Ciro Silvino Licea, cercano a cumplir 40 años de edad, entrena con la intensidad de un juvenil en los jardines del parque Mártires de Barbados, de Granma.
Después de dos décadas bregando en nuestros clásicos de las bolas y los strikes, es consciente de la importancia de mantener el buen tono físico para imponerse.
Natural de El Dátil, un poblado de Bayamo, el espigado derecho nunca ha bajado la guardia y sigue una estricta rutina de entrenamiento, que incluye muchos kilómetros de carreras, ejercicios con pesas, estiramientos y las habituales sesiones de bullpen.
Este detalle lo ha distinguido desde que debutara en las Series Nacionales en el lejano 1994, y le ha permitido sostener una línea de juego efectiva, a pesar de ser golpeado en algunas ocasiones por la sacrolumbalgia, fantasma que lo persigue y busca espantar con la mencionada dinámica de trabajo.
De no ser así, tal vez nunca hubiera triunfado en el béisbol, del cual se enamoró desde edades tempranas, recogiendo la herencia familiar de un tío que también se volcó a los diamantes e inyectó a su sobrino ese espíritu beisbolero.
“Me gusta mucho el fútbol, pero nunca lo practiqué. La pelota ha sido la pasión de mi vida y me he entregado en cada equipo, siempre con muy buena preparación, mucha dedicación y disciplina en el terreno. Esas son las claves para mantenerme 23 temporadas en Series Nacionales”, aseguró a Granma el longevo serpentinero, reconocido como uno de los abridores con mejores números en la historia de los campeonatos cubanos.
Apoyado en su control, recta con aceptable velocidad y una slider por encima del promedio, Ciro Silvino se ubica entre los diez mejores en varios departamentos, y ha promediado más de 130 innings de labor por cada campaña, muestra de su disposición y trabajo incansable a favor de la causa granmense.
CAMBIO DE PLANES
Sin embargo, durante la presente temporada el diestro ha sido reconvertido en cerrador de acuerdo a la estrategia del mentor Carlos Martí, quien sacó del bullpen a los tradicionales relevistas Alaín Tamayo y José Armando Peña, y envió a labores de apagafuegos al Indio de El Dátil, como también se le conoce a Ciro.
“Este cambio responde a la experiencia que tengo y la confianza que ha depositado en mí el manager y todo el cuerpo de dirección. Es un nuevo rol para mí, muy diferente al de abridor, porque siempre se viene con el juego caliente, la tensión de solucionar un problema o de sellar una victoria”, explicó Ciro Silvino.
Lo cierto es que su nuevo desempeño le ha venido como anillo al dedo, pues encabeza el certamen en rescates (7), no ha permitido anotaciones en ocho salidas y le promedian solo 111 (cuatro sencillos en 36 turnos). Además, en la entrada en que releva ha sido intransitable, con seis ponches, y de las 17 conexiones permitidas nueve han sido rollings, virtud indispensable de los apagafuegos en aras de limitar el despliegue ofensivo rival.
“Hasta el momento no he defraudado en una tarea de mucha responsabilidad, pero no me siento del todo cómodo porque me gusta lanzar y ahora, aunque sepa que me toca trabajar si se da la oportunidad, no es lo mismo esperar hasta las postrimerías”, acotó el derecho, adaptado a acumular entradas todos los años.
No obstante, en su nueva labor Ciro Silvino puede prolongar su carrera deportiva, teniendo en cuenta que el desgaste físico de los relevistas es menor, aunque le costará engordar su casillero de victorias pues generalmente sale con ventaja a matar los partidos.
Por tal motivo, será algo complicado cumplir uno de sus objetivos personales: escalar en la tabla de los serpentineros más triunfadores en nuestros certámenes domésticos, encabezada por Pedro Luis Lazo (257 sonrisas), Carlos Yanes (235), Jorge Luis Valdés (234), Braudilio Vinent (221) y Lázaro de la Torre (208), este último uno de sus referentes por la entrega en el diamante.
“Estoy llegando a los cuarenta y espero que la salud me dé para seguir un poco más, como Lázaro de la Torre, quien representa un ejemplo, un modelo a seguir por su carrera deportiva, sus deseos de salir a entrenar y darlo todo en cada jornada, soy un gran admirador suyo”, reconoció.
