Desde que se puso en práctica la estructura de 16 equipos en la Serie Nacional del béisbol cubano, resultó fácil pronosticar, con bastante aproximación, quienes serían los ocho equipos que pasarían a la fase final del torneo, para discutir en los “play off” el título del mayor espectáculo masivo que disfrutan cada año los cubanos.

Al menos, siempre ha habido cuatro conjuntos a los que prácticamente todos los especialistas de la prensa nacional y la inmensa mayoría de la conocedora afición de la Isla daban cada año como favoritos, al extremo de que comenzaron a ser denominados “los cuatro grandes”. Ellos son, de occidente a oriente, Pinar del Río, Industriales, Villa Clara y Santiago de Cuba, representantes de cuatro de las provincias más desarrolladas y habitadas del país. Incluso, resultaba extremadamente extraño, casi imposible, que alguien predijera que el campeón iba a ser algún conjunto que no fuera uno de los mencionados.

Baste decir que sólo en tres ocasiones ese casi seguro pronóstico falló, cuando inesperadamente Holguín, en la serie número 41, la antigua provincia de La Habana ( 48) y ya no tan sorprendentemente Ciego de Ávila (51) lograron burlar el vaticinio en los últimos 20 años.

Sin embargo, esta situación ha variado progresiva y notablemente en las últimas ediciones del clásico beisbolero cubano, en mi modesto criterio para bien de tan magno espectáculo: hoy ni los “cuatro grandes” son tan invencibles, ni los tradicionales sotaneros son tan débiles como años atrás.

Pongo algunos ejemplos: Industriales, campeón en la serie número 49, no clasificó para los “play off” en la siguiente campaña. Pinar del Río, titular en la 50, tampoco llegó a la final en la 51. Santiago de Cuba no ha clasificado en las dos últimas temporadas y, al parecer, tendrá que sacar a relucir mucho su grandeza histórica para hacerlo en la actual temporada. El caso de Villa Clara es realmente sorprendente: pese a que ha sido, sin dudas, el conjunto más estable en cuanto a la clasificación se refiere, no ha logrado ganar un campeonato en los últimos 18 años.

Mientras tanto, selecciones que en los primeros tiempos estaban casi predestinadas a ubicarse en la parte de abajo de la tabla de posiciones, han emergido con mucha fuerza en los últimos años, y están equilibrando cada vez más la balanza cualitativa de la Serie Nacional.

El actual campeón Ciego de Ávila, Cienfuegos, Matanzas, Granma, Guantánamo y Las Tunas, por sólo citar a los más significativos, son conjuntos que en los inicios de la actual estructura ni siquiera soñaban con el título, y hoy se baten de tú a tú con los “grandes”.

Cuando acaba de finalizar ya el primer tercio de la actual temporada, cuya nueva estructura gusta a unos y disgusta a otros, aunque no puede negarse que tiene un sistema clasificatorio más justo (los ocho que más ganen, independientemente de qué parte del país sean), la mencionada tendencia al equilibrio se ha manifestado con más fuerza que nunca.

Llama poderosamente la atención que, finalizados ya los primeros 15 desafíos, sólo Pinar del Río, uno de los “grandes” logra ubicarse a duras penas, y al final de la tabla, entre los ocho equipos que marchan hasta la fecha en lugares clasificatorios, con ocho triunfos y siete reveses. Los otros tres “grandes”, Industriales (noveno, con 8-8), Villa Clara (decimotercero, 6-9), y Santiago de Cuba (decimocuarto, 5-10) están a esta hora fuera de los puestos de vanguardia. Para colmo, tampoco el campeón Ciego de Ávila (décimo, 8-8) se incluye entre los punteros.

No estoy de acuerdo en lo absoluto con los comentaristas que han opinado que este mal arranque de algunos equipos se debe, fundamentalmente, al cambio de estructura, que “obliga a ganar desde el principio”. Los “patinazos” y “levantones” vienen sucediendo ya hace varios años, antes de aplicarse la actual estructura.

Es cierto que la Comisión Nacional anunció bastante tarde que se pondría en práctica una etapa clasificatoria de 45 juegos, en lugar de los 90 que habían sido tradicionalmente. Pero no es menos cierto que la tardanza en anunciarlo afectó por igual a todos los equipos, que llevaban varias semanas preparándose para adquirir la plenitud de forma a lo largo de la Serie, como en ocasiones anteriores, y debieron ajustar sus planes de entrenamiento a la nueva situación.

Mal trabajo en el inevitable relevo generacional en unos casos y bueno en otros, equipos afectados por muchas lesiones y algunas deserciones, labores más eficaces o menos eficaces de los dirigentes deportivos, directores y técnicos, son, entre otros factores, los causantes de que unos equipos bajen su nivel y otros lo suban y, como resultado, se evidencie cada vez más una mayor paridad cualitativa entre los conjuntos que amenizan nuestros torneos nacionales de pelota, repito, para bien del interés que siempre despierta esta competencia entre millones de cubanos.