El mentor de Camagüey, Miguel Borroto, habla en exclusiva con JR de la necesidad de un evento científico nacional para abordar los temas del béisbol y expresa su opinión sobre los entrenamientos largos para torneos internacionales.
Entre los regresos que más debe agradecer el béisbol cubano está el de Miguel Borroto. No solo porque le ha insuflado fiereza a los Toros de Camagüey, sino por lo mucho que puede aportar en la reconstrucción de un deporte que no se puede seguir dando el lujo de etiquetar como locos a los que más saben.
Borroto es un terco que ha vuelto por cuarta vez a la dirección del mismo equipo, aunque no sean los mismos jugadores y él tampoco sea el mismo, y si no fuera un hombre de béisbol —de los que viven para el béisbol y no del béisbol— se hubiera quedado, cómodamente, viendo los Toros desde la barrera.
En la primera mitad del campeonato, Camagüey se ubica en el grupo delantero de la clasificación y las gradas del Cándido González se han vuelto a llenar de una afición que pidió, como sucedió en Pinar del Río con Urquiola, el retorno de Borroto.
—¿Cómo valora la actuación del equipo en esta primera parte de la temporada?
—Estamos en una buena posición, pero tenemos que mejorar en la defensa, yo digo que el equipo que defienda bien y tenga buen pitcheo es campeón, el batazo viene; en el juego 24 es que nos dieron la primera lechada. La Serie está muy interesante…
—¿Qué ajustes le haría al torneo?
—La estructura, no tenemos recursos humanos para un campeonato con 16 equipos, hay que tener esa cantidad en una liga sub-23, o sub-24 o sub-25, y crear una serie de cuatro equipos. Así se elevará el techo de nuestro béisbol, se economizarán recursos y se podrán generar más incentivos para los jugadores. La liga de desarrollo debe realizarse a la par para que los muchachos quieran subir y eso propicie competencias entre ellos.
—Cepeda me hablaba el otro día de su desacuerdo con que cobren lo mismo los regulares y los de la reserva…
—Coincido con él, yo pienso que lo más justo es lo desigual, si usted les paga lo mismo a todos los médicos desestimulas que quieran hacerse especialistas; los salarios tienen que oscilar, en dependencia de lo que sea capaz de desarrollar el pelotero en el terreno.
—¿Usted cree que sea necesaria una academia nacional para el béisbol?
—La tuvimos, en la época dorada del béisbol juvenil, cuando ganamos cuatro campeonatos mundiales y tres panamericanos, yo vivía en la Villa Panamericana, y tenía a los mejores 35 talentos concentrados. Nuestro equipo, a partir de que logramos el oro en el Mundial de Mazatlán en 1994, comía en el comedor A, que era el mismo donde lo hacían Ana Fidelia Quirot y Javier Sotomayor, nosotros nos ganamos ese derecho con nuestros resultados y prestigio. Los medallistas de plata tenían el comedor B y los demás el C.
«Cuando entramos, el béisbol era el lugar 36 en los chequeos de emulación, el peor deporte de la escuela y en seis meses nos convertimos en el mejor en disciplina y mantuvimos esa condición durante siete años.
«Cuba tiene 11 millones de habitantes y debe tributarles atletas a más de 30 deportes, por lo tanto el laboratorio tiene que existir. No me gustan las comparaciones, pero en Grandes Ligas cada organización tiene su academia, donde educan a los atletas y desarrollan los sistemas de juego».
—Pero no solo basta con eso, ¿verdad?
—Hay que salir a buscar posibles talentos por todo el país, uno se encuentra personas en bateyes azucareros, en medio del campo, con tremendas condiciones para jugar pelota que nadie los descubrió nunca. El «escauteo» debe ser continuo.
«Ahí está el ejemplo de Arbelio Quiroz, un muchacho de seis pies y dos pulgadas que tira 94 millas y estaba abandonado en una colonia cortando marabú. Tiene una lesión, pero lo llevé al Frank País y se va a recuperar».
