El día que Eliécer Montes de Oca consiguió su victoria 100 en Series Nacionales desconocía que estaba en camino a esa cifra. Fue el 27 de febrero de 2001 en el estadio de San José, en la antigua Provincia de La Habana, y avanzaba cómodo en las postrimerías del juego.
«Cuando me subí a lanzar, yo no sabía que era ese número. Como en el séptimo inning fue que me lo dijeron. Ganaba con una buena diferencia, no sé, algo así como de tres carreras, no recuerdo bien. Pero menos mal que no me lo dijeron, seguro lo hicieron para no estresarme ni ponerme nervioso. Porque uno es gente de familia y se pone a pensar a esa hora en los otros, en mi padre Aniceto también lanzador de aquellos legendarios Azucareros, y puedes perder el chance», me dice ahora Montes de Oca desde las gradas del estadio Augusto César Sandino.
Realmente aquel choque terminó 3 a 1, y Eduardo Paret le auxilió con bambinazo. Así que la soga estuvo más al cuello que lo recordado por el voltense a estas alturas.
Si bien el día 27 fue importante para él, también lo fue un día 28 del propio mes de febrero, pero del 2004. Esta vez el protagonismo lo tuvo en casa, en el mismo estadio que alberga un entrenamiento de softbol.
«Casualidad que ambas cosas las alcanzara tan pegadas en las fechas, aunque en años diferentes.Pues fue aquí, ese día, que di mi ponche número 1000 en Series Nacionales. La víctima fue el matancero Amaury Casañas, y esa cifra sí la sabía. De hecho, antes había lanzado contra Holguín y traté de conseguirlo ahí, pero no pude. Así que cuando lo anunciaron, tomé la bola y mis compañeros la firmaron. Las dos pelotas están como un trofeo más en casa. Son pocos los que llegan a esa cifra en una liga nacional. Eso significa años de sacrificio, de entrenamientos y de cuidados para no lesionarte. Son unmillón de detalles».
—Se dice fácil…
—Sí, pero hacerlo es lo difícil. Te digo que de los 18 años de mi carrera deportiva, llegar a esas dos cifras fue de lo más importante. Lo otro es vestir por tanto tiempo la camiseta del «Villa Clara»; soy quien más lo ha hecho y el que más ha ganado con ella. Eso es muy grande.
—¿Cuáles eran las principales armas de Montes de Oca?
—Yo tiraba recta, curva, slider, cambio y tenedor. Pero me guiaba por los equipos, los estudiaba. Recuerdo que la noche antes de lanzar me sentaba con Roberto Pupo y veíamos cómo eran los contrarios, cómo se podían dominar. Por ejemplo, contra los equipos de la zona oriental movía más la bola, a ellos les pitcheaba mejor, y eso que son muy bateadores. A Las Tunas parece que le tomé la medida. En 19 partidos tuve balance de 17 y 2. Es que los estudiaba a conciencia. Nuestra época era la de dormir en los estadios, sin demasiadas comodidades.
—¿Cómo te va en la Academia?
—Trabajo con otros conocedores del área como Roidel Enríquez y José Ramón Riscart. Desde octubre estamos comprometidos con los talentos de perspectiva inmediata. Hay un sagüero, Henry Mazorra, que aquí mismo ha tirado hasta 94 millas. Nos centramos en el pensamiento táctico, en los mecanismos de movimiento. Les digo que en la lomita ellos tienen que concentrarse y pensar. A mí, Pedrito Pérez siempre me decía que al lanzador que no le dolía la cabeza el día que pitcheaba, no hizo nada en el box.
—Excelente norma, ¿a ti te dolía la cabeza?
—(Se ríe) Casi siempre. Uno no la pasaba bien cuando perdía.
—Se te asocia con el team que trabaja el béisbol provincial esta temporada. ¿Indica eso que integrarías un posible cuerpo de dirección?
