Cierta vez escuché, hace casi cinco años, una frase que nunca he olvidado. Decía el icónico Mahatma Gandhi que la libertad no es digna de tener, si no incluye la libertad de cometer errores. Ayer entrevisté a un pelotero cubano del que no sabía hace mucho tiempo, el industrialista William Ortega, quien, sin conocerme, me habló con la confianza de un amigo de toda la vida. Sus palabras, tan diáfanas como un cristal o un río en lo alto de una montaña, me demostraron que errar es de humano y más aun si se tiene la capacidad de reflexionar y arrepentirse como William.

“Pregúntame lo que quieras, cualquier cosa”, me decía, con la buena vibra de alguien que respira nuevamente la brisa de la libertad y apuesta, a por todas, por que nadie cometa el error mayúsculo que rayó su vida, le paró el tiempo por ocho años y dos meses y le ha hecho ver de una manera muy distinta el precio de la existencia. Hace 17 días que salió de prisión, cumple su libertad condicional y si algo tiene claro, es que la vida no lo ponchará dos veces.

“Después que jugué en Italia quería retirarme, eso fue entre 2005 y 2006. Además, emitieron una ley que planteaba que los cubanos sin ciudadanía no podían jugar. Me quedo sin trabajo y económicamente tenía que hacer algo. De casualidad conozco a un mexicano y le caí bien. Empezó a estudiarme, cómo era yo, vio que era un hombre de familia y vio mis necesidades y me ofrece el negocio de vender marihuana. Yo sin dinero, ni nada, me ganó la desesperación y fue el peor error de mi vida, porque aquí en Estados Unidos me abrieron las puertas. Cuando se actúa sin pensar, es como disparar sin apuntar”, confiesa el nacido en Altahabana, Boyeros, el 3 de septiembre de 1972.

“Estoy bien arrepentido, fueron ocho años y dos meses los que estuve en la cárcel. Lo he perdido todo, pero estoy muy feliz por mi libertad. Si alguien lee esto, quiero que aprendan que hay que tener disciplina en la vida, estar con la familia. Solo quiero ayudar a los jóvenes, que sean mejores personas. Acabo de salir, estoy empezando a gatear. Pero las amistades mías de la pelota están dispuestas a ayudarme. Así que pronto regreso a lo que sé, al don que me dio Dios de estar en la pelota. Pronto me entrevistarás de nuevo y será para decirte que he progresado en mi vida”, explica Ortega, que jugó dos temporadas con los Leones de la capital, tuvo cinco veces al bate en las Mayores y hoy reside en Miami.

Te ofrezco la oportunidad de que les expliques a los lectores de Cronodeportes cómo llegas al béisbol.

“A los cinco años empecé a jugar pelota por mi hermano que lo hacía en un estadio del barrio. Después de allí pasé para la PreEIDE de Santiago de las Vegas, con la supervisión de Rolando Núñez, alias Chavito, que era hermano de Pedro Chávez. Él fue mi entrenador, además de que fue y será como un padre para mí. Esa fue mi primera escuela formal de pelota y estuve hasta los 12 años. Ganamos muchos campeonatos a nivel provincial.

“Como en 5to grado hacen un equipo infantil nacional para viajar al extranjero e ir a Nicaragua. Fue un conjunto con los mejores jugadores del país menores de 12 años. En ese viaje conocí a Rey Ordóñez y a Jorge Luis Toca. Éramos niños, pero hicimos una amistad de por vida.

“Cuando terminé el 6to grado me recomiendan para ir a la EIDE Mártires de Barbados en el Cotorro, que fue otra etapa de mi vida con el entrenador Armando Vega. Allí nos preparamos para competir con todas las EIDE del país, en las que estaban muchos peloteros que harían más tarde los equipos nacionales”.

¿Qué ocurrió que no pudiste viajar en los juveniles a México, cuando en realidad conformaste el equipo?