—Se agradece que vuelvan al béisbol personas como usted, gente que conoce mucho, con experiencia, pero hay otras muchas glorias o expertos que sería bueno reinsertarlos también…
—Quién no quiere trabajar en Cuba. Creo que para un entrenador nuestro no hay nada mejor que aportar aquí, pero muchos no están porque los han dejado a un lado. A mí me sacaron de director y no me explicaron nunca el porqué. Me fui para Italia, regresé y en Camagüey siguieron prescindiendo de mis servicios, entonces partí para México, pero siempre pensando en Cuba, en mi provincia…
—¿Qué cambió ahora?
—Volví porque el entonces secretario del Partido de Camagüey, Jorge Luis Tapia, me llamó, mis respetos para él, y porque la afición me pedía.
—Ha sumado en el cuerpo técnico a varios entrenadores de otras provincias.
—Darío Cid es uno de los grandes conocedores de este deporte en Cuba y (Pedro Luis) Lazo es Lazo, ese hasta para remedio sirve.
—De su largo período por el béisbol organizado, ¿qué les transmite a sus muchachos?
—Sobre todo, que tienen que ser profesionales, cuando llegan al hotel, en el restaurante, en el cumplimiento de los horarios de entrenamiento, que eso tiene que ser voluntario, sin imposiciones, para que obtengan resultados. Insisto mucho en el manejo del pitcheo, abridores, relevos intermedios, cerradores, y eso solo se alcanza con un sistema de trabajo y una academia.
—En los últimos tiempos ha habido un reclamo de expertos, la prensa y entrenadores sobre la necesidad de efectuar una convención nacional de béisbol, propiciar un espacio para el debate de ideas en torno a nuestro principal deporte. ¿Cuál es su opinión al respecto?
—En el mundo entero se efectúan eventos así todos los años, y nosotros, que somos un país de ciencia, nos damos el lujo de no organizarlos. Esos cursitos de unos días con directores y técnicos no existen en ningún otro lugar, no aportan lo que una convención a la que acudan los más capacitados a impartir talleres, conferencias, donde haya polémica, aprendizaje, desarrollo.
«Nuestra Revolución y Fidel siempre nos han enseñado que la razón está en el consenso, en las mayorías. Sigo sin entender cómo en un país que todas las organizaciones tienen su congreso, los beisbolistas no tenemos el nuestro. Un espacio a donde vayan a transmitir sus conocimientos José Manuel Cortina, Pedrito Pérez, Frangel Reinaldo, el doctor Eduardo Martín Saura, que tiene mucha teoría y práctica para enseñar. A veces pienso que les tienen miedo a los que saben, a los que se dedican a estudiar, y por eso los llaman injustamente locos. Eso es lo que está pasando, y es tiempo de sumar talentos, entrenadores, gente que ame el béisbol».
—¿Y sobre la ausencia de un museo y Salón de la Fama del béisbol cubano?
—Es necesario también para que las nuevas generaciones, jóvenes y niños, sepan de las grandes figuras de este deporte nacidas en nuestro país, conozcan su historia, sus glorias y los veneren. Eso fortalece la identidad, la cultura del béisbol.
—¿Concuerda con el criterio de que uno de los grandes problemas de nuestros atletas es mental, o sea, de los hombros hacia arriba?
—No, estoy en desacuerdo. Ese sí puede ser el problema de los entrenadores. Ojalá tuviéramos ahora mismo miles de talentos para entrenarlos mentalmente. Los que no tienen la capacidad para trabajar con el ser humano se escudan en ese argumento. Hay que aprender a transformar a los muchachos en buenos jugadores, de manera integral.
—Con lo que tenemos en el país, ¿usted cree que podamos mejorar los resultados internacionales?
—Seguro que sí, pero discrepo de los entrenamientos largos, cansan, la forma deportiva de la velocidad, reacción y rapidez de los deportes con pelota se adquiere en 21 días, pues más tiempo provoca agotamiento mental y eso impacta después en los resultados competitivos.
