Al cumplir su primer año no se dejaba retratar. Solo aceptó cuando le pusieron el traje de pelotero, como si anticipara que en venideros años se convertiría en pieza clave del béisbol avileño.
Tuvo la certeza de que el deporte nacional marcaría su vida por siempre poco después de haber cumplido los seis años. A esa edad era de los alumnos más jóvenes en el área de Majagua, tierra que lo vio nacer.
Ante las miradas y enseñanzas de sus primeros entrenadores, Ernesto Linares y Vicente Rey, el niño de Moraima y de Raúl, había decidido seguir los pasos del padre, que también representó a la provincia de Ciego de Ávila en certámenes nacionales.
Tanto la familia como los amigos disfrutan hoy los avances de Raulito, quien ha crecido como atleta al punto de contribuir al triunfo de Ciego de Ávila en la 51 Serie Nacional, y luego integrar el equipo que representó a Cuba en el tope frente a Nicaragua.
Para indagar más sobre este joven, que el venidero 22 de julio cumplirá 25 años, acudimos a su casa. De inmediato accedió al diálogo.
—¿Qué recuerdos tienes de tus primeras competencias?
—La primera fue en Chambas, pero no jugué. Solo tenía siete años y el equipo era de la categoría 11-12. En el siguiente curso fuimos a Sanguily. Yo no era regular pues todavía estaba muy pequeño, pero sí me dieron la oportunidad de jugar unas entradas.
—Al cabo de los años tu elenco ganó un premio que lleva detrás mucho trabajo…
—Así es, ganar un campeonato implica sacrificio desde la niñez, entrega al deporte y entrenar bastante, para que llegue el resultado. En mi caso, por ejemplo, durante el Campeonato Provincial me preparo los lunes, los martes y los jueves, así mantengo la forma, y en la Serie Nacional lo hacemos todos los días, debemos cumplir con más rigor lo que digan los entrenadores, de manera que te sientas bien y puedas rendir.
—Todos fuimos testigos de tu protagonismo en el campeonato cubano, aunque hubo un momento en el que se te unió el cielo con la tierra…
—Tuve un día muy malo cuando cometí el error contra Las Tunas, aunque te aseguro que los Tigres confiábamos en que se podía ganar. Para mí fue muy duro, sin embargo, mis compañeros y la gente en la calle me alentaban constantemente. Incluso, recuerdo que una carpetera del hotel Morón me llamó para darme ánimo. En un momento así hay que ser fuerte, y recuerdo que todo ese apoyo fue vital. Luego las cosas me salieron de maravillas.
Raúl González—Entre tus características resalta la capacidad de desempeñarte en varias posiciones. ¿Esos cambios te hacen bien o mal?
—No me perjudican en nada, al contrario. Puedo jugar en cualquier equipo. Es verdad que uno tiene sus preferencias y a veces hay que hacer sacrificios. Yo prefiero defender el campo corto, sin embargo, nuestro capitán, Yorbis Borroto, está entre los mejores de Cuba, y eso me ha llevado a decidir que mi futuro está en la tercera almohadilla.
—De hecho, ya tienes un primer escalón al integrar el equipo que viajó a Nicaragua…
—Pero no lo es todo, ya que dependo de lo que haga en el próximo torneo nacional. En cuanto al tope, no estoy satisfecho con mi actuación. En 25 veces al bate conecté cinco indiscutibles, equivalentes a un promedio de 238. A la defensa no cometí errores e impulsé tres carreras, y estoy inconforme. Pienso que podía haber bateado mejor.
—¿Cómo asumiste tu exclusión del grupo que topó con los universitarios norteamericanos?
—Me molestó un poco. Siento que podía haber estado ahí, pero pa’lante. Ya se abrirán otras oportunidades. Mi meta inmediata consiste en integrar el equipo que participará en el Clásico Mundial.
—Antes del Clásico hay un compromiso con el pueblo avileño…
—Espero que todo nos salga de forma satisfactoria. Ningún equipo es perfecto, pero veo al nuestro bien en la defensa, la ofensiva y el pitcheo. Ciego es campeón y como tal debe jugar.
