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El 19 de octubre de 2021 se proclamó, en el histórico Palmar de Junco de Matanzas, estadio en activo más antiguo del mundo y Monumento Nacional, la dimensión cultural del beisbol, sus saberes y prácticas asociadas como Patrimonio Cultural de la Nación Cubana.
A un año de distancia tienen lugar nuevas acciones de protección y salvaguarda del magnífico acervo del beisbol, entre las cuales una de las más importantes es la conformación del expediente que conduzca a la declaración como Monumento Nacional del Estadio Latinoamericano, la instalación deportiva de mayor relieve y trascendencia en el deporte nacional durante los últimos 75 años.
En las líneas que siguen se esbozan los elementos de carácter arquitectónico, histórico, cultural, político y deportivo que le confieren al Latinoamericano un valor patrimonial excepcional.
La construcción de un estadio moderno en La Habana, en la segunda mitad de la década de 1940, se produce en el contexto de las negociaciones para insertar el beisbol profesional cubano en el circuito de las Grandes Ligas estadounidenses, impulsado por el empresario Roberto “Bobby” Maduro, dueño de los Havana Cubans, que en 1946 se integró a la Liga Internacional de la Florida.
Un año más tarde, en 1947, se firmó un acuerdo entre la Liga Cubana de Beisbol Profesional y las Grandes Ligas para regular todo lo relacionado con la presencia de peloteros cubanos y estadounidenses en ambos torneos. En 1949 se crea en La Habana la Serie del Caribe como expresión del nivel de calidad alcanzado por el beisbol en el área de Centroamérica y el Caribe.
El arquitecto Max Borges Recio, autor de obras tan importantes como el Cabaret Tropicana y el Club Náutico de Cuba, muy interesado desde sus años de estudiante en la Universidad de Harvard en que La Habana pudiera contar con un moderno estadio, fue el encargado de su diseño, para lo cual visitó varios parques en Ciudad de México, Los Ángeles, San Francisco, Chicago y Atlanta.
Luego de valorar diversos emplazamientos, incluyendo el espacio donde estuvo el antiguo Almendares Park, se decidió hacerlo en un terreno propiedad del Convento de Santovenia, donde además el Ministerio de Obras Públicas de la época tenía planeado edificar una ciudad deportiva. El estadio sería entonces la primera instalación de aquel proyecto, que finalmente no fue ejecutado.
La construcción fue financiada por los empresarios Roberto Maduro y Miguel Suárez a un costo de dos millones de pesos. La empresa estadounidense Frederick Score Corporation inició su construcción en mayo de 1946. Se concibió con gradas de hormigón y techo de estructura de acero, cubiertas con tejas acanaladas que iban desde las líneas del jardín derecho hasta el izquierdo.
Su capacidad de diseño era de 30 mil personas: mil 500 en palcos, 5 mil 300 de preferencia, 20 mil de glorieta y 3 mil 200 de sol. En ese momento solo cinco estadios de Grandes Ligas lo superaban en aforo. Era una instalación de grandes dimensiones: 340 pies por los jardines y 450 pies por el central. Contaba con un sistema de iluminación de ocho torres y 500 bombillos, muy moderno para la época.
Su inauguración tuvo lugar el sábado 26 de octubre de 1946 ante una multitudinaria asistencia de 31 mil aficionados, desplazando al que hasta entonces había sido el mayor estadio de la Isla, el Gran Estadio Cerveza Tropical.
El primer juego fue un enfrentamiento entre los equipos Almendares, dirigido por Adolfo Luque, y Cienfuegos, bajo el mando de Martín Dihigo. Los árbitros actuantes en el desafío inagural fueron Amado Maestri, Bernardino Rodríguez y Kiko Magriñat. El primer ministro Carlos Prío Socarrás fue el encargado de lanzar la pelota inaugural.
El llamado Coloso del Cerro también guarda relación con la historia de las luchas contra la dictadura de Fulgencio Batista, como lo demuestran las dos manifestaciones encabezadas por José Antonio Echeverría y otros líderes de la FEU, el 26 de noviembre de 1952 y el 4 de diciembre de 1955. En ambas ocasiones tuvo protagonismo el árbitro Amado Maestri en defensa de los estudiantes.
Tras el triunfo de la Revolución fue sede del juego entre los equipos de los Barbudos y la Policía Nacional Revolucionaria, el 24 de julio de 1959, para recaudar fondos para la Reforma Agraria. Fidel y Camilo estuvieron en la batería de los Barbudos. Ese propio año fue testigo de la apoteósica victoria de los Cuban Sugar Kings, en octubre, por el título de la llamada Pequeña Serie Mundial de la categoría triple A.