Después de dos décadas bregando en nuestros clásicos de las bolas y los strikes, es consciente de la importancia de mantener el buen tono físico para imponerse.
Natural de El Dátil, un poblado de Bayamo, el espigado derecho nunca ha bajado la guardia y sigue una estricta rutina de entrenamiento, que incluye muchos kilómetros de carreras, ejercicios con pesas, estiramientos y las habituales sesiones de bullpen.
Este detalle lo ha distinguido desde que debutara en las Series Nacionales en el lejano 1994, y le ha permitido sostener una línea de juego efectiva, a pesar de ser golpeado en algunas ocasiones por la sacrolumbalgia, fantasma que lo persigue y busca espantar con la mencionada dinámica de trabajo.
De no ser así, tal vez nunca hubiera triunfado en el béisbol, del cual se enamoró desde edades tempranas, recogiendo la herencia familiar de un tío que también se volcó a los diamantes e inyectó a su sobrino ese espíritu beisbolero.
“Me gusta mucho el fútbol, pero nunca lo practiqué. La pelota ha sido la pasión de mi vida y me he entregado en cada equipo, siempre con muy buena preparación, mucha dedicación y disciplina en el terreno. Esas son las claves para mantenerme 23 temporadas en Series Nacionales”, aseguró a Granma el longevo serpentinero, reconocido como uno de los abridores con mejores números en la historia de los campeonatos cubanos.
Apoyado en su control, recta con aceptable velocidad y una slider por encima del promedio, Ciro Silvino se ubica entre los diez mejores en varios departamentos, y ha promediado más de 130 innings de labor por cada campaña, muestra de su disposición y trabajo incansable a favor de la causa granmense.
CAMBIO DE PLANES
Sin embargo, durante la presente temporada el diestro ha sido reconvertido en cerrador de acuerdo a la estrategia del mentor Carlos Martí, quien sacó del bullpen a los tradicionales relevistas Alaín Tamayo y José Armando Peña, y envió a labores de apagafuegos al Indio de El Dátil, como también se le conoce a Ciro.
“Este cambio responde a la experiencia que tengo y la confianza que ha depositado en mí el manager y todo el cuerpo de dirección. Es un nuevo rol para mí, muy diferente al de abridor, porque siempre se viene con el juego caliente, la tensión de solucionar un problema o de sellar una victoria”, explicó Ciro Silvino.
Lo cierto es que su nuevo desempeño le ha venido como anillo al dedo, pues encabeza el certamen en rescates (7), no ha permitido anotaciones en ocho salidas y le promedian solo 111 (cuatro sencillos en 36 turnos). Además, en la entrada en que releva ha sido intransitable, con seis ponches, y de las 17 conexiones permitidas nueve han sido rollings, virtud indispensable de los apagafuegos en aras de limitar el despliegue ofensivo rival.
“Hasta el momento no he defraudado en una tarea de mucha responsabilidad, pero no me siento del todo cómodo porque me gusta lanzar y ahora, aunque sepa que me toca trabajar si se da la oportunidad, no es lo mismo esperar hasta las postrimerías”, acotó el derecho, adaptado a acumular entradas todos los años.
No obstante, en su nueva labor Ciro Silvino puede prolongar su carrera deportiva, teniendo en cuenta que el desgaste físico de los relevistas es menor, aunque le costará engordar su casillero de victorias pues generalmente sale con ventaja a matar los partidos.
Por tal motivo, será algo complicado cumplir uno de sus objetivos personales: escalar en la tabla de los serpentineros más triunfadores en nuestros certámenes domésticos, encabezada por Pedro Luis Lazo (257 sonrisas), Carlos Yanes (235), Jorge Luis Valdés (234), Braudilio Vinent (221) y Lázaro de la Torre (208), este último uno de sus referentes por la entrega en el diamante.
“Estoy llegando a los cuarenta y espero que la salud me dé para seguir un poco más, como Lázaro de la Torre, quien representa un ejemplo, un modelo a seguir por su carrera deportiva, sus deseos de salir a entrenar y darlo todo en cada jornada, soy un gran admirador suyo”, reconoció.