Tuvo la certeza de que el deporte nacional marcaría su vida por siempre poco después de haber cumplido los seis años. A esa edad era de los alumnos más jóvenes en el área de Majagua, tierra que lo vio nacer.
Ante las miradas y enseñanzas de sus primeros entrenadores, Ernesto Linares y Vicente Rey, el niño de Moraima y de Raúl, había decidido seguir los pasos del padre, que también representó a la provincia de Ciego de Ávila en certámenes nacionales.
Tanto la familia como los amigos disfrutan hoy los avances de Raulito, quien ha crecido como atleta al punto de contribuir al triunfo de Ciego de Ávila en la 51 Serie Nacional, y luego integrar el equipo que representó a Cuba en el tope frente a Nicaragua.
Para indagar más sobre este joven, que el venidero 22 de julio cumplirá 25 años, acudimos a su casa. De inmediato accedió al diálogo.
—¿Qué recuerdos tienes de tus primeras competencias?
—La primera fue en Chambas, pero no jugué. Solo tenía siete años y el equipo era de la categoría 11-12. En el siguiente curso fuimos a Sanguily. Yo no era regular pues todavía estaba muy pequeño, pero sí me dieron la oportunidad de jugar unas entradas.
—Al cabo de los años tu elenco ganó un premio que lleva detrás mucho trabajo…
—Así es, ganar un campeonato implica sacrificio desde la niñez, entrega al deporte y entrenar bastante, para que llegue el resultado. En mi caso, por ejemplo, durante el Campeonato Provincial me preparo los lunes, los martes y los jueves, así mantengo la forma, y en la Serie Nacional lo hacemos todos los días, debemos cumplir con más rigor lo que digan los entrenadores, de manera que te sientas bien y puedas rendir.
—Todos fuimos testigos de tu protagonismo en el campeonato cubano, aunque hubo un momento en el que se te unió el cielo con la tierra…
—Tuve un día muy malo cuando cometí el error contra Las Tunas, aunque te aseguro que los Tigres confiábamos en que se podía ganar. Para mí fue muy duro, sin embargo, mis compañeros y la gente en la calle me alentaban constantemente. Incluso, recuerdo que una carpetera del hotel Morón me llamó para darme ánimo. En un momento así hay que ser fuerte, y recuerdo que todo ese apoyo fue vital. Luego las cosas me salieron de maravillas.
Raúl González—Entre tus características resalta la capacidad de desempeñarte en varias posiciones. ¿Esos cambios te hacen bien o mal?
—No me perjudican en nada, al contrario. Puedo jugar en cualquier equipo. Es verdad que uno tiene sus preferencias y a veces hay que hacer sacrificios. Yo prefiero defender el campo corto, sin embargo, nuestro capitán, Yorbis Borroto, está entre los mejores de Cuba, y eso me ha llevado a decidir que mi futuro está en la tercera almohadilla.
—De hecho, ya tienes un primer escalón al integrar el equipo que viajó a Nicaragua…
—Pero no lo es todo, ya que dependo de lo que haga en el próximo torneo nacional. En cuanto al tope, no estoy satisfecho con mi actuación. En 25 veces al bate conecté cinco indiscutibles, equivalentes a un promedio de 238. A la defensa no cometí errores e impulsé tres carreras, y estoy inconforme. Pienso que podía haber bateado mejor.
—¿Cómo asumiste tu exclusión del grupo que topó con los universitarios norteamericanos?
—Me molestó un poco. Siento que podía haber estado ahí, pero pa’lante. Ya se abrirán otras oportunidades. Mi meta inmediata consiste en integrar el equipo que participará en el Clásico Mundial.
—Antes del Clásico hay un compromiso con el pueblo avileño…
—Espero que todo nos salga de forma satisfactoria. Ningún equipo es perfecto, pero veo al nuestro bien en la defensa, la ofensiva y el pitcheo. Ciego es campeón y como tal debe jugar.