Uno de los eventos más trascendentes de los primeros años fue el acto de clausura del Primer Congreso Latinoamericano de Juventudes, la noche del 6 al 7 de agosto de 1960, ocasión en que Fidel anunció, en memorable y dramático dicurso, la nacionalización del gran capital estadounidense en la Isla. A partir de ese momento su nombre cambia de Gran Estadio de La Habana a Estadio Latinoamericano.
El Inder se crea el 23 de febrero de 1961 y un año después la Resolución 82-A, de marzo de 1962, prohibió las prácticas deportivas de carácter profesional. El domingo 14 de enero de aquel año 1962 se inauguró en el Estadio Latinoamericano el I Torneo de Beisbol Aficionado. En aquella ocasión, el Comandante Fidel Castro Ruz bateó la primera bola frente al lanzador Jorge Santín, dando inicio al principal espectáculo deportivo del país durante más de 60 años.
El Latinoamericano fue remozado y ampliado en 1971, con una extensión significativa de sus graderías de sol que amplió su capacidad a más de 45 mil espectadores. Otra remodelación ocurrió en 1978, cuando fue sede de la inauguración y clausura del XI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes. Actualmente tiene capacidad para 55 mil espectadores y sus dimensiones son de 325 pies por los jardines izquierdo y derecho, y de 400 por el central, respaldado este último por una cerca de cuatro metros de altura.
A partir de 1962 fue sede de los equipos Habana, Occidentales, Metropolitanos, Constructores y Agricultores en las series nacionales, y de Habana, Ciudad Habana y Habaneros en las series selectivas y las súper ligas. Después de la temporada de 1976-1977 compartió funciones como casa matriz de Industriales y Metropolitanos hasta que en 2009 este último recibió oficialmente el estadio Santiago “Changa” Mederos.
En el año 1999 le fueron instalados colchones en todas sus cercas, como parte de los preparativos para recibir el histórico juego entre los Orioles de Baltimore y la selección nacional cubana, uno de los momentos memorables de su ya larga historia. Era la primera vez en 40 años que un equipo de Grandes Ligas se exhibía ante el público cubano.
En sus más de 75 años, sus instalaciones se han utilizado como escenario de diversos espectáculos culturales, concentraciones populares y exhibiciones de diferentes deportes. Siempre que se hable de este estadio no se puede dejar de mencionar a Armandito el Tintorero, su más fiel anfitrión, surgido de la mejor fanaticada beisbolera del país. Tras la muerte del mítico aficionado en 2004 fue erigida una estatua del artista José Villa Soberón, que perpetúa su memoria en nombre del pueblo y el movimiento deportivo cubanos.
Una de las ocasiones más recordadas de su historia reciente es el espectacular jonrón de Agustín Marquetti, que decidió sensacionalmente la serie nacional del año 1986. En el inning 12 del juego decisivo, ante un abarrotado Latinoamericano, el ídolo azul despachó la bola hasta la segunda sección de gradas del jardín derecho. Las imágenes de los aficionados lanzándose al terreno forman parte de la historia del beisbol cubano.
Un dato interesante que siempre genera polémica tiene que ver con quién es el autor del jonrón más largo conectado en este estadio. Fuentes extraoficiales aseguran que nadie ha logrado llevar la bola más allá de las graderías de sol.
También ha sido sede de las copas mundiales de 1952, 1971, 1973 y 1984; de las copas intercontinentales en 1979, 1985, 1995 y 2002; de los XI Juegos Panamericanos de 1991; de los Juegos Centroamericanos y del Caribe de 1982; de las series del Caribe en 1949, 1953 y 1957, y del Torneo José Antonio Huelga in Memóriam de 1983. Además ha sido escenario de encuentros contra equipos de peloteros profesionales de México, Japón y Venezuela.
En el año 2016 se efectuó un juego del equipo Cuba contra el Tampa Bay Rays de la Major League Baseball, presenciado por los presidentes de Cuba y Estados Unidos, Raúl Castro Ruz y Barak Obama, respectivamente.
El Coloso del Cerro forma parte indisoluble del devenir del beisbol como elemento central de la cultura cubana, íntimamente relacionado con la historia de sus prácticas en la capital y sus equipos, con primacía para el emblemático conjunto de Industriales.
