El proyecto Béisbol Experience de ESPN me puso a pensar con respecto a una estadística la cual, históricamente, se ha perdido de la experiencia del béisbol latinoamericano: las bases por bolas. Los peloteros nacidos en los países latinos han tenido una reputación histórica de hacer abanicar a lo que se les cruce en frente. Juan Samuel, dominicano notorio por su swing alegre y que jugó para siete equipos en las Mayores entre 1983 a 1998, lo dijo de esta forma: "Tu no sales caminando de la isla. Tú bateas".
Los números indican que la brecha en boletos entre los peloteros norteamericanos y los latinos es verdadera y, casi quince años tras la publicación de 'Moneyball', sigue siendo persistente de forma sorprendente. Históricamente, los bateadores latinoamericanos no negocian muchos boletos, bien sea que batean para poder (como lo hizo Orlando Cepeda) o para alto promedio (como fue el caso de Tony Oliva). Desde el inicio del béisbol integrado en 1947 hasta el 2000, 56 peloteros de Grandes Ligas han tenido carreras con al menos 1.000 boletos. Ninguno de ellos nació en América Latina. Ningún toletero latinoamericano fue líder en bases por bolas en Liga alguna hasta que David Ortiz lo hiciera en 2006. Ninguno tuvo 120 boletos en una temporada hasta que José Bautista lo lograse en 2011. Y apuesto que ustedes no pueden mencionar al jugador que se retiró en 2014 como líder de todos los tiempos en bases por bolas entre los latinos (es Bobby Abreu).
A fin de examinar este fenómeno de manera sistemática, revisé todos los peloteros de posiciones distintas a la de lanzador, nacidos en Cuba, República Dominicana, México, Puerto Rico, Estados Unidos y Venezuela, que hayan participado en al menos 1.000 encuentros de Grandes Ligas entre 1947 y 2016. En general, los peloteros nacidos en Estados Unidos recibieron boletos no intencionales en el 8.5 por ciento de sus apariciones al plato, una tasa 25 por ciento más alta que la de los latinoamericanos (6.8 por ciento). La posibilidad que esa diferencia se deba al mero azar es prácticamente cero. La brecha se recorta en el caso de los puertorriqueños, pero existe para todas las nacionalidades. Y a la hora de comparar grupos de peloteros en varios niveles de desempeño (categorizándolos su WAR, a saber, por debajo de un WAR de 10 de por vida, de 10 a 20 WAR, etc.) la disparidad se hacía presente en cada categoría.
Varios "analistas" se aferran a los estereotipos de peloteros latinos "coloridos" o "apasionados" que juegan simple y agresivamente por su naturaleza, sin interés alguno por las virtudes sabermétricas tales como simplemente embasarse. Durante el mes de mayo, cuando el locutor de los Medias Blancas opinó que los datos estadísticos confunden a algunos peloteros, su compañero Ken Harrelson indicó: "Eso especialmente ocurre con los peloteros latinos. Juegan un tipo muy distinto de béisbol allá en las islas, diferente a lo que jugamos aquí en Estados Unidos... ¡Y se divierten muchísimo!" Sin embargo, Harrelson (y todos los demás) deberían saberlo mejor: No es que el clima haga que los peloteros latinos hagan swing para contacto. Se debe a los incentivos económicos y la juventud. Los peloteros están ansiosos de impresionar a los cazatalentos profesionales y tienden a hacer alarde de su talento, en vez de mostrar paciencia. Y algo muy importante también: los peloteros jóvenes latinos no reciben tantos turnos en ámbitos instruccionales, en comparación a los prospectos nacidos en Estados Unidos. Las pequeñas ligas y escuadras viajeras son más comunes y están mucho mejor reguladas en Norteamérica, y mientras los peloteros nacidos en Estados Unidos deben ser graduados al menos en secundaria para ser elegibles al draft de los Estados Unidos, los atletas internacionales pueden ser contratados por las distintas organizaciones profesionales a los 16 años. "En el caso de jugadores latinos que no participan en circuitos de secundaria o universitarios, tienen un tiempo de evaluación significativamente menor comparado con los chicos de Estados Unidos, que pueden ser vistos entre tres y cinco años en escenarios de torneos programados", expresa Brian Mejía, agente con Octagon Baseball y co-fundador de la Liga de Prospectos de República Dominicana.
Mientras los equipos de Grandes Ligas no estuvieron realmente preocupados por porcentajes de embasado, muchos equipos tuvieron en sus alineaciones a infielders medios o jardineros centrales con buena velocidad y promedios ofensivos decente como primeros bates, incluso si acumularan toneladas de outs. Los peloteros latinos tenían comúnmente esos roles: entre 1970 a 1982, jugadores latinos tales como Omar Moreno tuvieron 6 de las 10 temporadas con mayor cantidad de outs en la historia del béisbol. A medida que la pelota dio paso a mayor análisis estadístico, se exigen habilidades distintas. Un pelotero latino ha surgido convirtiéndose en el arquetipo del perfil totalmente opuesto: el slugger lento con un bajo promedio de bateo, pero complementa esto y aumenta su valor con 100 bases por bola negociadas al año: el dominicano Carlos Santana de los Indios.
Con estrellas de la talla de José Altuve, Carlos Correa y Francisco Lindor, entre otros, en ascenso, los peloteros latinos están causando un mayor impacto en el béisbol que nunca. Sin embargo, la pregunta permanece: ¿Pueden los equipos de Grandes Ligas desarrollar jugadores latinoamericanos con éxito debido a su disciplina en el plato, y no a pesar de ella? "Los boletos no te sacan de la isla. Pero, una vez que los latinos llegan a Estados Unidos, deben aprender a ser selectivos", dice Mejía. "Porque, hoy en día, el porcentaje de embasamiento te hace llegar a Grandes Ligas y eventualmente paga tu sueldo".