«Para eso también hace falta la convención, o el congreso, o como quieran llamarle, pero un evento científico que ayude a pensar colectivamente en soluciones y mejores estrategias para nuestro béisbol».
Entre los regresos que más debe agradecer el béisbol cubano está el de Miguel Borroto. No solo porque le ha insuflado fiereza a los Toros de Camagüey, sino por lo mucho que puede aportar en la reconstrucción de un deporte que no se puede seguir dando el lujo de etiquetar como locos a los que más saben.
Borroto es un terco que ha vuelto por cuarta vez a la dirección del mismo equipo, aunque no sean los mismos jugadores y él tampoco sea el mismo, y si no fuera un hombre de béisbol —de los que viven para el béisbol y no del béisbol— se hubiera quedado, cómodamente, viendo los Toros desde la barrera.
En la primera mitad del campeonato, Camagüey se ubica en el grupo delantero de la clasificación y las gradas del Cándido González se han vuelto a llenar de una afición que pidió, como sucedió en Pinar del Río con Urquiola, el retorno de Borroto.
—¿Cómo valora la actuación del equipo en esta primera parte de la temporada?
—Estamos en una buena posición, pero tenemos que mejorar en la defensa, yo digo que el equipo que defienda bien y tenga buen pitcheo es campeón, el batazo viene; en el juego 24 es que nos dieron la primera lechada. La Serie está muy interesante…
—¿Qué ajustes le haría al torneo?
—La estructura, no tenemos recursos humanos para un campeonato con 16 equipos, hay que tener esa cantidad en una liga sub-23, o sub-24 o sub-25, y crear una serie de cuatro equipos. Así se elevará el techo de nuestro béisbol, se economizarán recursos y se podrán generar más incentivos para los jugadores. La liga de desarrollo debe realizarse a la par para que los muchachos quieran subir y eso propicie competencias entre ellos.
—Cepeda me hablaba el otro día de su desacuerdo con que cobren lo mismo los regulares y los de la reserva…
—Coincido con él, yo pienso que lo más justo es lo desigual, si usted les paga lo mismo a todos los médicos desestimulas que quieran hacerse especialistas; los salarios tienen que oscilar, en dependencia de lo que sea capaz de desarrollar el pelotero en el terreno.
—¿Usted cree que sea necesaria una academia nacional para el béisbol?
—La tuvimos, en la época dorada del béisbol juvenil, cuando ganamos cuatro campeonatos mundiales y tres panamericanos, yo vivía en la Villa Panamericana, y tenía a los mejores 35 talentos concentrados. Nuestro equipo, a partir de que logramos el oro en el Mundial de Mazatlán en 1994, comía en el comedor A, que era el mismo donde lo hacían Ana Fidelia Quirot y Javier Sotomayor, nosotros nos ganamos ese derecho con nuestros resultados y prestigio. Los medallistas de plata tenían el comedor B y los demás el C.
«Cuando entramos, el béisbol era el lugar 36 en los chequeos de emulación, el peor deporte de la escuela y en seis meses nos convertimos en el mejor en disciplina y mantuvimos esa condición durante siete años.
«Cuba tiene 11 millones de habitantes y debe tributarles atletas a más de 30 deportes, por lo tanto el laboratorio tiene que existir. No me gustan las comparaciones, pero en Grandes Ligas cada organización tiene su academia, donde educan a los atletas y desarrollan los sistemas de juego».
—Pero no solo basta con eso, ¿verdad?
—Hay que salir a buscar posibles talentos por todo el país, uno se encuentra personas en bateyes azucareros, en medio del campo, con tremendas condiciones para jugar pelota que nadie los descubrió nunca. El «escauteo» debe ser continuo.
«Ahí está el ejemplo de Arbelio Quiroz, un muchacho de seis pies y dos pulgadas que tira 94 millas y estaba abandonado en una colonia cortando marabú. Tiene una lesión, pero lo llevé al Frank País y se va a recuperar».