En su terreno se han vivido muchos momentos épicos de la vida deportiva, política, social y cultural de nuestro país. Por todo ello, el Estadio Latinoamericano merece poseer la honrosa distición de Monumento Nacional.
A un año de distancia tienen lugar nuevas acciones de protección y salvaguarda del magnífico acervo del beisbol, entre las cuales una de las más importantes es la conformación del expediente que conduzca a la declaración como Monumento Nacional del Estadio Latinoamericano, la instalación deportiva de mayor relieve y trascendencia en el deporte nacional durante los últimos 75 años.
En las líneas que siguen se esbozan los elementos de carácter arquitectónico, histórico, cultural, político y deportivo que le confieren al Latinoamericano un valor patrimonial excepcional.
La construcción de un estadio moderno en La Habana, en la segunda mitad de la década de 1940, se produce en el contexto de las negociaciones para insertar el beisbol profesional cubano en el circuito de las Grandes Ligas estadounidenses, impulsado por el empresario Roberto “Bobby” Maduro, dueño de los Havana Cubans, que en 1946 se integró a la Liga Internacional de la Florida.
Un año más tarde, en 1947, se firmó un acuerdo entre la Liga Cubana de Beisbol Profesional y las Grandes Ligas para regular todo lo relacionado con la presencia de peloteros cubanos y estadounidenses en ambos torneos. En 1949 se crea en La Habana la Serie del Caribe como expresión del nivel de calidad alcanzado por el beisbol en el área de Centroamérica y el Caribe.
El arquitecto Max Borges Recio, autor de obras tan importantes como el Cabaret Tropicana y el Club Náutico de Cuba, muy interesado desde sus años de estudiante en la Universidad de Harvard en que La Habana pudiera contar con un moderno estadio, fue el encargado de su diseño, para lo cual visitó varios parques en Ciudad de México, Los Ángeles, San Francisco, Chicago y Atlanta.
Luego de valorar diversos emplazamientos, incluyendo el espacio donde estuvo el antiguo Almendares Park, se decidió hacerlo en un terreno propiedad del Convento de Santovenia, donde además el Ministerio de Obras Públicas de la época tenía planeado edificar una ciudad deportiva. El estadio sería entonces la primera instalación de aquel proyecto, que finalmente no fue ejecutado.
La construcción fue financiada por los empresarios Roberto Maduro y Miguel Suárez a un costo de dos millones de pesos. La empresa estadounidense Frederick Score Corporation inició su construcción en mayo de 1946. Se concibió con gradas de hormigón y techo de estructura de acero, cubiertas con tejas acanaladas que iban desde las líneas del jardín derecho hasta el izquierdo.
Su capacidad de diseño era de 30 mil personas: mil 500 en palcos, 5 mil 300 de preferencia, 20 mil de glorieta y 3 mil 200 de sol. En ese momento solo cinco estadios de Grandes Ligas lo superaban en aforo. Era una instalación de grandes dimensiones: 340 pies por los jardines y 450 pies por el central. Contaba con un sistema de iluminación de ocho torres y 500 bombillos, muy moderno para la época.
Su inauguración tuvo lugar el sábado 26 de octubre de 1946 ante una multitudinaria asistencia de 31 mil aficionados, desplazando al que hasta entonces había sido el mayor estadio de la Isla, el Gran Estadio Cerveza Tropical.
El primer juego fue un enfrentamiento entre los equipos Almendares, dirigido por Adolfo Luque, y Cienfuegos, bajo el mando de Martín Dihigo. Los árbitros actuantes en el desafío inagural fueron Amado Maestri, Bernardino Rodríguez y Kiko Magriñat. El primer ministro Carlos Prío Socarrás fue el encargado de lanzar la pelota inaugural.
El llamado Coloso del Cerro también guarda relación con la historia de las luchas contra la dictadura de Fulgencio Batista, como lo demuestran las dos manifestaciones encabezadas por José Antonio Echeverría y otros líderes de la FEU, el 26 de noviembre de 1952 y el 4 de diciembre de 1955. En ambas ocasiones tuvo protagonismo el árbitro Amado Maestri en defensa de los estudiantes.
Tras el triunfo de la Revolución fue sede del juego entre los equipos de los Barbudos y la Policía Nacional Revolucionaria, el 24 de julio de 1959, para recaudar fondos para la Reforma Agraria. Fidel y Camilo estuvieron en la batería de los Barbudos. Ese propio año fue testigo de la apoteósica victoria de los Cuban Sugar Kings, en octubre, por el título de la llamada Pequeña Serie Mundial de la categoría triple A.
