Las preguntas han sido muchas, y las quejas, las lamentaciones o las reservas no han estado nada escasas. Lo cierto es que la ausencia de Antonio Pacheco entre los cinco jugadores seleccionados para integrar el Salón de la Fama del Béisbol Cubano en la época 1962-presente ha levantado cientos de comentarios, críticas y dudas entre los fanáticos del béisbol cubano sobre la legitimidad o veracidad de la forma en que se efectuó la votación y la objetividad de quienes votaron. Para muchos, el santiaguero, jugador que representó a Cuba en todas las categorías de su tiempo, pero que decidió cambiar de aires y vivir en Estados Unidos, debía haber estado entre los jugadores a exaltar a fines de este año.
Lo primero que habrá que entender o intentar entender es que el hecho de que algún u otro nombre no esté presente no significa que no pueda estar en el futuro. Muchos podrían, por ejemplo, preguntarse por qué Enrique Díaz (el hombre récord de la pelota en Cuba) o Pedro Luis Lazo (el pitcher más ganador de las Series Nacionales) no están incluidos, y la respuesta es bien simple: ninguno de los dos es elegible aún, pues deben haber pasado cinco años desde su retiro para poder estar en una boleta.
Particularmente, no voté por Pacheco (que evidentemente no está en el caso de la no-elegibilidad), ni por ninguno de los seleccionados en esa era (todos los seleccionados entre 1864 y 1961 recibieron mi voto), y de los diez finalistas, solamente hubo un nombre por el que voté (nombre que me reservo el derecho de mantener desconocido). Solamente puedo decir que me centré en dar mi voto a aquellos que participaron en las primeras Series Nacionales, simplemente porque no quiero que se olviden —aunque Jesús Suárez Valmaña habló recientemente de la creación de un Comité de Veteranos, lo cual me da una gran tranquilidad.
Vamos a comenzar por el principio de que jugadores que son extremandamente excepcionales en la historia de las Grandes Ligas no lograron entrar en la primera votación, además de que el sistema de elección de la MLB es bien parecido al que acaba de instaurarse en Cuba. Igualmente, por ejemplo, quedó fuera de Cooperstown Jack Morris, el lanzador más ganador de la década del 80 y único pitcher con una lechada de extra-innings en Series Mundiales, o Roger Maris, quien es a mi juicio el recordista legítimo de jonrones para una temporada en la Major League Baseball, y a quien Mickey Mantle describió como uno de los más completos jugadores de las Mayores. Aún nosotros podemos quejarnos de que Orestes Miñoso y Luis Tiant no estén en Cooperstown, y no nos falta razón.
Pero todos los salones de la fama se ingresa pasando por un comité de votantes que determina quiénes deben y quiénes no deben estar. Antes de comenzar a masacrar, desacreditar y satanizar la primera selección que se hace en Cuba después de 54 años, habrá que mirar hacia Estados Unidos y ver cuántos estelares y super-estelares se han quedado fuera del Baseball Hall of Fame, o cuántos no han sido seleccionados en la primera votación. Craig Biggio, por ejemplo, se ha quedado fuera en los dos primeros años de su candidatura, afectado evidentemente por la presencia de individuos como Barry Bonds en su misma boleta, lo que demuestra que hasta para exaltar las luminarias a Cooperstown hay subjetividad y prima el criterio de los votantes.
Si alguien piensa que hubo conspiración en contra de Antonio Pacheco, puedo asegurarles que no la hubo, o no habría recibido voto alguno —y sí recibió unos cuantos. ¿Prejuicio? El resultado hace evidente que sí hubo, pero no generalizado, ni planificado, ni coordinado, ni consensuado… puede que muchos de los votantes hayan puesto sobre la balanza el riesgo que podría implicar que “mataran” al Salón de la Fama antes de renacer por la exaltación del Capitán de Capitanes en la primera votación luego de 54 años. Pero esto es una simple suposición, la verdad absoluta es que Antonio Pacheco estuvo en la boleta y recibió una buena cantidad de votos.
