Yadier Álvarez puede ser un perfecto desconocido en Cuba. Jamás lanzó en Series Nacionales. Claro, era muy joven, y su vínculo más cercano con la pelota de cierta calidad en la Isla ocurrió en el Campeonato Nacional Sub 23, donde lo vi lanzar por primera vez con el conjunto de Matanzas y contaba, si mal no recuerdo, con 18 años. Era un atleta delgado, de una estatura aceptable, pero su recta, su recta no era cosa de todos los días. Y créanme que no exagero.

Yadier lanzaba cómodo, a su antojo, sin grandes complicaciones una recta por encima de las 90 millas, desafiante y respetable como la de un consagrado. Me dije entonces: “este muchacho ha salido de la nada, lanzando como le da la gana y con ese físico que no lo acompaña. Aquí huelo un talentazo”. Efectivamente, el yumurino salió de Cuba nada más que terminó su paso por el Sub 23, tuvo varias demostraciones, a todos asombraba, muchos se debatían por sus servicios. Oler un diamante en bruto es un privilegio, un privilegio con el que contarían los Dodgers de los Ángeles, franquicia que lo firmó por una bonificación de 16 millones de dólares en julio del año pasado.

Pero, los Dodgers no invierten su dinero sin basamento. No es derrochar por derrochar. Unido al talento y el futuro promisorio que anunciaba Yadier en cada envío, tenía el aval de estar catalogado como el puntero en el listado de los mejores 30 prospectos internacionales de MLB.com en 2015. Si la escuadra de Los Ángeles confió en el muchacho, lo cierto es que el muchacho ya dio su primer viso de agradecimiento. Disculpen, no fue solo un viso de agradecimiento, fue una ratificación soberbia de que su calidad quizás valga más.

En su debut en La Liga de Arizona, Álvarez lanzó 3.2 entradas, sin permitir libertad absoluta a sus contrarios y sometiéndolos al martirio de siete ponchados. Como diría un humorista cubano, del que por cierto más nunca he sabido nada, “lo digo y lo repito y no es matraca mía”, Yadier Álvarez no para hasta las Grandes Ligas. Una vez allí, se acordarán de mis palabras.