Si un pitcher es capaz de utilizar una mecánica correcta de los movimientos, lanzar en la zona baja, mover sus envíos en diferentes puntos, variar constantemente la velocidad, trabajar sobre las debilidades del bateador y mantener la calma en cualquier circunstancia, es entonces cuando su pitcheo se convierte en arte.
Si un monticulista tira una recta de 90 millas demora cuatro décimas de segundo en recorrer la distancia de 60 pies y seis pulgadas entre el box y el home. El bateador emplea una décima en ver esa pelota a la velocidad mencionada y otra en poner sus músculos en movimiento, por lo que solo dispondría de dos décimas para decidir si hace swing o no. Como respuesta a las intenciones de conectarle, un lanzador capaz de variar la velocidad y romper la sincronización del bateador puede convertir un posible jonrón en un inofensivo elevado.
Citado el ejemplo anterior, me pregunto si nuestros serpentineros cumplen con los requisitos necesarios para convertir su pitcheo en arte. Lamentablemente la respuesta es un rotundo NO. Lo sucedido en la edición inicial del Premier 12, en el cual el cuerpo de pitcheo de Cuba permitió 29 carreras en seis partidos, lo ratifica.
Por supuesto, ese torneo internacional fue un botón de muestra. El análisis exhaustivo tiene que retrotraerse a nuestra Serie Nacional, donde el bateo ha desbordado ampliamente al pitcheo, con más de 30 hombres por encima de la marca de 300 de average.
FALTAN BUENA MECÁNICA Y CONTROL
Lo primero que salta a la vista es la mecánica de los movimientos. ¿Por qué la mayoría de nuestros tiradores no llegan a las 90 millas cuando —por solo citar un ejemplo—, los universitarios norteamericanos que topan anualmente con nuestros jugadores rebasan esa cifra con holgura?
Porque por lo general no se impulsan como se debe desde la tabla de lanzar, el paso es muy corto, no aprovechan todo el peso corporal y el resultado es menor velocidad en el envío. En el Premier 12 los lanzadores cubanos propinaron 43 ponches en 54 capítulos; Japón estrucó a un bateador por entrada (54 en 54) y Corea del Sur 59 en 52 episodios. Retirar a un rival por la vía de los strikes es siempre un alivio para la defensa.
Finalizada la primera fase de la 55 Serie Nacional las bases por bolas suman ya 2 518. La falta de control es un mal que nos persigue desde años atrás sin que se vea una mejoría en el accionar de nuestros tiradores, que —dicho sea entre paréntesis—, se mueven constantemente en el box y solo fijan la mirada en la mascota del receptor segundos antes de soltar la pelota. Observe a los serpentineros asiáticos cómo se mantienen casi estáticos en el box, sin hacer movimientos innecesarios, concentrados en la localización de sus lanzamientos.
¿CUÁL ES LA FILOSOFÍA?
Pero, más allá de todas estas consideraciones eminentemente técnicas, valdría le pena preguntar cuál es nuestra filosofía en lo que concierne al pitcheo. Desde décadas atrás los equipos en todas las ligas del mundo dividen a sus tiradores en abridores, relevistas y cerradores, cada grupo con funciones muy específicas. Si un abridor debe de ser combinativo y tirar al menos tres o cuatro lanzamientos (otra de nuestras dificultades, la falta de repertorio adecuado), un relevista y un cerrador han de tener un lanzamiento muy bueno, dominador, llámese una recta de alta velocidad o una curva pronunciada.
Además, el abridor debe de recorrer no menos de cinco entradas y, para lograrlo, tiene que reservarse, distribuir el esfuerzo de manera adecuada para no agotarse en el primer tercio. El cerrador es todo lo contrario: llega al montículo para sacar tres outs, poniéndole a la bola todo lo que posee, sin reservas, pues su responsabilidad es preservar un triunfo que se halla cercano.
¿Cómo entonces siguen diciendo algunos de nuestros mentores (y lo he escuchado en muchas ocasiones) que aquí “todo el mundo abre, releva y cierra”?
Afirmar eso es no creer en la especialización y esa no puede ser nuestra filosofía. Ya resulta un “ave rara” ver a un serpentinero trabajar un juego completo.
Como no hemos especializado al máximo nuestro pitcheo falta confianza a la hora de llamar a un relevista. Y si este lo hace bien lo dejamos en el montículo cualquier cantidad de innings y enviando una cantidad excesiva de lanzamientos, como sucedió con el zurdo Liván Moinelo, quién tiró 11 pelotas hacia el plato en el partido ante Canadá, en seis entradas y un tercio.
