Que alguien me explique…
A miles de aficionados les urge que alguna persona con suficiente autoridad despliegue ciertas respuestas sobre los sucesos del juego entre villaclareños y avileños.
Por principios, por ética, por respeto a los lectores, o por no se qué, no acostumbro a opinar sobre cosas que no tuve el privilegio de ver. Era domingo, disfrutaba por televisión del interesante partido entre Matanzas y Pinar el Río, y por tanto, me es imposible emitir un juicio —siempre a partir de mi particular apreciación— sobre la intencionalidad del pelotazo que el lanzador avileño Vladimir García le propinó al villaclareño Ramón Lunar.
Acerca de lo sucedido hay antecedentes para complacer cualquier cantidad de gustos. Y coartadas también. En todo caso, me valdré de los criterios de Roberto Pacheco, experimentado narrador de Radio Rebelde, quien fue testigo presencial de los acontecimientos y compartió sus vivencias durante un programa televisivo al que también fui invitado. Como millones en el país, solo tengo ese asidero.
Puede que el dead ball fuera accidental. Es posible que el árbitro principal, el guantanamero Lorién Lobaina, se haya apresurado al expulsar al diestro avileño. A lo mejor el mánager Roger Machado tenía motivos para protestar la decisión, y que, al no poder controlar sus impulsos, también haya merecido la expulsión. Todo esto cabe dentro del rango de posibilidades en un partido de béisbol, lo cual no quiere decir que se tengan que soslayar las responsabilidades de cada quien en tan lamentable asunto.
Ahora bien, lo que vino después —según he escuchado por diferentes vías, todas ellas creíbles— tiene visos realmente surrealistas. El lunes me dediqué a revisar la mayor cantidad de versiones posibles. Este martes intenté contactar con las máximas autoridades del béisbol cubano, o al menos con quienes están relacionados con la dirección de la Serie Nacional, para buscar algunas explicaciones. Toqué puertas, solté la yema de los dedos marcando números telefónicos, pero todo fue en vano.
De tal modo, dos días después de los hechos, tal vez tres si contamos el de hoy, todavía no logro entender ciertas cosas. ¿Cómo un mánager puede indicar a sus jugadores abandonar el terreno durante casi media hora y no se aplique el reglamento, según el cual, su equipo debería perder el partido cinco minutos después de negarse a jugar? ¿Es cierto que fue una llamada telefónica lo que hizo recapacitar al director avileño? ¿Sería posible que alguien pueda decidir el cambio de un árbitro después de tomar una decisión, equivocada o no? Si es así, ¿dónde queda la autoridad de nuestros árbitros, comisarios, y todos aquellos que deben decidir in situ sobre lo que sucede sobre el diamante? ¿Por qué hasta hoy los organizadores no se han pronunciado al respecto?
Necesito que alguien me explique. Y como a mí, a miles de aficionados les urge que, por lo menos, alguna persona con suficiente autoridad despliegue ciertas respuestas.
Gracias a los Dioses del béisbol, Villa Clara ganó el juego de marras. ¿Se imaginan si hubiese pasado lo contrario?
A miles de aficionados les urge que alguna persona con suficiente autoridad despliegue ciertas respuestas sobre los sucesos del juego entre villaclareños y avileños.
Por principios, por ética, por respeto a los lectores, o por no se qué, no acostumbro a opinar sobre cosas que no tuve el privilegio de ver. Era domingo, disfrutaba por televisión del interesante partido entre Matanzas y Pinar el Río, y por tanto, me es imposible emitir un juicio —siempre a partir de mi particular apreciación— sobre la intencionalidad del pelotazo que el lanzador avileño Vladimir García le propinó al villaclareño Ramón Lunar.
Acerca de lo sucedido hay antecedentes para complacer cualquier cantidad de gustos. Y coartadas también. En todo caso, me valdré de los criterios de Roberto Pacheco, experimentado narrador de Radio Rebelde, quien fue testigo presencial de los acontecimientos y compartió sus vivencias durante un programa televisivo al que también fui invitado. Como millones en el país, solo tengo ese asidero.
Puede que el dead ball fuera accidental. Es posible que el árbitro principal, el guantanamero Lorién Lobaina, se haya apresurado al expulsar al diestro avileño. A lo mejor el mánager Roger Machado tenía motivos para protestar la decisión, y que, al no poder controlar sus impulsos, también haya merecido la expulsión. Todo esto cabe dentro del rango de posibilidades en un partido de béisbol, lo cual no quiere decir que se tengan que soslayar las responsabilidades de cada quien en tan lamentable asunto.
Ahora bien, lo que vino después —según he escuchado por diferentes vías, todas ellas creíbles— tiene visos realmente surrealistas. El lunes me dediqué a revisar la mayor cantidad de versiones posibles. Este martes intenté contactar con las máximas autoridades del béisbol cubano, o al menos con quienes están relacionados con la dirección de la Serie Nacional, para buscar algunas explicaciones. Toqué puertas, solté la yema de los dedos marcando números telefónicos, pero todo fue en vano.
De tal modo, dos días después de los hechos, tal vez tres si contamos el de hoy, todavía no logro entender ciertas cosas. ¿Cómo un mánager puede indicar a sus jugadores abandonar el terreno durante casi media hora y no se aplique el reglamento, según el cual, su equipo debería perder el partido cinco minutos después de negarse a jugar? ¿Es cierto que fue una llamada telefónica lo que hizo recapacitar al director avileño? ¿Sería posible que alguien pueda decidir el cambio de un árbitro después de tomar una decisión, equivocada o no? Si es así, ¿dónde queda la autoridad de nuestros árbitros, comisarios, y todos aquellos que deben decidir in situ sobre lo que sucede sobre el diamante? ¿Por qué hasta hoy los organizadores no se han pronunciado al respecto?
Necesito que alguien me explique. Y como a mí, a miles de aficionados les urge que, por lo menos, alguna persona con suficiente autoridad despliegue ciertas respuestas.
Gracias a los Dioses del béisbol, Villa Clara ganó el juego de marras. ¿Se imaginan si hubiese pasado lo contrario?