino preguntándome cuánto puede lastrar una insustancial ofensiva la clasificación de un equipo. Y ahí me enredo.

La primera

No fue en el primer extrainning, pero sí en el más extenso —y único definido hasta ahora por la Regla IBAF—, que los Indios de Guantánamo pudieron burlar la barrida que buscaban los Gallos de Sancti Spíritus.

El duelo fue el clásico cachumbambé que permitió a los dos rivales alternar el dominio en el pizarrón. Pero a tres outs del triunfo local, los espirituanos armaron la rebelión aprovechando par de errores para forzar el alargue.

Ambos elencos volvieron a marcar en el capítulo 12, pero un inning después, con la aplicación del reglamento para el desempate, los visitantes tomaron mínima ventaja, estéril después del cañonazo de Yoelkis Baró, que empujó a dos compañeros hacia el home.

Quien sí fue «pionero» en la presente campaña fue el granmense Cedeño, pues su vuelacercas con las bases repletas redondeó las diez anotaciones que pesaron toneladas en el triunfo de los Alazanes sobre los agramontinos