Tan pronto salió a la luz la nómina del equipo que representará a nuestro país en el torneo beisbolero de los XXII Juegos Centroamericanos y del Caribe con sede en la localidad mexicana de Veracruz el esperado anuncio desató como siempre un encrespado mar de polémicas entre aquellos que consideran muy atinada la escogencia y otros que cuestionan la exclusión de algunos jugadores de sobresaliente trayectoria en el presente campeonato cubano.
Creo que hay que fijar como premisa esencial el hecho de que los 24 peloteros seleccionados acumularon méritos suficientes en nuestro certamen élite para ser considerados, excepción hecha de los cuatro jugadores que cumplieron contratos en el exterior: Yuleski Gourriel, Fréderich Cepeda, Alfredo Despaigne y Héctor Mendoza; pero esta cuarteta encartada en el beisbol japonés, además de su demostrada valía precedente atesora su reciente experiencia en un beisbol de alta calidad y nadie cuestiona su presencia en las filas del elenco nacional.
No hay dudas, sin embargo, que hay casos puntuales muy significativos que a la brevedad provocaron encendidas críticas, dígase la exclusión del torpedero pinareño Luís Alberto Valdés –líder de los bateadores con astronómico promedio de 419 y con buena defensa de 983-, de los inicialistas Yasiel Santoya (batea para 330 y defiende para 992) y Yorelvis Charles (383 de average ofensivo y sin la sombra de un error en 30 juegos); así como el experimentado lanzador Ismel Jiménez que exhibe en estos momentos efectividad de 1.78 (octavo entre los primeros), por sólo citar algunos ejemplos.
No obstante debo confesarles que tengo la certeza de que el empeño de Víctor Mesa es lograr un buen resultado en México y no organizar un tour para peloteros de su simpatía que pueda hipotecar su carrera como manager.
Por lo tanto hay que darle un margen de confianza para que pueda ejercer sus atribuciones y conformar un equipo que disponga de las herramientas que él cree necesarias para cumplir satisfactoriamente esa misión de tanta responsabilidad.
Como ya se ha dicho en infinidad de ocasiones un equipo de pelota de alto vuelo no es una simple suma de estrellas posición por posición, sino una maquinaria que necesita disponer de todo tipo de alternativas para encarar los retos que entraña una competencia y en tal sentido hay que buscar a los jugadores que puedan aportar toda esa gama de ingredientes técnico-tácticos.
El mentor corre inevitables riesgos cuando apuesta por sus preferencias –eso no le pasa inadvertido a Víctor- pero al cabo serán los resultados los que podrán certificar lo acertado o desacertado de sus decisiones.
Más allá de la polémica, que es un complemento inevitable de cada equipo nacional que se conforme, lo incuestionable es que la nómina presentada tiene una gran solidez en todos los órdenes y que además de su solvencia en defensa y ataque combina de modo armónico la juventud y la experiencia, atributos todos que le confieren una innegable capacidad para llevar adelante nuestro pabellón nacional.
Creo que hay que fijar como premisa esencial el hecho de que los 24 peloteros seleccionados acumularon méritos suficientes en nuestro certamen élite para ser considerados, excepción hecha de los cuatro jugadores que cumplieron contratos en el exterior: Yuleski Gourriel, Fréderich Cepeda, Alfredo Despaigne y Héctor Mendoza; pero esta cuarteta encartada en el beisbol japonés, además de su demostrada valía precedente atesora su reciente experiencia en un beisbol de alta calidad y nadie cuestiona su presencia en las filas del elenco nacional.
No hay dudas, sin embargo, que hay casos puntuales muy significativos que a la brevedad provocaron encendidas críticas, dígase la exclusión del torpedero pinareño Luís Alberto Valdés –líder de los bateadores con astronómico promedio de 419 y con buena defensa de 983-, de los inicialistas Yasiel Santoya (batea para 330 y defiende para 992) y Yorelvis Charles (383 de average ofensivo y sin la sombra de un error en 30 juegos); así como el experimentado lanzador Ismel Jiménez que exhibe en estos momentos efectividad de 1.78 (octavo entre los primeros), por sólo citar algunos ejemplos.
No obstante debo confesarles que tengo la certeza de que el empeño de Víctor Mesa es lograr un buen resultado en México y no organizar un tour para peloteros de su simpatía que pueda hipotecar su carrera como manager.
Por lo tanto hay que darle un margen de confianza para que pueda ejercer sus atribuciones y conformar un equipo que disponga de las herramientas que él cree necesarias para cumplir satisfactoriamente esa misión de tanta responsabilidad.
Como ya se ha dicho en infinidad de ocasiones un equipo de pelota de alto vuelo no es una simple suma de estrellas posición por posición, sino una maquinaria que necesita disponer de todo tipo de alternativas para encarar los retos que entraña una competencia y en tal sentido hay que buscar a los jugadores que puedan aportar toda esa gama de ingredientes técnico-tácticos.
El mentor corre inevitables riesgos cuando apuesta por sus preferencias –eso no le pasa inadvertido a Víctor- pero al cabo serán los resultados los que podrán certificar lo acertado o desacertado de sus decisiones.
Más allá de la polémica, que es un complemento inevitable de cada equipo nacional que se conforme, lo incuestionable es que la nómina presentada tiene una gran solidez en todos los órdenes y que además de su solvencia en defensa y ataque combina de modo armónico la juventud y la experiencia, atributos todos que le confieren una innegable capacidad para llevar adelante nuestro pabellón nacional.