A su regreso de Japón y, aunque no le alcanzaban las horas para abrazar a familiares y amigos, Alfredo Despaigne se procuró algún pedazo del día para volver al terreno, “a entrenar, no puedo dejar de hacerlo”.
Conversar con él, después de una experiencia grande y exitosa, deja ver a un pelotero de 28 años maduro. Después de una sesión de entrenamiento, recibió a Granma, para comentarle detalles de su capítulo de dos meses con los Chiba Lotte Marines, la formación en que militó e hizo brillar su talento una vez más.
—¿Cómo calificas tu estreno en la liga nipona?
—No diría excelente, sí satisfecho. En Cuba uno anda bien cuando está por encima de 300, y no solo por eso vas bien o mal. En las ligas que he conocido se mide de manera integral al pelotero, se mira igual tanto el average como las impulsadas, las anotadas, los jits, la productividad, el aporte para ganar un juego. Puedes batear 400, que si no produces carreras no lo ven como una hazaña. Yo andaba sobre los 250 y no me preocupaba. Me concentré en empujar carreras y tuve un final mejor hasta llegar a 311, terminando una actuación que considero buena.
—Háblanos del pitcheo y de lo que te impresionó más.
—Lo más impresionante para mí fue el sistema de “escauteo”. Es increíble la cantidad de información que se estudia para un juego, determinante para el bateador y el pitcheo. Los pitchers trabajan como en los Clásicos Mundiales: dominan cinco, seis o más lanzamientos que saben bien cuándo usarlos y cómo colocarlos. Siempre están atentos al detalle, con una gran concentración que a nosotros acá nos cuesta mucho, además de que no dedicamos suficiente tiempo a estudiar al contrario, lanzamos o bateamos casi a ciegas, con poca información del rival.
“Los japoneses emplean todos los lanzamientos de rompimiento: tenedor, sinker, slider, curva, cambio, te tiran una recta para que la veas y tratan de engañarte, pero vuelven con algún rompimiento. Existe la creencia de que predominan los monticulistas laterales, pero la mayoría de los que enfrenté lanzaban por encima. Algo sí tienen en común, la inteligencia”.
—¿Como slugger, cuánto te costó adaptarte a un béisbol que no es precisamente de bateadores largos?
—La secuencia ideal busca un jit con el primer bate, toque de bola con el segundo, el tercero trata de empujar, pero nunca mirando por encima de la cerca. Quizá por esto casi todos los terrenos son muy favorables para los sluggers, sin embargo, no se preocupan mucho por eso, sino por producir a la hora buena, tocar bien la bola, cada uno en la alineación tiene que saber tocar casi perfecto. Me costó trabajo adaptarme, porque tenía que estudiar al lanzador contrario. Yo llevaba a cada juego una noción clara del rival, clave para que los jonrones también aparecieran.
—¿Variaste tu sistema de bateo, limaste errores?
—No vas allí a aprender, sino a hacer las cosas bien, incluso, debes saber cuándo realizar tus propios ajustes. Pueden sugerirte algo, pero no dedican tiempo a enseñarte. Yo mantuve mi sistema de bateo, y me corrigieron el tiempo, sobre adelantarme o atrasarme. Me mostraron videos de mis mejores momentos del Clásico, por ejemplo, el jonrón frente a Japón. “Mírate, bateabas de una forma, más calmado, más parado, trata de llevarlo ahí”, decían, pero nada más.
—Coméntanos sobre el sistema de entrenamiento.
—Riguroso y fuerte. El japonés pasa la mayor parte del día sobre el terreno de pelota, y estaba a gusto porque me encanta entrenar. Allá se hace por grupos, no se calienta todo el cuerpo como aquí, sino los brazos, porque es con lo que vas a batear. Minutos antes del juego calientas el tren inferior. Antes del partido sí es obligado hacer infield unos 15 minutos, luego media hora de descanso y a jugar. No vi que nadie se lesionara, pues existe la cultura de que al cierre del choque todos se aplican hielo, masajes, se estiran, y eso es fundamental.
—Fue muy corto el periodo de adaptación a otro horario, otras costumbres, el idioma.
—Es complicado adaptarse. El idioma es lo más difícil. Te encuentras a gusto porque tienen como base el respeto, la cortesía, son en extremo puntuales, y la disciplina predomina.
