Pudo haber sido cibernético, ingeniero o económico, aquel joven negro de gran tamaño que terminó en el segundo puesto del escalafón para ingresar a la Vocacional Lenin de La Habana. El mismo que cuando niño vivía en un garaje en Playa y volvía loca a una vecina –quizás a más- con el tirar continuo de una pelota contra una de las paredes de su propia casa. Si hubiese ingresado y terminado en el Preuniversitario de Ciencias Exactas, hoy Cuba no contara con uno de los zurdos más prominentes en la historia de su béisbol. Con uno de los mejores lanzadores de todos los tiempos, alguien que “afeitaba” con su recta y provocaba náuseas con la parábola de su pronunciada curva, que se perdía en el cielo y con velocidad rauda caía en zona de strike.

Es una tarde en extremo calurosa y Pablo Miguel Abreu suda copiosamente en el portal de su casa en el Reparto Guiteras, en La Habana del Este. Han pasado cinco días desde que le celebrara un cumpleaños más a su madre, una anciana que le va ganando el pulso al tiempo y conserva una mente quinceañera y un oído fino, como de periodista. Pablo la abraza y mucho, la besa, la envuelve, se pierde ella entre el voluminoso cuerpo y las gigantes manos de su hijo, que pronto entrará en el umbral de la media década de vida.

Está de visita en La Habana, hace ya un tiempo que reside en Italia. Me dedica casi tres horas, a la espera de que llegue un albañil que le arreglará el techo de su casa. “En Cuba nunca se para asere”, me dice después de haber traído varios sacos de cemento en su moscovich azul, “la Mosca” como él le llama. Me siento chiquito, oprimido ante la grandiosidad de Pablo Miguel, que va más allá de su tamaño de basquetbolista. Es un lanzador solemne en la pelota cubana, de esos que se encargaron de aplastar, pero no pudieron, porque, al menos, el público lleva de él un recuerdo omnipresente.

“Decirte que yo estaba como portero de un equipo de futbol, cuando cae cerca de mí una pelota de béisbol y la devuelvo. Pero eso llamó la atención de los entrenadores y hablaron con mi profesor de futbol para que me pasaran para el béisbol, pues vieron buenas condiciones en mí. A partir de ese momento tuve buenos resultados y conformo con Omar Linares el equipo Cuba que participó en un Campeonato Mundial juvenil en Venezuela 1982, Omar con 14 años y yo con 15. En 1984 me lesiono y no acudo al certamen del orbe juvenil, pero al otro año sí”, esos fueron sus primeros vestigios.


A la velocidad de un chasquido de dedos fue tu debut en Series Nacionales…

“Fue en el año 1983 con los Metropolitanos y sin dudas que resultó algo muy emocionante, pues éramos 17 novatos que entrábamos ante la suspensión de casi una veintena de jugadores de la capital por la venta de juegos. Existía mucha inexperiencia y los más veteranos eran Lázaro de la Torre y José Modesto Darcourt, por lo que nosotros asumíamos los juegos con diversión ante las enseñanzas de Pedro Chávez. En la temporada 1985-86 trasladan a Chávez para Industriales y él se lleva los mejores prospectos. Ese fue el año en que Agustín Marquetti da jonrón y decide el campeonato, algo muy grande para mí, pues era monarca en apenas mi tercera Serie.

“En 1985 tuve una serie de resultados muy destacados, pues gané el Mundial juvenil en Nueva York y quedé como mejor jugador y después me incluyen en la selección nacional que fue a la Copa Intercontinental de Edmonton, junto a lanzadores de sobrada calidad”.

Pero 1986 fue una especie de año bendito en tu carrera deportiva…

“Ya en ese año termino la etapa juvenil y me uno a figuras estelares como Marquetti, Pedro Medina, Ángel Leocadio Díaz, entre otros, para ganar así uno de los campeonatos más recordados de todos los tiempos en Cuba. Después pasamos a la Serie Selectiva, que no ganamos por cosas de la vida, pues teníamos como siete victorias por delante y al final no pudimos hacernos del título”.