En lo personal, siempre he estado en contra de las exclusiones, aunque estas sean por la decisión tomada por algún jugador de cambiar de país de residencia. Sin embargo, no me atrevo a criticar la prudencia de quienes votaron por peloteros de todas las épocas y no lo hicieron por el santiaguero: él tendrá una nueva oportunidad, u otra, y será muy difícil que no lo escojan al segundo o al tercer año. Sus méritos como atleta son indiscutibles, y los votantes no permitirán que se cuente la historia del béisbol cubano cercenando a sus protagonistas. Tal vez, este simplemente no era el momento adecuado.
Lo primero que habrá que entender o intentar entender es que el hecho de que algún u otro nombre no esté presente no significa que no pueda estar en el futuro. Muchos podrían, por ejemplo, preguntarse por qué Enrique Díaz (el hombre récord de la pelota en Cuba) o Pedro Luis Lazo (el pitcher más ganador de las Series Nacionales) no están incluidos, y la respuesta es bien simple: ninguno de los dos es elegible aún, pues deben haber pasado cinco años desde su retiro para poder estar en una boleta.
Particularmente, no voté por Pacheco (que evidentemente no está en el caso de la no-elegibilidad), ni por ninguno de los seleccionados en esa era (todos los seleccionados entre 1864 y 1961 recibieron mi voto), y de los diez finalistas, solamente hubo un nombre por el que voté (nombre que me reservo el derecho de mantener desconocido). Solamente puedo decir que me centré en dar mi voto a aquellos que participaron en las primeras Series Nacionales, simplemente porque no quiero que se olviden —aunque Jesús Suárez Valmaña habló recientemente de la creación de un Comité de Veteranos, lo cual me da una gran tranquilidad.
Vamos a comenzar por el principio de que jugadores que son extremandamente excepcionales en la historia de las Grandes Ligas no lograron entrar en la primera votación, además de que el sistema de elección de la MLB es bien parecido al que acaba de instaurarse en Cuba. Igualmente, por ejemplo, quedó fuera de Cooperstown Jack Morris, el lanzador más ganador de la década del 80 y único pitcher con una lechada de extra-innings en Series Mundiales, o Roger Maris, quien es a mi juicio el recordista legítimo de jonrones para una temporada en la Major League Baseball, y a quien Mickey Mantle describió como uno de los más completos jugadores de las Mayores. Aún nosotros podemos quejarnos de que Orestes Miñoso y Luis Tiant no estén en Cooperstown, y no nos falta razón.
Pero todos los salones de la fama se ingresa pasando por un comité de votantes que determina quiénes deben y quiénes no deben estar. Antes de comenzar a masacrar, desacreditar y satanizar la primera selección que se hace en Cuba después de 54 años, habrá que mirar hacia Estados Unidos y ver cuántos estelares y super-estelares se han quedado fuera del Baseball Hall of Fame, o cuántos no han sido seleccionados en la primera votación. Craig Biggio, por ejemplo, se ha quedado fuera en los dos primeros años de su candidatura, afectado evidentemente por la presencia de individuos como Barry Bonds en su misma boleta, lo que demuestra que hasta para exaltar las luminarias a Cooperstown hay subjetividad y prima el criterio de los votantes.
Si alguien piensa que hubo conspiración en contra de Antonio Pacheco, puedo asegurarles que no la hubo, o no habría recibido voto alguno —y sí recibió unos cuantos. ¿Prejuicio? El resultado hace evidente que sí hubo, pero no generalizado, ni planificado, ni coordinado, ni consensuado… puede que muchos de los votantes hayan puesto sobre la balanza el riesgo que podría implicar que “mataran” al Salón de la Fama antes de renacer por la exaltación del Capitán de Capitanes en la primera votación luego de 54 años. Pero esto es una simple suposición, la verdad absoluta es que Antonio Pacheco estuvo en la boleta y recibió una buena cantidad de votos.
En lo personal, siempre he estado en contra de las exclusiones, aunque estas sean por la decisión tomada por algún jugador de cambiar de país de residencia. Sin embargo, no me atrevo a criticar la prudencia de quienes votaron por peloteros de todas las épocas y no lo hicieron por el santiaguero: él tendrá una nueva oportunidad, u otra, y será muy difícil que no lo escojan al segundo o al tercer año. Sus méritos como atleta son indiscutibles, y los votantes no permitirán que se cuente la historia del béisbol cubano cercenando a sus protagonistas. Tal vez, este simplemente no era el momento adecuado.