La maldición beisbolera más conocida de la historia es sin dudas la Maldición del Bambino, que embrujó a los Boston Red Sox durante casi un siglo, pero que llegó a su fin hace 12 años con el triunfo del club que barrió a los St. Louis Cardinals, luego de haber vencido un déficit de 0-3 ante los New York Yankees. La otra famosa maldición fue la maldición de Billy Goat, contra los Chicago Cubs, que data de la Serie Mundial de 1945, cuando Billy Sianis fue expulsado del Wrigley Field por el hedor de su cabra Murphy. En Cuba, muchas maldiciones aparecen y desaparecen, y aunque es poco objetivo creer en ellas, resulta muy entretenido tenerlas en cuenta.





Algunas que aparentemente existían han desaparecido, y digo aparentemente porque el error de pensar que una cierta maldición embrujaba a un conjunto estuvo generalmente motivado por los constantes tropiezos de dicho equipo en los play off, hasta un día. La maldición de la palmita, que mencioné el 21 de julio de 2011, aparentemente pendía sobre Ciego de Ávila, cuando:

… fue privado de un cuadrangular de Franklin López contra Camagüey, que golpeó una palma que se encontraba fuera del terreno, peor cuyos penachos recaían sobre el muro – recordar que no había colchones – y cuando la bola regresó al terreno, los árbitros decretaron “viva y en juego”.

Si analizamos bien, el karma nunca debió haber afectado a los Tigres, pues ellos fueron los afectados por una de las más terribles decisiones arbitrales (de las tantas) que han acontecido en la historia de los Play Off en Cuba. Además, de ser así, esa maldición se ha roto con creces, al punto de que han ganado tres campeonatos en los últimos seis años. O sea, que a quien el karma afectó fue a Camagüey, que sufrió no solo derrotas en postemporadas (incluida una que dio paso a que Holguín se coronara como campeón nacional), sino también un desangramiento de jugadores que fueron desde deserciones de los más jóvenes valores (dígase Dariel Álvarez, Dayron Varona, Norge Luis Ruiz, Adalberto Ibarra), lesiones de brazos jóvenes y fuertes (Vicyohandry Odelín, Elier Sánchez…), hasta la lamentable muerte de Miguel Caldés (que los inspiró al punto de acariciar la final antes de caer vs. la Aplanadora Santiaguera.






Los agramontinos además se han visto en más de una ocasión con un conjunto prometedor, antes de sucumbir ante la apatía generalizada, la disciplina u otros factores.

Sin embargo, esta maldición tiene cara de estar apagándose, pues los camagüeyanos se encuentran en un momento inmejorable, luchando por las posiciones cimeras de la temporada, y en zona de clasificación, habiendo incluso superando ya el número de victorias que lograron la campaña pasada. Sin lugar a dudas, podría este ser un buen año para el equipo que tiene cara de no querer ceder a sus jugadores como refuerzos de otros conjuntos.

El otro mito, surgido recientemente, involucra no a un equipo, sino a una persona: Víctor Mesa. Durante el tiempo que lleva al timón de Matanzas, El Profe se las ha ingeniado para que sus Cocodrilos paseen la distancia en la temporada regular, pero una vez llegados los Play Off, encuentran las maneras más inverosímiles de caer, a veces con las botas puestas, a veces permitiendo 10 carreras en una entrada extra. El origen de esta maldición está indudablemente conectado con las estratagemas, en ocasiones ingeniosas, en otras macabras, que practica el otrora defensor de la pradera central de Villa Clara.

Desde lograr que se hiciera una transferencia de jugador (cuando aún no se permitían), provocar estragos en otros equipos, planificar[i] un teatro violento que costó la suspensión a uno de sus atletas y a un lanzador de escuadra nacional, mover a su antojo las cosas en la pelota cubana, e incluso lograr que la Dirección Nacional de Béisbol y la prensa nacional, tanto radial como televisiva, hagan de todo para complacerlo y hacerlo feliz, las tácticas de VM32 pasan de los gracioso a lo mafioso, y las recientes declaraciones de Yosvani Alarcón reflejan que hay gato o cocodrilo encerrado en el más reciente incidente. Por eso tal vez le cueste tanto trabajo ganar… tanto, que otra de las maldiciones se rompió cuando Villa Clara —víctima también inverosímil de las finales— sepultó a su equipo con un cuadrangular de Ariel Pestano, otro receptor que fue aparentemente ultrajado por su mal proceder o sus designios turbios.






La tabla de posiciones de hoy muestra en los seis primeros puestos a cuatro equipos que son víctimas de maldiciones, y dos que aparentemente ya las han roto.

Los yumurinos están seguidos de los villaclareños (que ya se han coronado), y entra entonces Holguín, dueño de su propio calvario, según mis observaciones del ya mencionado día:

Parecería que el título de 2002 es una cosa de película, brujería… algunos ni lo creen aún. Los sabuesos fueron incapaces de ganar tres de los últimos 12 encuentros para llegar a los Play Off. Reaparecieron en la postemporada para caer 4-0 ante Ciego de Ávila – y este año se batieron por el sótano de la tabla de posiciones. Es como si estuvieran pagando la deuda de haber vendido “el alma al demonio” para ganar.

A los Sabuesos les siguen los camagüeyanos, los avileños y finalmente Guantánamo, que tiene otra historia: la de prácticamente “regalar” (cuando estaban descartados para los play off) los últimos desafíos de la temporada a Santiago de Cuba (como si a las Avispas les hubiesen hecho falta en aquel tiempo)… eso les impedirá evidentemente ganar una Serie Nacional en mucho tiempo.






Esto, por supuesto, es un ejercicio de fantasía. No creo que existan las maldiciones, y aunque el karma a veces castiga (solo a veces), todo parece indicar que este año pertenece a Matanzas, y que Víctor Mesa podrá, AL FIN, acariciar un título… ¿que no lo ha hecho jugando limpio? Eso lo sabemos todos, pero si lo hace le dará el título a una provincia que (aunque el equipo parece más Rainbow Six[ii]) ha hecho bastante por el desarrollo del béisbol desde la llegada del “loco” a tierras yumurinas.

Si no ganaran, Camagüey parece como un buen candidato, aunque olvidar a Ciego de Ávila es un error… ¿y Holguín? solo esperaré a ver qué sucede