“En el plano internacional acudí a los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Santiago de los Caballeros, luego intervenimos en el Mundial de Holanda, seguido una gira de casi un mes por Estados Unidos, que realmente fue el inicio de los topes bilaterales entre Cuba y ese país”.

…y cómo recuerdas los Juegos Panamericanos de Indianápolis 1987.

“A ese evento por poco ni voy, porque entrenando Orestes Kindelán me dio una línea y me partió la muñeca. Pero sucede que al tope vino Jim Abbott, que le faltaba el brazo derecho, y en una reunión de los directivos con Fidel, él dijo que no importaba que yo tuviera el yeso, pues los estadounidenses habían traído un manco y yo tenía que ir a los Panamericanos.

“Me retiraron el yeso y le lancé a Puerto Rico y me dieron un solo hit, además de lograr la victoria 1-0 gracias a cuadrangular de Antonio Pacheco. Después le pitcheé a los americanos y perdimos porque Ty Griffith me dio jonrón para dejarnos al campo. Imagínate el insulto que cogí, que le metí como 18 ponches a Nicaragua y me anoté la victoria.

“En la final contra Estados Unidos exploté en el primer inning, pero fue tremendo partido el que ganamos por 13-9 y fue la última medalla que ganamos y nos sentimos muy contentos, por el simbolismo que encierra un título para Cuba en este deporte.

“Al regresar participamos en la Copa Intercontinental en La Habana y luego de un “palo de agua” grandísimo, le propiné no hit no run a México y gané como tres juegos. Ese fue también un año sabroso para mí”.

Coméntame de la lesión en 1987 y de tu regreso anticipado a la pelota cubana ese propio año.

“Imagínate que me caí, me pusieron el yeso mal durante 45 días, hasta que me lo quitaron y me metí otro mes más con un yeso. Industriales clasificó esa temporada y me dijeron que hacía falta que me incorporara, porque de lo contrario no estaría en la Selectiva. Me quitaron el yeso, pero que va, no pude lanzar en los play off, sin embargo me llevaron a la Selectiva.

“Lancé el primer juego como siete innings y luego vinieron las desgracias, porque me comenzó a doler el brazo al tenerlo muy débil, además de realizar una preparación muy mala. De no haber lanzado ese año, quizás yo hubiese durado un poco más”.


En los años que integraste los equipos Cubas, tuviste muchas oportunidades. Sin embargo, existen algunas personas que dicen que pudieron ser más los chances.

“No creo que conmigo se haya sido injusto jamás. Es más, te digo que la primera vez que integré la selección nacional no me lo esperaba, lo que sí pienso que se fue injusto conmigo en 1990, que empezaron a salir más pitchers en la capital y a mí me desestimaron al pasarme nuevamente para los Metros. En 1992 gané nueve partidos con los Metros, pero ese año Industriales ganó con Jorge Trigoura y al llegar a la Selectiva ni jugué, porque estaban los lanzadores de los Azules que estaban bien. Allí sí me sentí fuera del béisbol, al punto de que al año siguiente decidí no jugar más”.

Entonces es que en 1993 te vas a Italia…

“Efectivamente. Un amigo mío me invitó y como no tenía nada que hacer me fui y me puse a trabajar allá y a prepararme. Estuve un año en ese país y al regresar Medina me dijo que le iban a dar los Industriales y que necesitaba que yo y Leonardo Tamayo estuviéramos con él, porque se sentiría más seguro y fue así que ganamos el campeonato.

“Pero un día el propio Medina me dice que iban a retirar a 62 peloteros y dentro de ese grupo estaba yo. Y me preguntó si quería irme a jugar para Japón o Italia y le respondí que para el segundo país, porque había estado hacía poco allá y me gustaba mucho. Fue una noticia sorprendente para todos, porque había muchos jugadores en forma como Víctor Mesa, Pedro Luis Rodríguez y Lourdes Gourriel y a estas alturas nadie sabe quién fue el que tomó esa decisión.

