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“Detractorismo”
Nuestro deporte nacional es hoy objeto de mucha polémica por lo que una avalancha de detractores se ceban con el actual panorama cubano de las bolas y los strikes.
A Eduardo Albertus lo conocí en la fiesta de cumpleaños de un gran amigo, quien le dijo al presentarnos: “Mira, él escribe de pelota en el periódico”. No había pasado un minuto y el homenajeado estuvo a punto de quedarse sin fiesta, porque el béisbol en cualquier casa de Cuba es un invitado de lujo, y de honor, como ocurrió en la barriada de San Miguel del Padrón.
Sin embargo, Eduardo, o Eddy, como lo llaman sus más cercanos, me dijo: “Ya no hablo tanto de pelota, hay mucho ‘detractorismo’, la gente juzga sin analizar las circunstancias y nuestro pasatiempo nacional no es un hecho aislado, es parte de lo que nos rodea, de las maneras en que hoy se desarrolla el deporte en el mundo. No exonero de responsabilidad a quienes tienen la encomienda de hallar las fórmulas para revertir la actual situación, pero tampoco dejo de reconocer que los escenarios son complejos”.
Señalo entre comillas el vocablo “detractorismo”, porque está claro que nuestro rico y vasto español no lo reconoce, pero si algo no nos deja ver el camino entre las bases, es una avalancha de detractores que se ceban con el actual panorama cubano de las bolas y los strikes. Yo tampoco eximo de esa exigencia a los encargados, incluso, les hemos demandado en esta columna sobre aspectos organizativos en aras de hacer más competitivas nuestras temporadas caseras, que a nuestro juicio es el punto de giro sobre el cual debiera iniciarse el rescate del nivel por el cual clamamos, y como resultado de ello, la incursión en ligas profesionales de altísima calidad y los resultados en certámenes internacionales.
Me han preguntado ¿desde cuándo crees que el béisbol comenzó a estancarse, a caer en el estado actual? La pregunta viene casi siempre luego del resultado, por ejemplo, de una competencia como la recién concluida Serie del Caribe o el del pasado estreno de los torneos Premier-12. Y la respuesta es que lo hecho allí o en otras instancias es solo la consecuencia.
Por muy afiladas que sean las críticas no debemos dejar de reconocer que tenemos excelentes jugadores, formados en nuestro sistema de enseñanza deportiva, no en ninguna academia o campo de entrenamiento de las grandes empresas del béisbol en el mundo, las cuales son extraordinarias en la preparación, sin la más mínima duda.
Ese pedigrí ha puesto de moda a Cuba y a sus peloteros en toda la estructura organizativa de la Major League Baseball, desde su escalón más bajo hasta el torneo de élite de 30 equipos en la geografía estadounidense. Que un pelotero nacido y formado en la Mayor de las Antillas, con los valores de una sociedad que le entregó todo en pos de hacerlo una estrella, quiera desempeñarse en esas lides es algo lógico. Va a probar, a mostrar allí sus cualidades. El asunto está en que no puede hacerlo de manera normal. Es el único en el mundo a quien le está impedido; al único que le piden abandonar no ya el movimiento deportivo que lo curtió, sino su país, al tener que firmar un acta mediante la cual se comprometa a no residir en Cuba, no volver a ella, no tener ninguna relación con ella.
El efecto se traduce en que en el 2014 salieron del béisbol cubano, por diversas vías, 70 peloteros y el pasado 2015, lo hicieron 150.
En diciembre último, una delegación de la alta dirección de la pelota rentada estadounidense estuvo en La Habana y uno de los objetivos fue comenzar a buscar de conjunto con las autoridades cubanas una vía que permitiera un flujo normal de jugadores. “El objetivo de nuestro comisionado Rob Manfred y la Asociación de Jugadores de la MLB es tener un sistema legal y seguro para el normal flujo de peloteros entre Cuba y Estados Unidos. Bajo las leyes de ambos países vamos a negociar”, nos aseguró Dan Halem, vicepresidente de las Grandes Ligas y director jurídico de dicha organización, en la mencionada visita.
Se conoce, además, que el comisionado pidió licencia a la Oficina para el Control de Bienes Extranjeros (OFAC), adjunta al Departamento del Tesoro, que le permita las contrataciones directamente en Cuba. Pero todavía está por ver el out 27 de esas gestiones. No sería un problema para la isla antillana establecer un flujo como ese, tiene en el orden jurídico tomadas sus previsiones desde septiembre del 2013, cuando aprobó la política de remuneración y contratación para sus deportistas, mediante la cual incluso, el atleta cuenta con beneficios fiscales, pues es exonerado del impuesto por ingresos personales, como se afirmó en la pasada sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular.
Si bien es cierto que es engorroso aspirar o evaluar un resultado por las circunstancias descritas, renunciar a ello sería aún peor. Es decir, a lo interno debemos seguir empeñados en el rescate de un sistema competitivo, que incluya a todas las categorías y finalice con un evento élite, capaz de estimular a peloteros y entrenadores y devuelva a los aficionados a las graderías. La aparición de torneos como el Clásico Mundial y la participación en las Series del Caribe, bienvenidas ambas para la pelota nacional, presuponen retos constantes, que no pueden esperar por una solución exógena.
