Con tantas decisiones de retiro, solicitudes de baja voluntarias, sanciones por indisciplina, salidas legales y furtivas del país, parecía que la presente Serie Nacional de Béisbol sería, entre las más recientes, una de las más marcadas por la irrupción de debutantes. Pero no es así.

Un análisis de las inscripciones regulares de las dos últimas temporadas permite apreciar que las cifras de novatos en nuestros clásicos beisboleros se mantienen más o menos sobre las 75 nuevas incorporaciones.

Es cierto que en la 51 edición se vistieron por primera vez 88 jugadores, pero entonces existía un equipo más —los extintos Metropolitanos— y el antiguo elenco de La Habana se dividía en Mayabeque y Artemisa, novenas que se completaron al sumar 15 y 14 peloteros inexpertos, respectivamente.

En cuanto a la proporción entre jugadores de posición y lanzadores, las tendencias no muestran demasiados contrastes, pues en las últimas tres campañas —contando la que se inicia hoy— nunca han sido más de seis la cifra mayoritaria de quienes defienden el campo.

En la nueva temporada serán 73 los jugadores que se inician en estas lides, y de ellos 33 lo harán desde la colina de los suspiros. Entre ellos estará el sucesor del lanzador camagüeyano Norge Luis Ruiz, quien con apenas 18 abriles firmó excelentes numeritos que le permitieron también estrenarse la camisa del equipo Cuba.

El diestro agramontino fue el serpentinero número 23 que fue seleccionado como del Novato del Año, distinción que según los archivos del inquieto Benigno Daquinta han merecido hasta el momento 47 jugadores.

Nos cuenta nuestro estadístico que la historia de estos premios ha tenido algunos «baches» a lo largo del trayecto. Por ejemplo, el capitalino Arturo Linares recibió el primer galardón, pero antes —sin ser premiados— fueron reconocidos el vueltabajero Felipe Álvarez (1965) y el habanero Rigoberto Betancourt (1966).

No han sido pocos los años en los que la lucha por este trofeo se tornó dramática, pero tal vez ninguna como la que protagonizaron Pedro Jova y Eusebio Bravo en la temporada de 1972, que se inclinó finalmente hacia el torpedero villaclareño, para colmo en una serie extra entre Mineros y Azucareros.

Daquinta asegura que en los años 1991 y 1999 esta categoría no fue premiada, aunque luego aparecerían en las guías oficiales los nombres del holguinero José Lamarque y el pinareño Norlis Concepción, respectivamente.

Entre las rarezas sobresale la nominación en 2008 del guantanamero Michel Gorguet, a pesar de que este había tenido 13 partidos jugados y 14 comparecencias al bate con Santiago de Cuba dos años antes.

Hasta el momento los únicos padre e hijo que han merecido el premio han sido Pedro José Rodríguez y su «retoño» de igual nombre, y resulta curioso que en el listado están representadas todas las posiciones, excepto la de receptor. ¿Quedará roto ahora ese maleficio?