“Para que tengas una idea de lo disparatado de esa decisión, al otro año dijeron que podían regresar los que se fueron y Lázaro Valle regresó e hizo el team para los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996. Calcula el error de esa fallo con el ejemplo que te puse”.

Pablo, ¿qué sucedió realmente con Higinio Vélez?

“Él era el jefe de la misión deportiva del béisbol en Italia. Entonces a mí se me perdió el pasaporte allá e Higinio empezó a decir que yo me quería quedar y al final dijo que yo me quedé, cuando estoy aquí, ahora, hablando contigo. Le realizaron un retiro a un grupo de jugadores, entre los que estaba yo, pero al acudir, me excluyeron, ese momento fue muy triste en mi vida, pues ni a los periodistas dejaban hablar de mí. Y la vida es tan caprichosa, que esa persona es el actual presidente de la Federación Cubana de béisbol”.

Y después qué ocurrió con tu vida…

“Al tener una discusión muy fuerte con él, me mandaron a entrenar para El Picadero de Alamar, donde no había condiciones de ningún tipo. En ese momento, a finales de 1997 o principios de 1998 me voy para Guatemala, gracias a una carta de invitación que me puso un amigo mío, con quien entrenábamos chamacos. Allí me casé y agarré el permiso de residencia en el exterior. Estuve laborando como entrenador de pitcheo con el equipo nacional de esa nación, hasta que mi amigo italiano me preguntó si ya me había hecho residente, porque le hacía falta un entrenador allá.

Higinio Vélez también hizo de las suyas injustamente en contra de este estelar lanzador.
“Me fui para Italia y estuve un tiempo con Nettuno y después con otro plantel. En Guatemala me divorcié y en Italia me vuelvo a casar y tengo un niño de ocho años que se llama Pablo y le gusta el baloncesto. En 2011 Orlando “El Duque” Hernández abrió una Academia en Miami y me fui con él por espacio de tres meses. Después retorno a Italia y me traslado a Rusia, a entrenar los lanzadores del conjunto nacional de ese país, porque la presidenta del Club Reggio Emilia me quería reducir el salario después de haber ganado el Campeonato y a los rusos les hacía falta un entrenador, porque se acercaba el Campeonato Europeo, que al final ganamos en 2013.

“Después regreso a Italia y comienzo a trabajar con el equipo de Cerdeña y los rusos me llaman nuevamente para competir en el Campeonato Europeo de mayores, en el que le ganamos a Francia y quedamos en el séptimo lugar. Fue algo muy divertido, porque era un negro rodeado de blancos.

“Este año unos amigos me llamaron para que estuviera con ellos en una Academia que se llama Team Miami y hasta ahora sigo ahí, porque en Miami se juega muchísimo béisbol y hay muchos estadios”.

¿Cómo lograste tener efectividad sobre dos lanzamientos como la curva y la recta?

“Aprendí a tirar curva desde chiquito y como era muy alto, eso le creaba más dificultades a los bateadores. Pero con la recta era muy descontrolado, la gente decía que cuando yo venía y lanzaba el primer envío en strike era por gusto conmigo, porque no había quien me bateara. Tuve valiosos entrenadores que perfeccionaron mi control, porque yo me enredaba y daba dos o tres bases por bolas y después ponchaba a dos o tres bateadores y me autorrevelaba”.

Francamente, ¿en qué lugar te ubicas dentro de los lanzadores zurdos del béisbol cubano?

“Oye, coñooo, estás apretando, es que ha habido muchos buenos pitchers…”

Entre los que estás tú…

“Bueno, yo el último en la cola, pero por lo menos que se acuerden de mí y me pongan en la lista que integran Santiago “Changa” Mederos, Jorge Luis Valdés, Darcourt, Omar Ajete, Faustino Corrales, Carlos Mesa. Éramos muchos lanzadores zurdos de calidad y ahora no hay casi nadie, solo Wilbert Pérez y Liván Moinelo”. (David Díaz)