El béisbol, como todo deporte colectivo, necesita jugarse y él, con uno de los reglamentos más extensos que lo hace tácticamente envidiable, está todavía más necesitado de que el talento se muestre en plena actividad competitiva. Lo que se haga, ha de dirigirse a un esquema de participación, que garantice en todas las edades, la premisa de que jugar, jugar y jugar es la solución.
A Eduardo Albertus lo conocí en la fiesta de cumpleaños de un gran amigo, quien le dijo al presentarnos: “Mira, él escribe de pelota en el periódico”. No había pasado un minuto y el homenajeado estuvo a punto de quedarse sin fiesta, porque el béisbol en cualquier casa de Cuba es un invitado de lujo, y de honor, como ocurrió en la barriada de San Miguel del Padrón.
Sin embargo, Eduardo, o Eddy, como lo llaman sus más cercanos, me dijo: “Ya no hablo tanto de pelota, hay mucho ‘detractorismo’, la gente juzga sin analizar las circunstancias y nuestro pasatiempo nacional no es un hecho aislado, es parte de lo que nos rodea, de las maneras en que hoy se desarrolla el deporte en el mundo. No exonero de responsabilidad a quienes tienen la encomienda de hallar las fórmulas para revertir la actual situación, pero tampoco dejo de reconocer que los escenarios son complejos”.
Señalo entre comillas el vocablo “detractorismo”, porque está claro que nuestro rico y vasto español no lo reconoce, pero si algo no nos deja ver el camino entre las bases, es una avalancha de detractores que se ceban con el actual panorama cubano de las bolas y los strikes. Yo tampoco eximo de esa exigencia a los encargados, incluso, les hemos demandado en esta columna sobre aspectos organizativos en aras de hacer más competitivas nuestras temporadas caseras, que a nuestro juicio es el punto de giro sobre el cual debiera iniciarse el rescate del nivel por el cual clamamos, y como resultado de ello, la incursión en ligas profesionales de altísima calidad y los resultados en certámenes internacionales.
Me han preguntado ¿desde cuándo crees que el béisbol comenzó a estancarse, a caer en el estado actual? La pregunta viene casi siempre luego del resultado, por ejemplo, de una competencia como la recién concluida Serie del Caribe o el del pasado estreno de los torneos Premier-12. Y la respuesta es que lo hecho allí o en otras instancias es solo la consecuencia.
Por muy afiladas que sean las críticas no debemos dejar de reconocer que tenemos excelentes jugadores, formados en nuestro sistema de enseñanza deportiva, no en ninguna academia o campo de entrenamiento de las grandes empresas del béisbol en el mundo, las cuales son extraordinarias en la preparación, sin la más mínima duda.
Ese pedigrí ha puesto de moda a Cuba y a sus peloteros en toda la estructura organizativa de la Major League Baseball, desde su escalón más bajo hasta el torneo de élite de 30 equipos en la geografía estadounidense. Que un pelotero nacido y formado en la Mayor de las Antillas, con los valores de una sociedad que le entregó todo en pos de hacerlo una estrella, quiera desempeñarse en esas lides es algo lógico. Va a probar, a mostrar allí sus cualidades. El asunto está en que no puede hacerlo de manera normal. Es el único en el mundo a quien le está impedido; al único que le piden abandonar no ya el movimiento deportivo que lo curtió, sino su país, al tener que firmar un acta mediante la cual se comprometa a no residir en Cuba, no volver a ella, no tener ninguna relación con ella.
El efecto se traduce en que en el 2014 salieron del béisbol cubano, por diversas vías, 70 peloteros y el pasado 2015, lo hicieron 150.
En diciembre último, una delegación de la alta dirección de la pelota rentada estadounidense estuvo en La Habana y uno de los objetivos fue comenzar a buscar de conjunto con las autoridades cubanas una vía que permitiera un flujo normal de jugadores. “El objetivo de nuestro comisionado Rob Manfred y la Asociación de Jugadores de la MLB es tener un sistema legal y seguro para el normal flujo de peloteros entre Cuba y Estados Unidos. Bajo las leyes de ambos países vamos a negociar”, nos aseguró Dan Halem, vicepresidente de las Grandes Ligas y director jurídico de dicha organización, en la mencionada visita.
Se conoce, además, que el comisionado pidió licencia a la Oficina para el Control de Bienes Extranjeros (OFAC), adjunta al Departamento del Tesoro, que le permita las contrataciones directamente en Cuba. Pero todavía está por ver el out 27 de esas gestiones. No sería un problema para la isla antillana establecer un flujo como ese, tiene en el orden jurídico tomadas sus previsiones desde septiembre del 2013, cuando aprobó la política de remuneración y contratación para sus deportistas, mediante la cual incluso, el atleta cuenta con beneficios fiscales, pues es exonerado del impuesto por ingresos personales, como se afirmó en la pasada sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular.
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