Con poco más de un mes en las Grandes Ligas Yasiel Puig no sólo ha logrado encandilar al mundo del béisbol sino que también lo ha dividido. Mientras la mayoría de los peloteros, con la excepción del taponero de los Filis Jonathan Papelbon, se muestra partidario de que el cubano tome parte en el Juego de las Estrellas, varios directivos al estilo del manager de los Angelinos, Mike Scioscia y del ex piloto de los Marlins, Ozzie Guillén, estiman que desde el punto de vista puramente deportivo es muy temprano para verlo en esa cita tan importante.
Al final, la decisión la tendrá en sus manos Bruce Bochy, el severo piloto de los Gigantes y, por un fin de semana, del equipo representativo de la Liga Nacional. Nadie sabe qué tiene en mente el hombre fuerte de San Francisco en cuanto a Puig. Si llevará un lanzador extra u otro jardinero más. Tomen en cuenta que este partido determinará dónde comienza la próxima Serie Mundial. Así que para algo cuenta.
Desde el punto de vista del espectáculo, no cabe duda de que Puig debe estar en el terreno el 16 de julio en el City Field de Nueva York. No hay ninguna historia más grande que la del cubano, ningún otro pelotero ha capturado tanto la imaginación de los fanáticos y la cadena FOX, desesperada por revivir sus ratings en un encuentro que había perdido mucho de interés, saliva por la posibilidad de ver al jardinero de los Dodgers en esa fecha.
Más allá de eso, Puig merece estar en el choque estelar por razones relacionadas con el corazón del béisbol. Basta pensar lo que era la franquicia de Los Angeles antes de que debutara el cienfueguero el 3 de junio. Los aficionados le habían dado la espalda a una de las organizaciones más emblemáticas que a pesar de haber gastado por encima de los $200 millones en peloteros de alto calibre, vivía hundida en el sótano de su división.
Puig, con su juego agresivo y su sonrisa a prueba de bala, cambió todo eso. El efecto del pelotero no sólo puede medirse en sus números, que para junio han sido de otro planeta al punto que ningún otro jugador ha tenido un mes tan prolífico –de 44 imparables- desde que lo lograra el inolvidable Yankee Joe DiMaggio en 1936; sino en el despertar de unos Dodgers que hoy, cuando faltan todavía tres meses de campaña, se encuentran a sólo 3.5 juegos de los líderes del Oeste.
No es poca cosa que Puig pueda convertirse en el jugador con mayor promedio que asista a un Juego de las Estrellas. El récord pertenece al propio DiMaggio, quien bateaba para .435 antes de la pausa de 1937. La marca para la Liga Nacional es de .404 y fue fijada en 1937 por Joe Medwick de San Luis. Ambos tenían al menos 150 turnos. Previo al choque del viernes, el antillano conectaba para .430 en 121 comparecencias al plato. Si no se lesiona, Puig iría 40 veces más a la caja en los próximos 10 choques para llegar a 161 el próximo domingo.
¿Entonces, de qué hablan sus críticos?
Matt Kemp, la estrella probada y principal de Los Angeles, lo resumió mejor cuando dijo que “este chico nos impulsa a ser mejores. ¿Cómo no querer verlo en el Juego de las Estrellas?’’. Sin buscarlo, Puig le ha sacado la vergüenza a la cara del resto del equipo. De pronto Hanley Ramírez –quien se ha convertido en un amigo cercano- vuelve a ser ese pelotero que alguna vez fue y el público regresa a las gradas a aplaudir a sus Dodgers Es un torrente renovador. Salvador.
Ciertamente, todo el mundo tiene derecho a su opinión, pero él se ha ganado el derecho de estar entre las luminarias en Nueva York. Después de todo, este es un juego para las estrellas y no para las leyendas. A estas últimas les corresponde el Salón de la Fama y el abrazo inmortal del tiempo, pero el momento, el presente, le pertenece a Yasiel Puig.
Sin mas por ahora.
Al final, la decisión la tendrá en sus manos Bruce Bochy, el severo piloto de los Gigantes y, por un fin de semana, del equipo representativo de la Liga Nacional. Nadie sabe qué tiene en mente el hombre fuerte de San Francisco en cuanto a Puig. Si llevará un lanzador extra u otro jardinero más. Tomen en cuenta que este partido determinará dónde comienza la próxima Serie Mundial. Así que para algo cuenta.
Desde el punto de vista del espectáculo, no cabe duda de que Puig debe estar en el terreno el 16 de julio en el City Field de Nueva York. No hay ninguna historia más grande que la del cubano, ningún otro pelotero ha capturado tanto la imaginación de los fanáticos y la cadena FOX, desesperada por revivir sus ratings en un encuentro que había perdido mucho de interés, saliva por la posibilidad de ver al jardinero de los Dodgers en esa fecha.
Más allá de eso, Puig merece estar en el choque estelar por razones relacionadas con el corazón del béisbol. Basta pensar lo que era la franquicia de Los Angeles antes de que debutara el cienfueguero el 3 de junio. Los aficionados le habían dado la espalda a una de las organizaciones más emblemáticas que a pesar de haber gastado por encima de los $200 millones en peloteros de alto calibre, vivía hundida en el sótano de su división.
Puig, con su juego agresivo y su sonrisa a prueba de bala, cambió todo eso. El efecto del pelotero no sólo puede medirse en sus números, que para junio han sido de otro planeta al punto que ningún otro jugador ha tenido un mes tan prolífico –de 44 imparables- desde que lo lograra el inolvidable Yankee Joe DiMaggio en 1936; sino en el despertar de unos Dodgers que hoy, cuando faltan todavía tres meses de campaña, se encuentran a sólo 3.5 juegos de los líderes del Oeste.
No es poca cosa que Puig pueda convertirse en el jugador con mayor promedio que asista a un Juego de las Estrellas. El récord pertenece al propio DiMaggio, quien bateaba para .435 antes de la pausa de 1937. La marca para la Liga Nacional es de .404 y fue fijada en 1937 por Joe Medwick de San Luis. Ambos tenían al menos 150 turnos. Previo al choque del viernes, el antillano conectaba para .430 en 121 comparecencias al plato. Si no se lesiona, Puig iría 40 veces más a la caja en los próximos 10 choques para llegar a 161 el próximo domingo.
¿Entonces, de qué hablan sus críticos?
Matt Kemp, la estrella probada y principal de Los Angeles, lo resumió mejor cuando dijo que “este chico nos impulsa a ser mejores. ¿Cómo no querer verlo en el Juego de las Estrellas?’’. Sin buscarlo, Puig le ha sacado la vergüenza a la cara del resto del equipo. De pronto Hanley Ramírez –quien se ha convertido en un amigo cercano- vuelve a ser ese pelotero que alguna vez fue y el público regresa a las gradas a aplaudir a sus Dodgers Es un torrente renovador. Salvador.
Ciertamente, todo el mundo tiene derecho a su opinión, pero él se ha ganado el derecho de estar entre las luminarias en Nueva York. Después de todo, este es un juego para las estrellas y no para las leyendas. A estas últimas les corresponde el Salón de la Fama y el abrazo inmortal del tiempo, pero el momento, el presente, le pertenece a Yasiel Puig.
Sin mas por ahora.