—¿Las relaciones con el equipo y el cuerpo técnico?
—Con los atletas de maravillas. Me sentía tan bien como dentro del equipo Granma, cómodo. La mayoría es muy joven, y respetan mucho a los veteranos. Hice amistades y agradezco profundamente la acogida. Con el cuerpo técnico las relaciones también resultaron excelentes, siempre dándome aliento y confianza. No me puedo quejar de nada.
—¿Manifestaron interés por tenerte de vuelta?
—La decisión de jugar la próxima temporada depende del acuerdo con Cuba. Ellos me manifestaron su interés por tenerme de nuevo allá, pues quedaron muy satisfechos. Imagínate, el que más jonrones pegó fue un mexicano con 16 y jugó el año entero, mientras yo terminé segundo con 12, en mucho menos tiempo. No quisiera pasar por alto la tremenda impresión que me causó la afición. Magnífica, parece no importarle si estamos perdiendo o ganando. El apoyo es desde la primera hasta la última entrada y alientan al jugador lo haga bien o mal.
—¿La experiencia te ha superado como pelotero?
—Sí. Ya he jugado en dos ligas extranjeras y ese conocimiento se acumula. Japón me ha transmitido que la exigencia es clave en la formación de un atleta, no solo desarrollas la habilidad física, también el pensamiento, la capacidad de análisis de la situación del juego, la conciencia de que no eres un cuarto bate para dar toletazos, sino para actuar según lo exija el momento.
—¿Qué opinas de tu paso por México?
—Es otra liga que también tributó a mi superación como pelotero, y abrió mi visión sobre el béisbol. Lamento que haya terminado como lo hizo, pero la experiencia no quedó con un sabor amargo, fue un paso intermedio, necesario y útil, básico para el salto que luego di hacia una de las mejores ligas del mundo.
—¿Crees que el béisbol cubano puede aprovechar las incursiones de sus peloteros en el exterior para elevar su nivel actual de juego?
—Lo creo, y especialmente en las ligas asiáticas Cuba puede tener un punto de apoyo para incrementar su nivel, a pesar de las costumbres diferentes. Los japoneses quieren y admiran a los cubanos por su historia en la pelota. Es una plaza que deberíamos aprovechar mejor.
—¿Te incorporarás pronto con Granma? ¿Cómo ves al equipo?
—Ya entreno para incorporarme el día 24, en la subserie aquí frente a Camagüey. El equipo tiene a Carlos Martí, un decano del béisbol, un excelente manager para buscar un mejor resultado este año. Creo que Granma tiene posibilidades si sigue incrementando la seriedad con que juega a la pelota y si sus lanzadores aguantan como lo están haciendo.
Quisiera ayudar todo lo posible en ese empeño, con resultados y consejos, aunque sin provocar interpretaciones equivocadas de que uno quiera imponer métodos o intentar que lo sigan en todo.
—¿Y la labor en el elenco de Cuba?
—Con Cuba, por supuesto, volver a planos dorados. Tengo tres mundiales con el equipo grande y unos Juegos Olímpicos, en los cuales llegué a plata. Hay otros eventos, y en mi carrera solo faltan los Centroamericanos, una deuda que aspiro a saldar en Veracruz 2014.
“El Clásico Mundial impone a nuestro país el más grande reto del béisbol actual. Por eso, junto con el deseo de ganar un título con Granma, y de tener éxito en mis incursiones en otras ligas, también es un gran sueño personal el de contribuir a que Cuba brille en la cima internacional”.
Despaigne debutó en Japón el 29 de julio del 2014. Jugó 45 partidos, con 161 veces al bate, 26 carreras anotadas, 33 impulsadas, 50 jits, 13 dobles, 1 triple, 12 jonrones, 16 boletos, 36 ponches, 311 de average, 627 de slugging y 374 de porcentaje de embasado.
Su rendimiento al inicio estuvo por debajo de sus posibilidades, pero tuvo un cierre de lujo, al punto de batear para 438 de average en los diez juegos finales (14 jits en 32 veces al bate), incluido un jonrón en su último turno ofensivo.
