Permítame informarle, por medio de la presente, que preciso de su ayuda. Soy un aficionado impenitente al béisbol, mis conocimientos son los conocimientos elementales de cualquier sujeto común, no puedo disertar sobre ninguna estrategia en específico, pero a mi favor debo apuntar que cuando perdimos el I Clásico estuve tres noches sin dormir. Sé que esto no parece un argumento definitivo y que probablemente no le diga nada, por lo cual pienso limitarme a los hechos.

Hace un par de meses el azar, o quizás el determinismo, quiso que yo llevara las riendas de Strike 3, la sección de pelota de Cubadebate. No sé si usted sabe lo que es Strike 3, no sé si lo ha leído. En cualquier caso, le explico.

Usted sabe que la gente exige. Usted sabe que la pelota es un asunto sagrado y que para hablar de pelota hay que hablar como es, o si no, mejor callarse. Hablar como es quiere decir hablar como habla la gente. Sin tapujos. Eso, Higinio, es lo que le sobra a los periódicos. Tapujos. Que es el marabú de las ideas. Por eso los periódicos no se entienden con la gente. Y es una situación esta que hay que arreglar. A lo que nos han convocado incluso los principales dirigentes del país, fíjese si la cuestión es ardua. Menos mal, digo yo, que el momento es el idóneo.

Entonces, teniendo en cuenta las circunstancias, y analizando lo que es mejor para la nación, yo quisiera aportar, como se dice popularmente, mi granito de arena. Ya se sabe que de grano de arena en grano de arena se llena una playa y se quiebran los tapujos. Pero el problema es más urgente.

No se trata solo del país, ni del béisbol. No se trata incluso ni del periodismo. Se trata de mí, Higinio, que estoy, vaya, como que desesperado, porque me metí en una ratonera y eso de escribir pelota, lo confieso, fue bastante difícil, más de lo que creía. No es llenar la página de números y limpiarse las manos, no. Hay que llegar o al menos hacer el esfuerzo por llegar al fondo de las cosas (porque al fondo al fondo nunca se llega), de lo contrario la credibilidad personal se pone en tela de juicio.

Y eso exactamente es lo que durante estos meses ha estado en la picota pública. Mi prestigio, mi palabra. Lo único que tengo. Mi honor, y el estipendio de la universidad. Por tal razón, lo único que yo le pido es una entrevista. Usted se preguntará: ¿una entrevista para qué? Y yo le responderé: una entrevista para que usted, que es una voz autorizada, nos informe sobre algo que no sepamos o, en caso de que no haya nada nuevo que informar, nos responda algunas interrogantes que desde hace bastante rato reposan en el tintero.

Porque, y aquí viene lo interesante, el foro de Cubadebate es un foro abierto, Higinio. Y, según mi experiencia, la gente se suelta a hablar y uno le responde y la gente sigue hablando y uno sigue increpando pero llega un punto donde uno se percata de que sabe lo mismo que la gente y de que, por un lado, no puede callarse, y por el otro, tampoco puede especular. Yo sé que ese grado de libertad a veces no cae bien, a mí, por ejemplo, los foristas me dijeron horrores cuando les parecí errado, pero quién dice que no debe ser así. Hay gente, no se lo voy a discutir, que gasta su intranet hablando basura, pero hay otros que no, y lamentablemente pueden pensar, Higinio, como lo he llegado a pensar yo, que no se les tiene en cuenta.

¿Y sabe lo que hicieron entonces, cuándo no se les tuvo en cuenta? Pues los muy cabrones la cogieron conmigo, empezaron a decir que nada iba a cambiar y que lo que tenía que hacer la prensa era informar mejor y plantear las cosas por su nombre. No quiera ni por un día, Higinio, verse en el pellejo de la prensa. Se lo puedo asegurar. Ninguneada, subestimada, cargando culpas que no son suyas. Eso es lo más triste que hay. Como que te acusen de una indisciplina que no cometiste.

No es que yo crea, fíjese, que los periodistas son santos. Buena parte de los periodistas, como buena parte de todo en la vida, está para la merienda, pero tampoco así, Higinio, porque lo que no nos toca, definitivamente no nos toca. Entonces yo quisiera que usted me ayudara con este pequeño conflicto para ver si le podemos decir, a los fanáticos que se preocupan, tres o cuatro datos u opiniones de peso y empezamos, entre todos, a mantenerlos informados.

Si fuera por mí, lo dejábamos como está y ya. Pero de niño me enseñaron, con letra de hierro, que el honor hay que mantenerlo y que no se negocia, y yo no estoy dispuesto a entregar una cosa así desde tan temprano. Por eso lo que le pido es una hora de diálogo.

Para hablar de los 17 equipos de la serie, para hablar de las 15 pulgadas del box, para hablar de los juegos por la tarde y los juegos nocturnos, para hablar de las condiciones de los terrenos, para hablar de las posibles nuevas estructuras que permitan un salto cualitativo en el béisbol cubano. Incluso, Higinio, si nos ponemos estupendos y cuadramos la caja, podemos hablar de las ligas extranjeras y del profesionalismo y de la probabilidad de adentrarnos, sagazmente, en algunos de esos circuitos.

Si hacemos las cosas bien, tenemos mucho que ganar y poco que perder. La cuestión es, por ahora, comenzar a hacerlas. En todo caso, usted me dirá si estoy equivocado. Porque, y déjeme confesarle algo más, aunque la derrota del I Clásico me haya resultado dolorosa, lo de ahora, Higinio, me parece peor. Menos alarmante, menos estruendoso, pero el riesgo es mayor. No sé, este béisbol es de bulto. Me he dispersado un poco, pero de seguro usted entiende. Y entiende que podemos decirle a la gente, les agrade o no, unas cuantas verdades, así ayudamos al país, a la pelota y al periodismo cubano en general.

Y a ver si de paso también resolvemos este problemita del prestigio, que me está consumiendo como una dama implacable y que el muy dichoso no me deja dormir.

Agradecido de antemano,
Carlos Manuel Álvarez.