Los números indican que la brecha en boletos entre los peloteros norteamericanos y los latinos es verdadera y, casi quince años tras la publicación de 'Moneyball', sigue siendo persistente de forma sorprendente. Históricamente, los bateadores latinoamericanos no negocian muchos boletos, bien sea que batean para poder (como lo hizo Orlando Cepeda) o para alto promedio (como fue el caso de Tony Oliva). Desde el inicio del béisbol integrado en 1947 hasta el 2000, 56 peloteros de Grandes Ligas han tenido carreras con al menos 1.000 boletos. Ninguno de ellos nació en América Latina. Ningún toletero latinoamericano fue líder en bases por bolas en Liga alguna hasta que David Ortiz lo hiciera en 2006. Ninguno tuvo 120 boletos en una temporada hasta que José Bautista lo lograse en 2011. Y apuesto que ustedes no pueden mencionar al jugador que se retiró en 2014 como líder de todos los tiempos en bases por bolas entre los latinos (es Bobby Abreu).
A fin de examinar este fenómeno de manera sistemática, revisé todos los peloteros de posiciones distintas a la de lanzador, nacidos en Cuba, República Dominicana, México, Puerto Rico, Estados Unidos y Venezuela, que hayan participado en al menos 1.000 encuentros de Grandes Ligas entre 1947 y 2016. En general, los peloteros nacidos en Estados Unidos recibieron boletos no intencionales en el 8.5 por ciento de sus apariciones al plato, una tasa 25 por ciento más alta que la de los latinoamericanos (6.8 por ciento). La posibilidad que esa diferencia se deba al mero azar es prácticamente cero. La brecha se recorta en el caso de los puertorriqueños, pero existe para todas las nacionalidades. Y a la hora de comparar grupos de peloteros en varios niveles de desempeño (categorizándolos su WAR, a saber, por debajo de un WAR de 10 de por vida, de 10 a 20 WAR, etc.) la disparidad se hacía presente en cada categoría.
Varios "analistas" se aferran a los estereotipos de peloteros latinos "coloridos" o "apasionados" que juegan simple y agresivamente por su naturaleza, sin interés alguno por las virtudes sabermétricas tales como simplemente embasarse. Durante el mes de mayo, cuando el locutor de los Medias Blancas opinó que los datos estadísticos confunden a algunos peloteros, su compañero Ken Harrelson indicó: "Eso especialmente ocurre con los peloteros latinos. Juegan un tipo muy distinto de béisbol allá en las islas, diferente a lo que jugamos aquí en Estados Unidos... ¡Y se divierten muchísimo!" Sin embargo, Harrelson (y todos los demás) deberían saberlo mejor: No es que el clima haga que los peloteros latinos hagan swing para contacto. Se debe a los incentivos económicos y la juventud. Los peloteros están ansiosos de impresionar a los cazatalentos profesionales y tienden a hacer alarde de su talento, en vez de mostrar paciencia. Y algo muy importante también: los peloteros jóvenes latinos no reciben tantos turnos en ámbitos instruccionales, en comparación a los prospectos nacidos en Estados Unidos. Las pequeñas ligas y escuadras viajeras son más comunes y están mucho mejor reguladas en Norteamérica, y mientras los peloteros nacidos en Estados Unidos deben ser graduados al menos en secundaria para ser elegibles al draft de los Estados Unidos, los atletas internacionales pueden ser contratados por las distintas organizaciones profesionales a los 16 años. "En el caso de jugadores latinos que no participan en circuitos de secundaria o universitarios, tienen un tiempo de evaluación significativamente menor comparado con los chicos de Estados Unidos, que pueden ser vistos entre tres y cinco años en escenarios de torneos programados", expresa Brian Mejía, agente con Octagon Baseball y co-fundador de la Liga de Prospectos de República Dominicana.
Mientras los equipos de Grandes Ligas no estuvieron realmente preocupados por porcentajes de embasado, muchos equipos tuvieron en sus alineaciones a infielders medios o jardineros centrales con buena velocidad y promedios ofensivos decente como primeros bates, incluso si acumularan toneladas de outs. Los peloteros latinos tenían comúnmente esos roles: entre 1970 a 1982, jugadores latinos tales como Omar Moreno tuvieron 6 de las 10 temporadas con mayor cantidad de outs en la historia del béisbol. A medida que la pelota dio paso a mayor análisis estadístico, se exigen habilidades distintas. Un pelotero latino ha surgido convirtiéndose en el arquetipo del perfil totalmente opuesto: el slugger lento con un bajo promedio de bateo, pero complementa esto y aumenta su valor con 100 bases por bola negociadas al año: el dominicano Carlos Santana de los Indios.
Con estrellas de la talla de José Altuve, Carlos Correa y Francisco Lindor, entre otros, en ascenso, los peloteros latinos están causando un mayor impacto en el béisbol que nunca. Sin embargo, la pregunta permanece: ¿Pueden los equipos de Grandes Ligas desarrollar jugadores latinoamericanos con éxito debido a su disciplina en el plato, y no a pesar de ella? "Los boletos no te sacan de la isla. Pero, una vez que los latinos llegan a Estados Unidos, deben aprender a ser selectivos", dice Mejía. "Porque, hoy en día, el porcentaje de embasamiento te hace llegar a Grandes Ligas y eventualmente paga tu sueldo".
¡Sé el primero en comentar!