Durante los últimos tiempos, la mayoría de los comentaristas deportivos de la prensa nacional y de los órganos de difusión existentes en cada provincia de Cuba, además de la millonaria afición con que cuenta el béisbol aquí, se manifestaron con insistencia sobre la necesidad imperiosa de cambiar la estructura de la serie nacional en la Isla.
El objetivo esencial de este cambio era elevar la calidad y rescatar los éxitos que históricamente tuvieron los peloteros del país en eventos internacionales, que descendieron notablemente, en especial luego de los Juegos Panamericanos de Río de Janeiro, en 2007.
Para lograr ese fin, los planteamientos más frecuentes eran que debían organizarse series selectivas como en años anteriores, que resultaba incorrecta la división del campeonato nacional en una zona occidental y otra oriental, como si fueran dos “ligas”, y que el sistema clasificatorio era injusto, pues en cada una de las dos zonas clasificaban cuatro equipos, lo cual no tenía en cuenta que se jugaba por el sistema “todos contra todos” la misma cantidad de partidos, por lo que debían clasificar los ocho primeros, independientemente de la región de la Isla a la que pertenecieran.
No fueron pocas las ocasiones en las que en la pasada serie nacional emitimos criterios al respecto.
El 27 de diciembre, apenas un mes después de iniciada la etapa clasificatoria, ya advertíamos sobre el desbalance entre las dos “zonas”, que en esta última contienda se había agudizado por la división en dos equipos del tradicional La Habana, debido a cambios en la división político administrativa de ese territorio.
Ya en marzo, cuando finalizó el segundo tercio del torneo, la situación era alarmante, porque en los 277 enfrentamientos particulares efectuados entre equipos de ambas llaves, los orientales sumaban 161 triunfos, por sólo 116 los occidentales, lo que casi seguro provocaría que al finalizar la clasificatoria, pasaran a la fase de “play off, en la cual se discute cada año el título nacional, equipos de occidente que tuvieran menos triunfos que un no clasificado en el este.
Al finalizar la clasificatoria, la injusticia se hizo realidad y de forma mucho más evidente que en años anteriores. En esta ocasión Santiago de Cuba, con cuatro victorias más y tres fracasos menos que Sancti Spíritus, se quedó fuera de la final, mientras los espirituanos sí disfrutaron de ese éxito, otorgado por un absurdo sistema clasificatorio.
Pero, ahora, luego de que la dirección de la pelota en la Isla decidió, al fin, eliminar para la venidera campaña la indebida estructura y el injusto sistema clasificatorio predominantes durante varios años, lo más destacable quizás no sean las razones irrebatibles que condujeron a que se adoptara la disposición.
Lo más importante ahora es que trabajemos todos, dirigentes del béisbol, directores, entrenadores, atletas, periodistas y demás personas que participan en la organización, desarrollo y divulgación del mayor espectáculo de Cuba, para que la pelota nuestra eleve su nivel cualitativo.
Rectificar siempre ha sido y será de sabios.
El objetivo esencial de este cambio era elevar la calidad y rescatar los éxitos que históricamente tuvieron los peloteros del país en eventos internacionales, que descendieron notablemente, en especial luego de los Juegos Panamericanos de Río de Janeiro, en 2007.
Para lograr ese fin, los planteamientos más frecuentes eran que debían organizarse series selectivas como en años anteriores, que resultaba incorrecta la división del campeonato nacional en una zona occidental y otra oriental, como si fueran dos “ligas”, y que el sistema clasificatorio era injusto, pues en cada una de las dos zonas clasificaban cuatro equipos, lo cual no tenía en cuenta que se jugaba por el sistema “todos contra todos” la misma cantidad de partidos, por lo que debían clasificar los ocho primeros, independientemente de la región de la Isla a la que pertenecieran.
No fueron pocas las ocasiones en las que en la pasada serie nacional emitimos criterios al respecto.
El 27 de diciembre, apenas un mes después de iniciada la etapa clasificatoria, ya advertíamos sobre el desbalance entre las dos “zonas”, que en esta última contienda se había agudizado por la división en dos equipos del tradicional La Habana, debido a cambios en la división político administrativa de ese territorio.
Ya en marzo, cuando finalizó el segundo tercio del torneo, la situación era alarmante, porque en los 277 enfrentamientos particulares efectuados entre equipos de ambas llaves, los orientales sumaban 161 triunfos, por sólo 116 los occidentales, lo que casi seguro provocaría que al finalizar la clasificatoria, pasaran a la fase de “play off, en la cual se discute cada año el título nacional, equipos de occidente que tuvieran menos triunfos que un no clasificado en el este.
Al finalizar la clasificatoria, la injusticia se hizo realidad y de forma mucho más evidente que en años anteriores. En esta ocasión Santiago de Cuba, con cuatro victorias más y tres fracasos menos que Sancti Spíritus, se quedó fuera de la final, mientras los espirituanos sí disfrutaron de ese éxito, otorgado por un absurdo sistema clasificatorio.
Pero, ahora, luego de que la dirección de la pelota en la Isla decidió, al fin, eliminar para la venidera campaña la indebida estructura y el injusto sistema clasificatorio predominantes durante varios años, lo más destacable quizás no sean las razones irrebatibles que condujeron a que se adoptara la disposición.
Lo más importante ahora es que trabajemos todos, dirigentes del béisbol, directores, entrenadores, atletas, periodistas y demás personas que participan en la organización, desarrollo y divulgación del mayor espectáculo de Cuba, para que la pelota nuestra eleve su nivel cualitativo.
Rectificar siempre ha sido y será de sabios.