En 10 Series Nacionales, Despaigne promedia 346 de average, con 234 jonrones, 214 dobles, 19 triples, 759 carreras impulsadas y 644 de slugging.
Conversar con él, después de una experiencia grande y exitosa, deja ver a un pelotero de 28 años maduro. Después de una sesión de entrenamiento, recibió a Granma, para comentarle detalles de su capítulo de dos meses con los Chiba Lotte Marines, la formación en que militó e hizo brillar su talento una vez más.
—¿Cómo calificas tu estreno en la liga nipona?
—No diría excelente, sí satisfecho. En Cuba uno anda bien cuando está por encima de 300, y no solo por eso vas bien o mal. En las ligas que he conocido se mide de manera integral al pelotero, se mira igual tanto el average como las impulsadas, las anotadas, los jits, la productividad, el aporte para ganar un juego. Puedes batear 400, que si no produces carreras no lo ven como una hazaña. Yo andaba sobre los 250 y no me preocupaba. Me concentré en empujar carreras y tuve un final mejor hasta llegar a 311, terminando una actuación que considero buena.
—Háblanos del pitcheo y de lo que te impresionó más.
—Lo más impresionante para mí fue el sistema de “escauteo”. Es increíble la cantidad de información que se estudia para un juego, determinante para el bateador y el pitcheo. Los pitchers trabajan como en los Clásicos Mundiales: dominan cinco, seis o más lanzamientos que saben bien cuándo usarlos y cómo colocarlos. Siempre están atentos al detalle, con una gran concentración que a nosotros acá nos cuesta mucho, además de que no dedicamos suficiente tiempo a estudiar al contrario, lanzamos o bateamos casi a ciegas, con poca información del rival.
“Los japoneses emplean todos los lanzamientos de rompimiento: tenedor, sinker, slider, curva, cambio, te tiran una recta para que la veas y tratan de engañarte, pero vuelven con algún rompimiento. Existe la creencia de que predominan los monticulistas laterales, pero la mayoría de los que enfrenté lanzaban por encima. Algo sí tienen en común, la inteligencia”.
—¿Como slugger, cuánto te costó adaptarte a un béisbol que no es precisamente de bateadores largos?
—La secuencia ideal busca un jit con el primer bate, toque de bola con el segundo, el tercero trata de empujar, pero nunca mirando por encima de la cerca. Quizá por esto casi todos los terrenos son muy favorables para los sluggers, sin embargo, no se preocupan mucho por eso, sino por producir a la hora buena, tocar bien la bola, cada uno en la alineación tiene que saber tocar casi perfecto. Me costó trabajo adaptarme, porque tenía que estudiar al lanzador contrario. Yo llevaba a cada juego una noción clara del rival, clave para que los jonrones también aparecieran.
—¿Variaste tu sistema de bateo, limaste errores?
—No vas allí a aprender, sino a hacer las cosas bien, incluso, debes saber cuándo realizar tus propios ajustes. Pueden sugerirte algo, pero no dedican tiempo a enseñarte. Yo mantuve mi sistema de bateo, y me corrigieron el tiempo, sobre adelantarme o atrasarme. Me mostraron videos de mis mejores momentos del Clásico, por ejemplo, el jonrón frente a Japón. “Mírate, bateabas de una forma, más calmado, más parado, trata de llevarlo ahí”, decían, pero nada más.
—Coméntanos sobre el sistema de entrenamiento.
—Riguroso y fuerte. El japonés pasa la mayor parte del día sobre el terreno de pelota, y estaba a gusto porque me encanta entrenar. Allá se hace por grupos, no se calienta todo el cuerpo como aquí, sino los brazos, porque es con lo que vas a batear. Minutos antes del juego calientas el tren inferior. Antes del partido sí es obligado hacer infield unos 15 minutos, luego media hora de descanso y a jugar. No vi que nadie se lesionara, pues existe la cultura de que al cierre del choque todos se aplican hielo, masajes, se estiran, y eso es fundamental.
—Fue muy corto el periodo de adaptación a otro horario, otras costumbres, el idioma.
—Es complicado adaptarse. El idioma es lo más difícil. Te encuentras a gusto porque tienen como base el respeto, la cortesía, son en extremo puntuales, y la disciplina predomina.