Cuestiono entonces la limitación de envíos en la Serie Nacional, pues no es solo en el patio donde se pueden lesionar los brazos. No es la primera vez, incluso, en eventos internacionales de categorías inferiores en edad se ha utilizado en demasía a un lanzador.
Si un monticulista tira una recta de 90 millas demora cuatro décimas de segundo en recorrer la distancia de 60 pies y seis pulgadas entre el box y el home. El bateador emplea una décima en ver esa pelota a la velocidad mencionada y otra en poner sus músculos en movimiento, por lo que solo dispondría de dos décimas para decidir si hace swing o no. Como respuesta a las intenciones de conectarle, un lanzador capaz de variar la velocidad y romper la sincronización del bateador puede convertir un posible jonrón en un inofensivo elevado.
Citado el ejemplo anterior, me pregunto si nuestros serpentineros cumplen con los requisitos necesarios para convertir su pitcheo en arte. Lamentablemente la respuesta es un rotundo NO. Lo sucedido en la edición inicial del Premier 12, en el cual el cuerpo de pitcheo de Cuba permitió 29 carreras en seis partidos, lo ratifica.
Por supuesto, ese torneo internacional fue un botón de muestra. El análisis exhaustivo tiene que retrotraerse a nuestra Serie Nacional, donde el bateo ha desbordado ampliamente al pitcheo, con más de 30 hombres por encima de la marca de 300 de average.
FALTAN BUENA MECÁNICA Y CONTROL
Lo primero que salta a la vista es la mecánica de los movimientos. ¿Por qué la mayoría de nuestros tiradores no llegan a las 90 millas cuando —por solo citar un ejemplo—, los universitarios norteamericanos que topan anualmente con nuestros jugadores rebasan esa cifra con holgura?
Porque por lo general no se impulsan como se debe desde la tabla de lanzar, el paso es muy corto, no aprovechan todo el peso corporal y el resultado es menor velocidad en el envío. En el Premier 12 los lanzadores cubanos propinaron 43 ponches en 54 capítulos; Japón estrucó a un bateador por entrada (54 en 54) y Corea del Sur 59 en 52 episodios. Retirar a un rival por la vía de los strikes es siempre un alivio para la defensa.
Finalizada la primera fase de la 55 Serie Nacional las bases por bolas suman ya 2 518. La falta de control es un mal que nos persigue desde años atrás sin que se vea una mejoría en el accionar de nuestros tiradores, que —dicho sea entre paréntesis—, se mueven constantemente en el box y solo fijan la mirada en la mascota del receptor segundos antes de soltar la pelota. Observe a los serpentineros asiáticos cómo se mantienen casi estáticos en el box, sin hacer movimientos innecesarios, concentrados en la localización de sus lanzamientos.
¿CUÁL ES LA FILOSOFÍA?
Pero, más allá de todas estas consideraciones eminentemente técnicas, valdría le pena preguntar cuál es nuestra filosofía en lo que concierne al pitcheo. Desde décadas atrás los equipos en todas las ligas del mundo dividen a sus tiradores en abridores, relevistas y cerradores, cada grupo con funciones muy específicas. Si un abridor debe de ser combinativo y tirar al menos tres o cuatro lanzamientos (otra de nuestras dificultades, la falta de repertorio adecuado), un relevista y un cerrador han de tener un lanzamiento muy bueno, dominador, llámese una recta de alta velocidad o una curva pronunciada.
Además, el abridor debe de recorrer no menos de cinco entradas y, para lograrlo, tiene que reservarse, distribuir el esfuerzo de manera adecuada para no agotarse en el primer tercio. El cerrador es todo lo contrario: llega al montículo para sacar tres outs, poniéndole a la bola todo lo que posee, sin reservas, pues su responsabilidad es preservar un triunfo que se halla cercano.
¿Cómo entonces siguen diciendo algunos de nuestros mentores (y lo he escuchado en muchas ocasiones) que aquí “todo el mundo abre, releva y cierra”?
Afirmar eso es no creer en la especialización y esa no puede ser nuestra filosofía. Ya resulta un “ave rara” ver a un serpentinero trabajar un juego completo.
Como no hemos especializado al máximo nuestro pitcheo falta confianza a la hora de llamar a un relevista. Y si este lo hace bien lo dejamos en el montículo cualquier cantidad de innings y enviando una cantidad excesiva de lanzamientos, como sucedió con el zurdo Liván Moinelo, quién tiró 11 pelotas hacia el plato en el partido ante Canadá, en seis entradas y un tercio.
Cuestiono entonces la limitación de envíos en la Serie Nacional, pues no es solo en el patio donde se pueden lesionar los brazos. No es la primera vez, incluso, en eventos internacionales de categorías inferiores en edad se ha utilizado en demasía a un lanzador.
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