—Se agradece que vuelvan al béisbol personas como usted, gente que conoce mucho, con experiencia, pero hay otras muchas glorias o expertos que sería bueno reinsertarlos también…
—Quién no quiere trabajar en Cuba. Creo que para un entrenador nuestro no hay nada mejor que aportar aquí, pero muchos no están porque los han dejado a un lado. A mí me sacaron de director y no me explicaron nunca el porqué. Me fui para Italia, regresé y en Camagüey siguieron prescindiendo de mis servicios, entonces partí para México, pero siempre pensando en Cuba, en mi provincia…
—¿Qué cambió ahora?
—Volví porque el entonces secretario del Partido de Camagüey, Jorge Luis Tapia, me llamó, mis respetos para él, y porque la afición me pedía.
—Ha sumado en el cuerpo técnico a varios entrenadores de otras provincias.
—Darío Cid es uno de los grandes conocedores de este deporte en Cuba y (Pedro Luis) Lazo es Lazo, ese hasta para remedio sirve.
—De su largo período por el béisbol organizado, ¿qué les transmite a sus muchachos?
—Sobre todo, que tienen que ser profesionales, cuando llegan al hotel, en el restaurante, en el cumplimiento de los horarios de entrenamiento, que eso tiene que ser voluntario, sin imposiciones, para que obtengan resultados. Insisto mucho en el manejo del pitcheo, abridores, relevos intermedios, cerradores, y eso solo se alcanza con un sistema de trabajo y una academia.
—En los últimos tiempos ha habido un reclamo de expertos, la prensa y entrenadores sobre la necesidad de efectuar una convención nacional de béisbol, propiciar un espacio para el debate de ideas en torno a nuestro principal deporte. ¿Cuál es su opinión al respecto?
—En el mundo entero se efectúan eventos así todos los años, y nosotros, que somos un país de ciencia, nos damos el lujo de no organizarlos. Esos cursitos de unos días con directores y técnicos no existen en ningún otro lugar, no aportan lo que una convención a la que acudan los más capacitados a impartir talleres, conferencias, donde haya polémica, aprendizaje, desarrollo.
«Nuestra Revolución y Fidel siempre nos han enseñado que la razón está en el consenso, en las mayorías. Sigo sin entender cómo en un país que todas las organizaciones tienen su congreso, los beisbolistas no tenemos el nuestro. Un espacio a donde vayan a transmitir sus conocimientos José Manuel Cortina, Pedrito Pérez, Frangel Reinaldo, el doctor Eduardo Martín Saura, que tiene mucha teoría y práctica para enseñar. A veces pienso que les tienen miedo a los que saben, a los que se dedican a estudiar, y por eso los llaman injustamente locos. Eso es lo que está pasando, y es tiempo de sumar talentos, entrenadores, gente que ame el béisbol».
—¿Y sobre la ausencia de un museo y Salón de la Fama del béisbol cubano?
—Es necesario también para que las nuevas generaciones, jóvenes y niños, sepan de las grandes figuras de este deporte nacidas en nuestro país, conozcan su historia, sus glorias y los veneren. Eso fortalece la identidad, la cultura del béisbol.
—¿Concuerda con el criterio de que uno de los grandes problemas de nuestros atletas es mental, o sea, de los hombros hacia arriba?
—No, estoy en desacuerdo. Ese sí puede ser el problema de los entrenadores. Ojalá tuviéramos ahora mismo miles de talentos para entrenarlos mentalmente. Los que no tienen la capacidad para trabajar con el ser humano se escudan en ese argumento. Hay que aprender a transformar a los muchachos en buenos jugadores, de manera integral.
—Con lo que tenemos en el país, ¿usted cree que podamos mejorar los resultados internacionales?
—Seguro que sí, pero discrepo de los entrenamientos largos, cansan, la forma deportiva de la velocidad, reacción y rapidez de los deportes con pelota se adquiere en 21 días, pues más tiempo provoca agotamiento mental y eso impacta después en los resultados competitivos.
«Para eso también hace falta la convención, o el congreso, o como quieran llamarle, pero un evento científico que ayude a pensar colectivamente en soluciones y mejores estrategias para nuestro béisbol».