Muy contento debe estar a estas horas el jovencito Adrián Morejón. ¡Imagínese, debutar en series nacionales con 16 años y ganar –en su segunda salida– el primer juego de su carrera... y con lechada por demás! Solo Camagüey es capaz de "cortesías" así, que le cortan el aliento a cualquiera y pudieran llegar provocar más de un infarto de no tratarse del equipo al que nos referimos.
Pero si algo aprenden los aficionados de por estos lares es que con su novena caben los más insólitos resultados, algunos incluso más sorprendentes que el de hoy.
Sobre Morejón y su relevo en las últimas cuatro entradas (Asiel Reyes) hay poco que contar. Antes de hoy, el primero archivaba una salida, en la que solo consiguió caminar 1.2, le batearon para .556, permitió tres limpias y acumuló impresionante PCL de 16.20. En el caso de Reyes las estadísticas tampoco apuntaban al pedigree de un "pura sangre": siete ascensos al box, cuatro y dos tercios, average de .333 y 7.71 en carreras limpias.
Nada impresionante, digo yo. Sin embargo, Camagüey no consiguió pisar la goma a lo largo de todo el encuentro y terminó concediéndole a los Huracanes su primera subserie del campeonato; un resultado para el que caben los más diversos calificativos, pero ninguno de ellos positivo.
Los mayabequenses venían de caer ante todos sus compromisos previos y en cinco subseries archivaban la magra cosecha de tres victorias y doce derrotas. De lo ocurrido en los desafíos anteriores no tengo que hablar. Primero un bombardeo –literalmente– acabó con las pretensiones tricolores en la primera jornada; luego, ayer, la nave que conduce Esteban Lombillo se mantuvo escorando hasta el inning doce, en que las muñecas de Alexander Ayala le permitieron llegar a puerto.
Fue entonces cuando un seguidor de los Toros me abordó con la buena nueva de nuestro éxito seguro para esta tarde. Rotación en mano me lo demostró: con Vicyohandri Odelín en la lomita y un pitcher cualquiera por la escuadra rival ya estaba caminada la mitad de la ruta; lo demás quedaba por cuenta de la ofensiva, que en las jornadas previas había acumulado la nada despreciable cifra de 25 imparables.
Vistas, así las perspectivas resultaban halagüeñas y confié. Confié hasta que cayó el out 27 y la realidad me puso frente a frente con el resultado: Camagüey cero, Mayabeque cuatro.
No me embarcaré en una defensa ciega del "Viyo": le dieron suficiente como para perder el juego. No siempre, pero muchas veces ocho hits bastan para inclinar la balanza. Mucho más cuando se eslabonan de forma tan oportuna como en el tercero, en que Denis Laza y Joel Mestre se las ingeniaron para llevar un trío de hombres hasta el plato.
En cuanto a nuestro bateo, los detalles más relevantes tienen por signo la falta de oportunidad. La pobre producción madero en ristre (siete imparables) se coaligó con el control de los serpentineros "huracanados" para poner coto a todas las pretendidas embestidas de los Toros. No por gusto, en todo el juego doce hombres quedaron anclados sobre las almohadillas.
Sobre lo ocurrido hoy, sinceramente, queda poco por decir. No se puede aspirar a mucho con una escuadra a la que un día le falla el pitcheo y al otro el bateo, que "desaprovecha" las rotaciones de sus mejores lanzadores y las oportunidades contra las formaciones más débiles del campeonato.
¿Qué pasará en Villa Clara? ¿Podrán remontarse los malos pasos de por estos días? Preguntas así cada día se vuelven más difíciles de hacer y responder. Tras lo visto esta tarde, estoy seguro de que unos cuantos se sumarán a los que pintan con tonos grises el futuro de los Toros. No los culpo.
Pero si algo aprenden los aficionados de por estos lares es que con su novena caben los más insólitos resultados, algunos incluso más sorprendentes que el de hoy.
Sobre Morejón y su relevo en las últimas cuatro entradas (Asiel Reyes) hay poco que contar. Antes de hoy, el primero archivaba una salida, en la que solo consiguió caminar 1.2, le batearon para .556, permitió tres limpias y acumuló impresionante PCL de 16.20. En el caso de Reyes las estadísticas tampoco apuntaban al pedigree de un "pura sangre": siete ascensos al box, cuatro y dos tercios, average de .333 y 7.71 en carreras limpias.
Nada impresionante, digo yo. Sin embargo, Camagüey no consiguió pisar la goma a lo largo de todo el encuentro y terminó concediéndole a los Huracanes su primera subserie del campeonato; un resultado para el que caben los más diversos calificativos, pero ninguno de ellos positivo.
Los mayabequenses venían de caer ante todos sus compromisos previos y en cinco subseries archivaban la magra cosecha de tres victorias y doce derrotas. De lo ocurrido en los desafíos anteriores no tengo que hablar. Primero un bombardeo –literalmente– acabó con las pretensiones tricolores en la primera jornada; luego, ayer, la nave que conduce Esteban Lombillo se mantuvo escorando hasta el inning doce, en que las muñecas de Alexander Ayala le permitieron llegar a puerto.
Fue entonces cuando un seguidor de los Toros me abordó con la buena nueva de nuestro éxito seguro para esta tarde. Rotación en mano me lo demostró: con Vicyohandri Odelín en la lomita y un pitcher cualquiera por la escuadra rival ya estaba caminada la mitad de la ruta; lo demás quedaba por cuenta de la ofensiva, que en las jornadas previas había acumulado la nada despreciable cifra de 25 imparables.
Vistas, así las perspectivas resultaban halagüeñas y confié. Confié hasta que cayó el out 27 y la realidad me puso frente a frente con el resultado: Camagüey cero, Mayabeque cuatro.
No me embarcaré en una defensa ciega del "Viyo": le dieron suficiente como para perder el juego. No siempre, pero muchas veces ocho hits bastan para inclinar la balanza. Mucho más cuando se eslabonan de forma tan oportuna como en el tercero, en que Denis Laza y Joel Mestre se las ingeniaron para llevar un trío de hombres hasta el plato.
En cuanto a nuestro bateo, los detalles más relevantes tienen por signo la falta de oportunidad. La pobre producción madero en ristre (siete imparables) se coaligó con el control de los serpentineros "huracanados" para poner coto a todas las pretendidas embestidas de los Toros. No por gusto, en todo el juego doce hombres quedaron anclados sobre las almohadillas.
Sobre lo ocurrido hoy, sinceramente, queda poco por decir. No se puede aspirar a mucho con una escuadra a la que un día le falla el pitcheo y al otro el bateo, que "desaprovecha" las rotaciones de sus mejores lanzadores y las oportunidades contra las formaciones más débiles del campeonato.
¿Qué pasará en Villa Clara? ¿Podrán remontarse los malos pasos de por estos días? Preguntas así cada día se vuelven más difíciles de hacer y responder. Tras lo visto esta tarde, estoy seguro de que unos cuantos se sumarán a los que pintan con tonos grises el futuro de los Toros. No los culpo.