Foros / Serie Nacional de Béisbol
Industriales. Yoassan Guillén y Lisbán Correa, le vuelven a ganar a Pinar del Río.
Yoassan Guillén y Lisbán Correa, le vuelven a ganar a Pinar del Río. En un buen juego de Pelota, los Industriales vuelven a derrotar a Pinar. Un juego donde hubo buen pitcheo por ambos equipos y también mucha entrega para tratar de obtener la victoria.”Ruge León” que si se puede. Arnaldo.

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Victoria en homenaje a Armandito el Tintorero, aqui les dejo algunas anecdotas de el
Casi calvo, bajito, miope con espejuelos de culo de botella, gay discreto, mulato pobre criado en La Beneficiencia con los apellidos Valdés Valdés, que luego cambió por Torres Torres, más apropiados a su carácter de árbol generoso y educado que -tras apagarse las luces del estadio- se ponía a barrer el área entre home y tercera base, donde cada noche de pelota electrizaba al Latinoamericano.
Armandito el tintorero es una referencia en la fanaticada del béisbol en Cuba, donde su amor desmesurado por equipos de La Habana construyó una peña respetada por los adversarios y admirada por los aficionados que no conseguían relacionar aquel vozarrón ocurrente con su figura diminuta y ese trasiego constante de nueve innings con sus piernas cortas y delgadas.
Su gesta pelotera lo llevó a ganar un automóvil Fiat Polski, regalo de Fidel Castro Ruz, impresionado por su movilidad para cubrir los principales eventos de los Juegos Panamericanos de 1991, y sus seguidores le erigieron una estatua que ocupa simbólicamente su silla en el estadio de La Habana, donde se jugó pelota buena y se escuchó a Armandito joseando a favor de los azules de la capital de Cuba, donde murió hace 16 años para tristeza de amigos, compañeros de peña y amantes del béisbol.
La vida de Armandito, el tintorero, fueron 65 años de lucha contra la adversidad de nacer y vivir con tantas desventajas en una sociedad machista, desmesurada y hedonista, a la que se opuso con mesura y militancia tranquila en el legado de Adolfo Luque, su ídolo y quizá el pitcher más elegante que haya subido a la Lomita en Cuba y solo alzando la voz para que Industriales no fallara.
Armandito quizá no imagino que su trayectoria de ídolo de masas espontáneo iba a sentar cátedra, dejar huella y, sobre todo, encajar en el andamiaje verde oliva que solo concebía un líder natural y una sola voz. Pero Armandito se le escapó al Diablo y a tantas cosas, que ahora solo vale evocarlo en voces amigas.
Mi papá gallego no me llevaba al Latino, pero el futbolista Armandito me hizo un hueco en sus dominios.
Su amigo Alex Díaz, quizá el hombre que más sufre por Industriales a orillas de Walt Disney (Orlando), lo evoca de esta manera:
Cuando empecé la Secundaria me dejaron ir sólo al Latinoamericano los fines de semana pero al poco tiempo, como el Quijote, topé con la Iglesia: El Comisionado Nacional, Napoleón Quevedo, prohibió la entrada de menores de 16 no acompañados. ¿Qué hacer? Mi padre gallego, que jugaba en una Liga de Veteranos de Fútbol en La Polar y me llevaba allá los domingos me resolvió el problema. En el descanso del partido, mi padre conversaba con un compañero de equipo; un mulato con poco pelo, de baja estatura y de esmirriada figura que usaba unas gafas "Fonde de Botella".
Lejos estaba yo de pensar que era Armandito, el tintorero, popular sujeto que, desde una butaca ubicada en el graderío entre el Home plate y la Tercera Base que yo escuchaba gritar con su potente voz desde mi asiento en el Left Field a estadio lleno. Mi padre me dijo que cuando fuera al estadio lo viera a él, que me entraría y me ubicaría cerca de él, con la promesa de que estuviera tranquilo y no mataperreara en el Latino
¿Y dónde lo encuentro allá? Al portero que esté en la entrada 3 le dices que vienes a ver a Armando Luis Torres Torres que te hará pasar, entonces me buscas en la grada encima de tercera. Desde entonces y por 26 largos años, hasta que partí de Cuba, me senté en el área que manicheaba en el Latino.
Armando era el tipo más ocurrente que jamás conocí. Nunca lo vi jugar pelota pero era muy bueno en el fútbol; aunque su verdadera pasión era los Mariachis. Cantaba impecablemente y se sabía el repertorio de José Alfredo Jiménez y los corridos de Armando Aguilar.
Recuerdo que cuando iban a batear Muñoz, Cheíto, Casanova o cualquier slugger de equipos contrarios a Industriales, les voceaba: Oye, batea suave que hay niños en la cerca.
Muñoz se reía muchísimo. Cuando pitcheaba Vinent en sus buenos tiempos le gritaba: Braudilio Vinent de que. Y Vinent empezaba a pitchear más duro y a ponchar gentes. Había un cargabates de Las Villas que joseaba mucho, se metía con los pitchers azules y robaba señas, el Misi o Misifus. Armando le gritaba al árbitro de Home: ¡Ampaya, dile al Cargabates que se quite la careta de feo esa que está asustado a los niños!
