Un rey de apellido Anglada
Por Boris Luis Cabrera.
El 6 de enero de 1953, en La Habana, nació un hombre destinado a reinar, no desde un trono de oro, sino desde los diamantes de béisbol: Rey Vicente Anglada Ferrer.
En el Día de los Reyes Magos, la metáfora se tejió sola. Aquel niño que comenzó a soñar en las calles del Cerro pronto sería el faro de los Industriales, el alma de un conjunto que encuentra en su mística el corazón de una ciudad.
Desde sus primeros pasos como pelotero, Anglada dejó claro que lo suyo era especial. En el terreno fue un artista, un estratega que dominaba la intermedia como quien lee el viento. Su agilidad para convertir lo imposible en jugada, sus manos prodigiosas y su inteligencia para anticipar cada movimiento lo convirtieron en un ícono en su posición.
Pero más allá de las estadísticas, lo distinguió su carácter y el respeto que inspiraba por su entrega inquebrantable y su amor al juego.
Sin embargo, como en toda gran historia, la vida le puso pruebas. A inicios de los años 80, una acusación injusta lo apartó de este deporte, pero nunca logró arrancarlo del alma del pueblo.
Su nombre se susurraba como una leyenda en los parques, en las conversaciones apasionadas sobre béisbol, como un recuerdo que se negaba a desaparecer. Y cuando parecía que el destino le había cerrado las puertas, demostró que los verdaderos reyes siempre encuentran el camino de regreso.
Un día volvió como director y tomó el timón de los Industriales, y desde ese momento comenzó a escribir un capítulo inolvidable en la historia del equipo.
Bajo su mando, los Leones encontraron un líder que no solo exigía perfección en el campo, sino que comprendía a sus jugadores, los moldeaba y les transmitía su pasión.
Tres coronas nacionales (2003, 2004, 2006) fueron la recompensa tangible de su sabiduría, pero su verdadero legado fue devolverle al equipo su personalidad, su garra y su identidad.
Anglada tejió sus estrategias con el corazón, cada decisión estuvo impregnada de una mezcla de instinto y conocimiento profundo del juego y entendió que el béisbol no es solo un deporte, sino una batalla emocional, un espacio donde la esencia del equipo debe prevalecer sobre la adversidad.
Su calma en los momentos de presión, su capacidad para unir a un grupo diverso bajo un mismo propósito y su fidelidad a los valores del deporte lo convirtieron en una figura irrepetible.
Hoy, en su cumpleaños 72, Anglada sigue siendo más que un nombre, es el Rey León, símbolo de una era dorada, de noches gloriosas en el Latinoamericano y de una ciudad que lo adoptó como su héroe.
En este Día de Reyes, celebramos a un hombre que encarnó la grandeza no solo en el terreno, sino también fuera de él, con su dignidad, humildad y amor por los Leones de Industriales.
Feliz cumpleaños, Rey Vicente Anglada. Que tu legado siga brillando como esos días en que tu equipo azul y tu nombre llenaron de orgullo a toda La Habana y a Cuba entera.