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Imagen de mcontreras Por Michel Contreras 6 Marzo, 2014 - 10:02

“Me concentro en la familia. Me gustar estar en casa y tener tiempo para escuchar música, ver el noticiero, leer la Biblia. Leo la Biblia todos los días, gracias a Dios. Cuando se trata de béisbol, es la misma rutina. Béisbol, béisbol y más béisbol”.

Quien así habló fue el inicialista cienfueguero José Dariel Abreu, a las puertas de debutar en Grandes Ligas con la casaca de los Medias Blancas de Chicago. No obstante, el suyo -aunque muy notorio- es sólo un caso más entre muchos de peloteros cubanos que tratan (han tratado) de escribir historia en el mejor béisbol del mundo.

Desde el 12 de abril del lejano 1911, cuando Armando Marsans saltó al campo representando al Cincinnati, mucho talento cubano ha desfilado por los diamantes del Big Show. Y claro, hay quienes han tenido un brillo especialísimo, inscribiendo sus nombres en un grupo de privilegio al que sólo se accede con arrobas de talento.

¿Cuáles han sido los mejores? La selección es peliaguda, y este cronista no se atreve a conformar un Top Ten, pero sí estima que hay cinco elementos que aventajan “por una nariz” al resto de la tropa.

En esa reducida selección no caben -y hasta duele decirlo- personajes como Diego Seguí (un hombre de 639 juegos lanzados en Ligas Mayores), el fantástico “Minnie” Miñoso, el recordado Tony Taylor o los hermanos Liván y Orlando Hernández, aquel con uno, este con cuatro anillos de Serie Mundial.

Tampoco, creo yo, logran colarse tres portentos innegables: Camilo Pascual, el mago de la curva; Dagoberto Campaneris, con casi dos décadas de juego y 649 estafas en las piernas, y Tony Oliva, tres veces Champion Bate y con .304 de por vida en 15 temporadas.

Llegado a este punto, hago una salvedad: no incluyo a José Canseco ni a Rafael Palmeiro, dos sluggers de excepción, debido a sus archiconocidos problemas con el uso de esteroides anabólicos. Y ojo: si mirásemos fríamente a los números, abstraídos de ese handicap, Palmeiro habría sido el más grande pelotero cubano en la Gran Carpa. Pero hizo trampas, y eso lo demerita.

Vamos pues con mis cinco favoritos. En el quinto lugar coloco a Adolfo Luque, el mítico Habana Perfecto, quien dejó abiertas las (hasta entonces desconocidas) puertas del estrellato para sus compatriotas. Luque ganó dos veces el premio de efectividad monticular, tuvo una campaña de 27 triunfos contra ocho reveses, comandó en tres oportunidades el departamento de lechadas en el viejo circuito y cerró su larguísima aventura con récord de 194-179.

Para la cuarta plaza me inclino por Mike Cuéllar, el formidable zurdo que formó un tridente atómico junto a Jim Palmer y DaveMcNally en los 70 del siglo pasado. Cuéllar guardó un Cy Young en sus vitrinas, lanzó en tres Series Mundiales sucesivas, lo eligieron para cuatro Juegos de Estrellas, tuvo un año de 24-8 y una carrera de 185-130, con promedio de limpias de 3.14.

Luis González se lleva el tercer puesto. El cubanoamericano se pasó 19 años al máximo nivel, y dejó un expediente que incluye 2.541 hits, incluidos 354 jonrones y 596 dobles. Tanto lo respetaron que recibió 1.155 transferencias, tanto lo ponderaron que asistió a cinco AllStarGames, y tanto se premió a sí mismo que decidió para Arizona la final de Grandes Ligas de 2001, durante el cual conectó 57 bambinazos.

El segundo lugar es para el venerable Luis Tiant, el del windup inconfundible con un vistazo al cielo y aquel giro del cuerpo hacia el jardín central. Sus estadísticas erizan: 229-172, PCL de 3.30 y 2416 ponchetes, con par de lideratos en efectividad, tres en blanqueos y varias actuaciones estelares en partidos de postemporada.

¿Y quién carga con la parte del león? Usted seguramente lo imagina: Tany Pérez, el infielder tremendo de la Maquinaria Roja, el de los seis Juegos de Estrellas, 2.732 imparables, 379 cuadrangulares y 1.652 remolques. El tipo al que nada le pudo impedir -ni el color de su piel, ni su origen latino, ni la recia oposición de los rivales- acceder al Salón de la Fama de Cooperstown, ese donde tan sólo duermen inmortales.

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