Armandito me contó que, con tres días de nacido lo dejaron abandonado en la Casa de Beneficencia, que era llevada por sacerdotes y monjas españoles, de ahí su afición al fútbol. Recordaba que comenzó a sentarse en el mismo asiento del Latino y a gritar, en 1968. Él solo iba cuando jugaba el Habana, que había sido su equipo en la Liga Profesional. Cuando el comisionado provincial le preguntó que porque no iba a apoyar a Industriales, le respondió: Yo nunca he sido almendarista. Con el tiempo cruzó el río y se convirtió en el fanático número uno de Industriales.
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Casi calvo, bajito, miope con espejuelos de culo de botella, gay discreto, mulato pobre criado en La Beneficiencia con los apellidos Valdés Valdés, que luego cambió por Torres Torres, más apropiados a su carácter de árbol generoso y educado que -tras apagarse las luces del estadio- se ponía a barrer el área entre home y tercera base, donde cada noche de pelota electrizaba al Latinoamericano.
Armandito el tintorero es una referencia en la fanaticada del béisbol en Cuba, donde su amor desmesurado por equipos de La Habana construyó una peña respetada por los adversarios y admirada por los aficionados que no conseguían relacionar aquel vozarrón ocurrente con su figura diminuta y ese trasiego constante de nueve innings con sus piernas cortas y delgadas.
Su gesta pelotera lo llevó a ganar un automóvil Fiat Polski, regalo de Fidel Castro Ruz, impresionado por su movilidad para cubrir los principales eventos de los Juegos Panamericanos de 1991, y sus seguidores le erigieron una estatua que ocupa simbólicamente su silla en el estadio de La Habana, donde se jugó pelota buena y se escuchó a Armandito joseando a favor de los azules de la capital de Cuba, donde murió hace 16 años para tristeza de amigos, compañeros de peña y amantes del béisbol.
La vida de Armandito, el tintorero, fueron 65 años de lucha contra la adversidad de nacer y vivir con tantas desventajas en una sociedad machista, desmesurada y hedonista, a la que se opuso con mesura y militancia tranquila en el legado de Adolfo Luque, su ídolo y quizá el pitcher más elegante que haya subido a la Lomita en Cuba y solo alzando la voz para que Industriales no fallara.
Armandito quizá no imagino que su trayectoria de ídolo de masas espontáneo iba a sentar cátedra, dejar huella y, sobre todo, encajar en el andamiaje verde oliva que solo concebía un líder natural y una sola voz. Pero Armandito se le escapó al Diablo y a tantas cosas, que ahora solo vale evocarlo en voces amigas.
Mi papá gallego no me llevaba al Latino, pero el futbolista Armandito me hizo un hueco en sus dominios.
Su amigo Alex Díaz, quizá el hombre que más sufre por Industriales a orillas de Walt Disney (Orlando), lo evoca de esta manera:
Cuando empecé la Secundaria me dejaron ir sólo al Latinoamericano los fines de semana pero al poco tiempo, como el Quijote, topé con la Iglesia: El Comisionado Nacional, Napoleón Quevedo, prohibió la entrada de menores de 16 no acompañados. ¿Qué hacer? Mi padre gallego, que jugaba en una Liga de Veteranos de Fútbol en La Polar y me llevaba allá los domingos me resolvió el problema. En el descanso del partido, mi padre conversaba con un compañero de equipo; un mulato con poco pelo, de baja estatura y de esmirriada figura que usaba unas gafas "Fonde de Botella".
Lejos estaba yo de pensar que era Armandito, el tintorero, popular sujeto que, desde una butaca ubicada en el graderío entre el Home plate y la Tercera Base que yo escuchaba gritar con su potente voz desde mi asiento en el Left Field a estadio lleno. Mi padre me dijo que cuando fuera al estadio lo viera a él, que me entraría y me ubicaría cerca de él, con la promesa de que estuviera tranquilo y no mataperreara en el Latino
¿Y dónde lo encuentro allá? Al portero que esté en la entrada 3 le dices que vienes a ver a Armando Luis Torres Torres que te hará pasar, entonces me buscas en la grada encima de tercera. Desde entonces y por 26 largos años, hasta que partí de Cuba, me senté en el área que manicheaba en el Latino.
Armando era el tipo más ocurrente que jamás conocí. Nunca lo vi jugar pelota pero era muy bueno en el fútbol; aunque su verdadera pasión era los Mariachis. Cantaba impecablemente y se sabía el repertorio de José Alfredo Jiménez y los corridos de Armando Aguilar.
Recuerdo que cuando iban a batear Muñoz, Cheíto, Casanova o cualquier slugger de equipos contrarios a Industriales, les voceaba: Oye, batea suave que hay niños en la cerca.
Muñoz se reía muchísimo. Cuando pitcheaba Vinent en sus buenos tiempos le gritaba: Braudilio Vinent de que. Y Vinent empezaba a pitchear más duro y a ponchar gentes. Había un cargabates de Las Villas que joseaba mucho, se metía con los pitchers azules y robaba señas, el Misi o Misifus. Armando le gritaba al árbitro de Home: ¡Ampaya, dile al Cargabates que se quite la careta de feo esa que está asustado a los niños!
Armandito me contó que, con tres días de nacido lo dejaron abandonado en la Casa de Beneficencia, que era llevada por sacerdotes y monjas españoles, de ahí su afición al fútbol. Recordaba que comenzó a sentarse en el mismo asiento del Latino y a gritar, en 1968. Él solo iba cuando jugaba el Habana, que había sido su equipo en la Liga Profesional. Cuando el comisionado provincial le preguntó que porque no iba a apoyar a Industriales, le respondió: Yo nunca he sido almendarista. Con el tiempo cruzó el río y se convirtió en el fanático número uno de Industriales.

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