Cuando Reynaldo Ordóñez deslumbró a las Grandes Ligas con su virtuosismo en las paradas cortas de los Mets de Nueva York, los expertos no cesaron de compararlo con los mejores torpederos de la historia, entre los cuales –inevitablemente- aflora siempre el nombre de Ozzie Smith.
Y es que el capitalino sentó cátedra. Tres Guantes de Oro sucesivos, además de 101 juegos en fila sin cometer error, le dejaron la boca entreabierta a los escépticos más connotados del Big Show, tenaces defensores de que el talento de The Wizard (El Mago) no tendrá reedición.
Ordóñez, sin embargo, duró poco en la cumbre de su fama, y no alcanzó por ende a disputarle ni siquiera migajas a la gloria del número 1 de los Cardenales, con sus 13 Guantes de Oro, 15 Juegos de Estrellas en 19 campañas y una plaza en el Hall de la Fama de Cooperstown.
Pero el béisbol no puede renunciar a la dialéctica, ni Cuba a producir estrellas. Por eso, en la oleada de campocortos cubanos que hoy juegan en Estados Unidos, hay uno que se ha convertido ya en el centro de todas las miradas. Su nombre es José Antonio Iglesias, tiene 25 años, proviene de San José de las Lajas y le dicen Candelita.
En lo que va de campeonato, el ahora dueño del short stop en Detroit ha conseguido mantenerse en el Top Five de bateo con promedio de .354, además de exhibir excelentes numeritos en materia de porcentaje de embasado (.400) y slugging (.494). Encima, ha estafado cinco bases con tan solo un intento fallido.
(Dicho sea de paso, Candelita probó hace par de años que es capaz de hacer buen uso del madero. Entonces, metido en la camiseta de Boston, rubricó un average de .330 luego de 215 turnos ofensivos. A seguidas, los Medias Rojas lo vendieron a los Tigres, y la temporada de 2014 la pasó en el dique seco debido a sendas fracturas en las espinillas).
Pero no es la pujanza ofensiva lo que lo distingue del resto de la liga. Para ser mencionado a menos de diez millas del increíble Smith, Candelita ha tenido que probar que su guante es capaz de escribir mitos y fecundar leyendas.
Que goza de manos muy suaves ya lo sabíamos en Cuba, donde tuvo un fugaz paso por las Series Nacionales. Ahora bien, lo que le he visto hacer por estos días nada tiene que ver con el desempeño de un paracortos de excelencia, sino con la faena de un torpedero de excepción.
Pocos, muy pocos defensores de la actualidad pueden jugar con la solvencia de este Iglesias que fildea para más de .980 en su carrera de casi 500 lances en las Ligas Mayores. Va bien hacia los lados, es brillante cuando se interna en el left-center, y suma a un brazo poderoso la capacidad de soltar la pelota a una velocidad que no parece humana.
A ver si dejo esto en claro: no es que fildee bien, sino lo fácil que lo hace. Hoy una maravilla, mañana otra. A la manera en que lo hacía Ozzie Smith con su número 1 en el dorsal. El mismo -¿casualmente?- que lleva Candelita.
Y es que el capitalino sentó cátedra. Tres Guantes de Oro sucesivos, además de 101 juegos en fila sin cometer error, le dejaron la boca entreabierta a los escépticos más connotados del Big Show, tenaces defensores de que el talento de The Wizard (El Mago) no tendrá reedición.
Ordóñez, sin embargo, duró poco en la cumbre de su fama, y no alcanzó por ende a disputarle ni siquiera migajas a la gloria del número 1 de los Cardenales, con sus 13 Guantes de Oro, 15 Juegos de Estrellas en 19 campañas y una plaza en el Hall de la Fama de Cooperstown.
Pero el béisbol no puede renunciar a la dialéctica, ni Cuba a producir estrellas. Por eso, en la oleada de campocortos cubanos que hoy juegan en Estados Unidos, hay uno que se ha convertido ya en el centro de todas las miradas. Su nombre es José Antonio Iglesias, tiene 25 años, proviene de San José de las Lajas y le dicen Candelita.
En lo que va de campeonato, el ahora dueño del short stop en Detroit ha conseguido mantenerse en el Top Five de bateo con promedio de .354, además de exhibir excelentes numeritos en materia de porcentaje de embasado (.400) y slugging (.494). Encima, ha estafado cinco bases con tan solo un intento fallido.
(Dicho sea de paso, Candelita probó hace par de años que es capaz de hacer buen uso del madero. Entonces, metido en la camiseta de Boston, rubricó un average de .330 luego de 215 turnos ofensivos. A seguidas, los Medias Rojas lo vendieron a los Tigres, y la temporada de 2014 la pasó en el dique seco debido a sendas fracturas en las espinillas).
Pero no es la pujanza ofensiva lo que lo distingue del resto de la liga. Para ser mencionado a menos de diez millas del increíble Smith, Candelita ha tenido que probar que su guante es capaz de escribir mitos y fecundar leyendas.
Que goza de manos muy suaves ya lo sabíamos en Cuba, donde tuvo un fugaz paso por las Series Nacionales. Ahora bien, lo que le he visto hacer por estos días nada tiene que ver con el desempeño de un paracortos de excelencia, sino con la faena de un torpedero de excepción.
Pocos, muy pocos defensores de la actualidad pueden jugar con la solvencia de este Iglesias que fildea para más de .980 en su carrera de casi 500 lances en las Ligas Mayores. Va bien hacia los lados, es brillante cuando se interna en el left-center, y suma a un brazo poderoso la capacidad de soltar la pelota a una velocidad que no parece humana.
A ver si dejo esto en claro: no es que fildee bien, sino lo fácil que lo hace. Hoy una maravilla, mañana otra. A la manera en que lo hacía Ozzie Smith con su número 1 en el dorsal. El mismo -¿casualmente?- que lleva Candelita.