—¿Las relaciones con el equipo y el cuerpo técnico?
—Con los atletas de maravillas. Me sentía tan bien como dentro del equipo Granma, cómodo. La mayoría es muy joven, y respetan mucho a los veteranos. Hice amistades y agradezco profundamente la acogida. Con el cuerpo técnico las relaciones también resultaron excelentes, siempre dándome aliento y confianza. No me puedo quejar de nada.
—¿Manifestaron interés por tenerte de vuelta?
—La decisión de jugar la próxima temporada depende del acuerdo con Cuba. Ellos me manifestaron su interés por tenerme de nuevo allá, pues quedaron muy satisfechos. Imagínate, el que más jonrones pegó fue un mexicano con 16 y jugó el año entero, mientras yo terminé segundo con 12, en mucho menos tiempo. No quisiera pasar por alto la tremenda impresión que me causó la afición. Magnífica, parece no importarle si estamos perdiendo o ganando. El apoyo es desde la primera hasta la última entrada y alientan al jugador lo haga bien o mal.
—¿La experiencia te ha superado como pelotero?
—Sí. Ya he jugado en dos ligas extranjeras y ese conocimiento se acumula. Japón me ha transmitido que la exigencia es clave en la formación de un atleta, no solo desarrollas la habilidad física, también el pensamiento, la capacidad de análisis de la situación del juego, la conciencia de que no eres un cuarto bate para dar toletazos, sino para actuar según lo exija el momento.
—¿Qué opinas de tu paso por México?
—Es otra liga que también tributó a mi superación como pelotero, y abrió mi visión sobre el béisbol. Lamento que haya terminado como lo hizo, pero la experiencia no quedó con un sabor amargo, fue un paso intermedio, necesario y útil, básico para el salto que luego di hacia una de las mejores ligas del mundo.
—¿Crees que el béisbol cubano puede aprovechar las incursiones de sus peloteros en el exterior para elevar su nivel actual de juego?
—Lo creo, y especialmente en las ligas asiáticas Cuba puede tener un punto de apoyo para incrementar su nivel, a pesar de las costumbres diferentes. Los japoneses quieren y admiran a los cubanos por su historia en la pelota. Es una plaza que deberíamos aprovechar mejor.
—¿Te incorporarás pronto con Granma? ¿Cómo ves al equipo?
—Ya entreno para incorporarme el día 24, en la subserie aquí frente a Camagüey. El equipo tiene a Carlos Martí, un decano del béisbol, un excelente manager para buscar un mejor resultado este año. Creo que Granma tiene posibilidades si sigue incrementando la seriedad con que juega a la pelota y si sus lanzadores aguantan como lo están haciendo.
Quisiera ayudar todo lo posible en ese empeño, con resultados y consejos, aunque sin provocar interpretaciones equivocadas de que uno quiera imponer métodos o intentar que lo sigan en todo.
—¿Y la labor en el elenco de Cuba?
—Con Cuba, por supuesto, volver a planos dorados. Tengo tres mundiales con el equipo grande y unos Juegos Olímpicos, en los cuales llegué a plata. Hay otros eventos, y en mi carrera solo faltan los Centroamericanos, una deuda que aspiro a saldar en Veracruz 2014.
“El Clásico Mundial impone a nuestro país el más grande reto del béisbol actual. Por eso, junto con el deseo de ganar un título con Granma, y de tener éxito en mis incursiones en otras ligas, también es un gran sueño personal el de contribuir a que Cuba brille en la cima internacional”.
Despaigne debutó en Japón el 29 de julio del 2014. Jugó 45 partidos, con 161 veces al bate, 26 carreras anotadas, 33 impulsadas, 50 jits, 13 dobles, 1 triple, 12 jonrones, 16 boletos, 36 ponches, 311 de average, 627 de slugging y 374 de porcentaje de embasado.
Su rendimiento al inicio estuvo por debajo de sus posibilidades, pero tuvo un cierre de lujo, al punto de batear para 438 de average en los diez juegos finales (14 jits en 32 veces al bate), incluido un jonrón en su último turno ofensivo.
En 10 Series Nacionales, Despaigne promedia 346 de average, con 234 jonrones, 214 dobles, 19 triples, 759 carreras impulsadas y 644 de slugging.