Ya no es una sospecha. Nuestro deporte nacional está sufriendo un sabotaje. Tal afirmación parece cosa salida de una mente paranoica, pero desafortunadamente existen pruebas de lo que digo.

La más reciente y descarada de tales evidencias ocurrió hace poco, cuando jugaban los equipos F.C Barcelona y R. Madrid en uno de los encuentros de la Copa del Rey. Sí, porque por desgracia los tiros de gracia que ha estado recibiendo la pelota en Cuba en los últimos tiempos han estado asociados al más universal de los deportes.

Pues bien, resulta que ambos conjuntos se enfrentaban a las dos de la tarde (hora de Cuba) y alguien decidió relegar el único juego nocturno de pelota cubana para horas de la tarde, en pos de diferir en el horario estelar un encuentro de fútbol que no tenía otra expectativa que la de ver si el club más caro del mundo podía derrotar al mejor de todos, a mediados de una temporada en la que por fin el primero de ellos se había mostrado ligeramente superior.

Resultado: se suspendió la trasmisión en vivo del juego de béisbol para televisar algo ya sucedido, en lugar de trasmitirlo a las dos de la tarde, cuando realmente sucedió. Así, al menos, no había que renunciar a la trasmisión de la pelota.

Es cierto que la calidad de “nuestro pasatiempo nacional” ha disminuido notablemente, pero eso es culpa precisamente de decisiones y ópticas ciegas como esta, y el camino a seguir no creo que esté en darle el tiro de gracia, sino en rectificar posturas y actitudes.

Todos conocemos el repentino y sospechoso interés de las autoridades cubanas por trasmitir el mejor fútbol internacional. Y con “autoridades” me refiero al gobierno, porque considero imposible que el ICRT y/o el INDER estén llevando a cabo de manera autónoma una campaña pro futbolística como esta.

Como también sabemos, el hecho de trasmitir mucho fútbol es un intento de cubrir el vacío que deja la siguiente pregunta: ¿y por qué si ya jugamos con profesionales, en Cuba no se trasmite el béisbol rentado? Creo que eso mejoraría nuestra calidad beisbolística.

Así, un bello deporte ha quedado relegado a una función manipuladora y otro, que constituye desde hace mucho parte importante de nuestra savia cultural, recibe su epitafio.

Si de verdad quisiéramos mejorar nuestro fútbol, dejaríamos jugar a nuestros jugadores en otras ligas, aunque fueran flojas; contrataríamos técnicos, o los intercambiaríamos por los de la pelota.

Si de verdad amáramos la pelota cubana, y no fuera una herramienta política que maltratamos cuando nos place, estaríamos dispuestos a hacer sacrificios en pos de su salud.

¿Cuál es la solución? ¿Jugar en el exterior? ¿La superación de los técnicos? Entonces lo haríamos, y no nos pondríamos a tomar medidas estúpidas como la de elevar aún más las medidas de un box que ya estaba por encima del reglamento.

Por eso creo que todo es un juego de ilusiones. Fútbol y pelota son cartas en manos de un prestidigitador. El juego es tan solo una ilusión para contentar al público, porque la verdadera partida, señores, ocurre tan solo en la mente de algunos.

Tomado de http://www.havanatimes.org/sp/?p=59141