Otro de los tantos ex industrialista en las Series Nacionales de Cuba que han brillado fuera de la Isla
Otro de los tantos ex industrialistas en las Series Nacionales de Cuba que han brillado fuera de la Isla
“Después paso a la categoría 15-16 años y en los juveniles vuelven a hacer un equipo para viajar a México, en el cual yo quedé como jugador de los jardines, pero no pude viajar porque era menor de edad y tenía que tener la firma de mis padres. Lo lindo del caso era que mi padre Víctor Ortega estaba cumpliendo misión al gobierno de Cuba en Angola y al no estar la firma de él, no pude viajar. Eso fue como una recta de Chapman a 100 millas, me mataron un sueño, la razón por la que cada pelotero cubano sueña: viajar y representar a su país.

“Después que terminé en la EIDE me trasladaron para la ESPA provincial de La Lisa. Posteriormente dejo el béisbol, estaba decepcionado, pero Alexis González, que había jugado pelota conmigo y está en Cuba, me dice que empiece a jugar de nuevo, que iban a comenzar a dar viajes con frecuencia a los jugadores”.

Fue así entonces que William Ortega se viste de azul, un sueño consumado un poquito tarde…

“Un día estaba jugando en el Hospital Psiquiátrico de La Habana, en Boyeros, y llega a entrenar el equipo Industriales. Allí estaba René Bello como coach de tercera base y el director era Pedro Chávez, era la temporada 1993- 94. Da la casualidad que estoy bateando contra un pitcher de la reserva de Industriales y Bello hace un comentario bueno de mí. Dice que si yo no me hubiera ido de la pelota, fuera uno de los mejores peloteros de Cuba.

“Por poco vuelvo a dejar la pelota, estando en la reserva de Industriales. Resulta que estoy bateando bien en la reserva, como 350, pero suben para el equipo a Aramos Ramírez, creo que es su nombre, de Centro Habana y buen pelotero, pero no estaba bateando más que yo y me enojé y me fui de nuevo. Para ese tiempo estaba de director del INDER en La Habana Tony y me llama para una reunión en el Latinoamericano con el objetivo de que no dejara la pelota. Fue entonces que en 1994 debuto con los Azules de la capital, Industriales, el mejor equipo de Cuba, con el #25: William Ortega, el indomable”.

En poco tiempo con los Azules, te llega tu primera y última oportunidad de representar a Industriales en un evento internacional…

“Ganamos la Serie Nacional de 1996 con Medina de director. Él había traído química al equipo, existía buen vínculo entre jóvenes y veteranos. Nos premiaron con un viaje a México, donde tuve pocos turnos al bate, creo que jugué dos o tres juegos. Allí conocí a un pelotero mexicano y le pregunté por su vida como profesional. Me explicó su estatus y nivel de vida y es cuando tomo la decisión de quedarme. Además, tenía también la ilusión, el sueño de jugar en Grandes Ligas”.

William Ortega es hombre nuevo
William Ortega es hoy hombre nuevo
Algo que tardó casi cinco años…

“En aquellos años estaban los Cardenales de San Luis y los Dodgers de Los Ángeles interesados en mí, pero Joe Cuba, que era nuestro agente, nos dijo que esperáramos. Pero al final ellos fueron los que más pagaron con 500.000 dólares en febrero de 1997. En 2001 debuto en las Grandes Ligas, algo que había soñado y se hizo realidad. Mi primer turno al bate fue contra los Dodgers en San Luis y doy un batazo por el center field que pensé que se iba de home run, pero el jardinero brinca y me roba el cuadrangular. Mark McGuire me dijo que si hubiese sido jonrón, el equipo me regalaría un reloj marca Rolex, por mi primer vuelacercas en el primer turno al bate. Después llegó la fama y con ella la indisciplina”.

Tengo la convicción que las ganas de reivindicarse de William Ortega no son falsas. El mulato fuerte y alto de los Industriales le dará tan fuerte a las oportunidades que vienen en camino, que no tendrá que recordar la mala pasada que le jugó la vida, que le privó de estar junto a su hijo, junto a los suyos. William Ortega es hombre nuevo. (Entrevistó: David Díaz)
Tomado de Cronodeportes.