—No es de mi interés algo tan serio. Lo que me gusta es enseñar. Prefiero quedarme en la Academia. Desde allí les brindaré todos mis conocimientos si así lo precisan. Eso es lo que quiero por ahora.
«Cuando me subí a lanzar, yo no sabía que era ese número. Como en el séptimo inning fue que me lo dijeron. Ganaba con una buena diferencia, no sé, algo así como de tres carreras, no recuerdo bien. Pero menos mal que no me lo dijeron, seguro lo hicieron para no estresarme ni ponerme nervioso. Porque uno es gente de familia y se pone a pensar a esa hora en los otros, en mi padre Aniceto también lanzador de aquellos legendarios Azucareros, y puedes perder el chance», me dice ahora Montes de Oca desde las gradas del estadio Augusto César Sandino.
Realmente aquel choque terminó 3 a 1, y Eduardo Paret le auxilió con bambinazo. Así que la soga estuvo más al cuello que lo recordado por el voltense a estas alturas.
Si bien el día 27 fue importante para él, también lo fue un día 28 del propio mes de febrero, pero del 2004. Esta vez el protagonismo lo tuvo en casa, en el mismo estadio que alberga un entrenamiento de softbol.
«Casualidad que ambas cosas las alcanzara tan pegadas en las fechas, aunque en años diferentes.Pues fue aquí, ese día, que di mi ponche número 1000 en Series Nacionales. La víctima fue el matancero Amaury Casañas, y esa cifra sí la sabía. De hecho, antes había lanzado contra Holguín y traté de conseguirlo ahí, pero no pude. Así que cuando lo anunciaron, tomé la bola y mis compañeros la firmaron. Las dos pelotas están como un trofeo más en casa. Son pocos los que llegan a esa cifra en una liga nacional. Eso significa años de sacrificio, de entrenamientos y de cuidados para no lesionarte. Son unmillón de detalles».
—Se dice fácil…
—Sí, pero hacerlo es lo difícil. Te digo que de los 18 años de mi carrera deportiva, llegar a esas dos cifras fue de lo más importante. Lo otro es vestir por tanto tiempo la camiseta del «Villa Clara»; soy quien más lo ha hecho y el que más ha ganado con ella. Eso es muy grande.
—¿Cuáles eran las principales armas de Montes de Oca?
—Yo tiraba recta, curva, slider, cambio y tenedor. Pero me guiaba por los equipos, los estudiaba. Recuerdo que la noche antes de lanzar me sentaba con Roberto Pupo y veíamos cómo eran los contrarios, cómo se podían dominar. Por ejemplo, contra los equipos de la zona oriental movía más la bola, a ellos les pitcheaba mejor, y eso que son muy bateadores. A Las Tunas parece que le tomé la medida. En 19 partidos tuve balance de 17 y 2. Es que los estudiaba a conciencia. Nuestra época era la de dormir en los estadios, sin demasiadas comodidades.
—¿Cómo te va en la Academia?
—Trabajo con otros conocedores del área como Roidel Enríquez y José Ramón Riscart. Desde octubre estamos comprometidos con los talentos de perspectiva inmediata. Hay un sagüero, Henry Mazorra, que aquí mismo ha tirado hasta 94 millas. Nos centramos en el pensamiento táctico, en los mecanismos de movimiento. Les digo que en la lomita ellos tienen que concentrarse y pensar. A mí, Pedrito Pérez siempre me decía que al lanzador que no le dolía la cabeza el día que pitcheaba, no hizo nada en el box.
—Excelente norma, ¿a ti te dolía la cabeza?
—(Se ríe) Casi siempre. Uno no la pasaba bien cuando perdía.
—Se te asocia con el team que trabaja el béisbol provincial esta temporada. ¿Indica eso que integrarías un posible cuerpo de dirección?
—No es de mi interés algo tan serio. Lo que me gusta es enseñar. Prefiero quedarme en la Academia. Desde allí les brindaré todos mis conocimientos si así lo precisan. Eso es lo que quiero por ahora.