Uno de los eventos más trascendentes de los primeros años fue el acto de clausura del Primer Congreso Latinoamericano de Juventudes, la noche del 6 al 7 de agosto de 1960, ocasión en que Fidel anunció, en memorable y dramático dicurso, la nacionalización del gran capital estadounidense en la Isla. A partir de ese momento su nombre cambia de Gran Estadio de La Habana a Estadio Latinoamericano.
El Inder se crea el 23 de febrero de 1961 y un año después la Resolución 82-A, de marzo de 1962, prohibió las prácticas deportivas de carácter profesional. El domingo 14 de enero de aquel año 1962 se inauguró en el Estadio Latinoamericano el I Torneo de Beisbol Aficionado. En aquella ocasión, el Comandante Fidel Castro Ruz bateó la primera bola frente al lanzador Jorge Santín, dando inicio al principal espectáculo deportivo del país durante más de 60 años.
El Latinoamericano fue remozado y ampliado en 1971, con una extensión significativa de sus graderías de sol que amplió su capacidad a más de 45 mil espectadores. Otra remodelación ocurrió en 1978, cuando fue sede de la inauguración y clausura del XI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes. Actualmente tiene capacidad para 55 mil espectadores y sus dimensiones son de 325 pies por los jardines izquierdo y derecho, y de 400 por el central, respaldado este último por una cerca de cuatro metros de altura.
A partir de 1962 fue sede de los equipos Habana, Occidentales, Metropolitanos, Constructores y Agricultores en las series nacionales, y de Habana, Ciudad Habana y Habaneros en las series selectivas y las súper ligas. Después de la temporada de 1976-1977 compartió funciones como casa matriz de Industriales y Metropolitanos hasta que en 2009 este último recibió oficialmente el estadio Santiago “Changa” Mederos.
En el año 1999 le fueron instalados colchones en todas sus cercas, como parte de los preparativos para recibir el histórico juego entre los Orioles de Baltimore y la selección nacional cubana, uno de los momentos memorables de su ya larga historia. Era la primera vez en 40 años que un equipo de Grandes Ligas se exhibía ante el público cubano.
En sus más de 75 años, sus instalaciones se han utilizado como escenario de diversos espectáculos culturales, concentraciones populares y exhibiciones de diferentes deportes. Siempre que se hable de este estadio no se puede dejar de mencionar a Armandito el Tintorero, su más fiel anfitrión, surgido de la mejor fanaticada beisbolera del país. Tras la muerte del mítico aficionado en 2004 fue erigida una estatua del artista José Villa Soberón, que perpetúa su memoria en nombre del pueblo y el movimiento deportivo cubanos.
Una de las ocasiones más recordadas de su historia reciente es el espectacular jonrón de Agustín Marquetti, que decidió sensacionalmente la serie nacional del año 1986. En el inning 12 del juego decisivo, ante un abarrotado Latinoamericano, el ídolo azul despachó la bola hasta la segunda sección de gradas del jardín derecho. Las imágenes de los aficionados lanzándose al terreno forman parte de la historia del beisbol cubano.
Un dato interesante que siempre genera polémica tiene que ver con quién es el autor del jonrón más largo conectado en este estadio. Fuentes extraoficiales aseguran que nadie ha logrado llevar la bola más allá de las graderías de sol.
También ha sido sede de las copas mundiales de 1952, 1971, 1973 y 1984; de las copas intercontinentales en 1979, 1985, 1995 y 2002; de los XI Juegos Panamericanos de 1991; de los Juegos Centroamericanos y del Caribe de 1982; de las series del Caribe en 1949, 1953 y 1957, y del Torneo José Antonio Huelga in Memóriam de 1983. Además ha sido escenario de encuentros contra equipos de peloteros profesionales de México, Japón y Venezuela.
En el año 2016 se efectuó un juego del equipo Cuba contra el Tampa Bay Rays de la Major League Baseball, presenciado por los presidentes de Cuba y Estados Unidos, Raúl Castro Ruz y Barak Obama, respectivamente.
El Coloso del Cerro forma parte indisoluble del devenir del beisbol como elemento central de la cultura cubana, íntimamente relacionado con la historia de sus prácticas en la capital y sus equipos, con primacía para el emblemático conjunto de Industriales.
En su terreno se han vivido muchos momentos épicos de la vida deportiva, política, social y cultural de nuestro país. Por todo ello, el Estadio Latinoamericano merece poseer la honrosa distición de Monumento Nacional.
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