Como para no perder la costumbre labrada en la mayoría de sus anteriores choques de despedida, los Toros cayeron este miércoles en el compromiso del adiós contra Holguín. La derrota por nocao punteó en el récord del derecho Vicyohandri Odelín, que en lo que va de calendario ha conseguido agenciarse un solo éxito y archiva ya tres fracasos.
Cabe mencionar que nuestra batería aportó discreto saldo de tres hits y a la defensa se cometieron par de errores, suficiente como para no aspirar a otra cosa que un nuevo punto en el casillero de los fracasos.
Lo sucedido me hizo recordar algo que le escuché a un aficionado poco antes del comienzo de la serie: “este equipo lo único que tiene que hacer es creérselo”. De entonces a la fecha he sido uno de los tantos seguidores que con paciencia ha esperado el despertar tricolor.
Pero con la misma constancia los nuestros se han mantenido trastabillando, un día debido a la defensa, otro a causa de la ofensiva, los más por cuenta del pitcheo... Y ello mientras otras selecciones –prácticamente todas– alternan derrotas y victorias en clara evidencia de que este campeonato no tiene rivales invencibles.
Los Toros parecen desenvolverse bajo una dinámica particular, y con independencia del adversario al cual se midan, sus resultados por lo regular tienden siempre hacia el saldo negativo de la tabla.
Decirlo resulta fácil, y más teniendo a mano el balance de victorias y derrotas, y las estadísticas que hasta ahora han rubricado los dirigidos por Esteban Lombillo.
En primer lugar toca hablar del pitcheo. Aun con debacles como la de esta tarde, en las últimas subseries nuestros lanzadores pueden considerarse relativamente afortunados: hace dos semanas el cuerpo promediaba en general para 4.48 y ahora registra 4.22, una mejora que le ha permitido descender desde el decimotercero al onceno puesto. Similar tránsito han tenido los relevistas, que archivan 4.24 (hace par de sábados apuntaban 5.43).
El problema no radica tanto en los números como en la efectividad real de los hombres que cada jornada escalan la colina de los suspiros. De los 16 serpentineros que en esta campaña han vestido la franela tricolor, nueve concentran en sus registros casi el 90 % de las entradas lanzadas (226 de 256), todas las victorias y salvamentos, y la exclusividad en cuanto a derrotas, salvo por una anotada a la cuenta de Yosimar Cousin. En otras palabras, poco menos de la mitad del staff se ha mantenido casi sin uso y algunos de esos hombres no llegan siquiera a las tres salidas.
Con el bateo sucede algo similar. Amén de las figuras prácticamente “sembradas” (Héctor Hernández, Alexander Ayala, Osmel Águila y Marino Luis), la movilidad no ha sido un signo de distinción a la hora conformar alineaciones. Así, la mayoría de los atletas provenientes de la categoría sub-23 solo ha visitado el cajón de bateo al amparo de la difícil responsabilidad de emergente, y eso a pesar de que en los últimos juegos –y descontando a los bateadores de ese grupo que archivan un solo turno– su producción ofensiva supera en diez unidades a la media del equipo (.280 por .270), y son responsables de la cuarta parte de las impulsadas y de cerca de un tercio de las anotadas.
El alto en el campeonato, desde el próximo lunes a causa de los Juegos Centroamericanos y del Caribe, servirá para tener en cuenta esos y otros detalles que distinguen la labor de nuestros representantes en la actual campaña. Tras lo que suceda en el “Capitán San Luis” quedará muy poco margen, casi ninguno, para rectificar... pero al menos se puede aspirar a recorrer con mejor rostro el camino que falta.
De lo contrario, cabe esperar muchos malos ratos como el de hoy; despedidas en las que nuestros rivales se marcha con la victoria y nosotros, a lo sumo, con alguna que otra estadística para los libros.
Cabe mencionar que nuestra batería aportó discreto saldo de tres hits y a la defensa se cometieron par de errores, suficiente como para no aspirar a otra cosa que un nuevo punto en el casillero de los fracasos.
Lo sucedido me hizo recordar algo que le escuché a un aficionado poco antes del comienzo de la serie: “este equipo lo único que tiene que hacer es creérselo”. De entonces a la fecha he sido uno de los tantos seguidores que con paciencia ha esperado el despertar tricolor.
Pero con la misma constancia los nuestros se han mantenido trastabillando, un día debido a la defensa, otro a causa de la ofensiva, los más por cuenta del pitcheo... Y ello mientras otras selecciones –prácticamente todas– alternan derrotas y victorias en clara evidencia de que este campeonato no tiene rivales invencibles.
Los Toros parecen desenvolverse bajo una dinámica particular, y con independencia del adversario al cual se midan, sus resultados por lo regular tienden siempre hacia el saldo negativo de la tabla.
Decirlo resulta fácil, y más teniendo a mano el balance de victorias y derrotas, y las estadísticas que hasta ahora han rubricado los dirigidos por Esteban Lombillo.
En primer lugar toca hablar del pitcheo. Aun con debacles como la de esta tarde, en las últimas subseries nuestros lanzadores pueden considerarse relativamente afortunados: hace dos semanas el cuerpo promediaba en general para 4.48 y ahora registra 4.22, una mejora que le ha permitido descender desde el decimotercero al onceno puesto. Similar tránsito han tenido los relevistas, que archivan 4.24 (hace par de sábados apuntaban 5.43).
El problema no radica tanto en los números como en la efectividad real de los hombres que cada jornada escalan la colina de los suspiros. De los 16 serpentineros que en esta campaña han vestido la franela tricolor, nueve concentran en sus registros casi el 90 % de las entradas lanzadas (226 de 256), todas las victorias y salvamentos, y la exclusividad en cuanto a derrotas, salvo por una anotada a la cuenta de Yosimar Cousin. En otras palabras, poco menos de la mitad del staff se ha mantenido casi sin uso y algunos de esos hombres no llegan siquiera a las tres salidas.
Con el bateo sucede algo similar. Amén de las figuras prácticamente “sembradas” (Héctor Hernández, Alexander Ayala, Osmel Águila y Marino Luis), la movilidad no ha sido un signo de distinción a la hora conformar alineaciones. Así, la mayoría de los atletas provenientes de la categoría sub-23 solo ha visitado el cajón de bateo al amparo de la difícil responsabilidad de emergente, y eso a pesar de que en los últimos juegos –y descontando a los bateadores de ese grupo que archivan un solo turno– su producción ofensiva supera en diez unidades a la media del equipo (.280 por .270), y son responsables de la cuarta parte de las impulsadas y de cerca de un tercio de las anotadas.
El alto en el campeonato, desde el próximo lunes a causa de los Juegos Centroamericanos y del Caribe, servirá para tener en cuenta esos y otros detalles que distinguen la labor de nuestros representantes en la actual campaña. Tras lo que suceda en el “Capitán San Luis” quedará muy poco margen, casi ninguno, para rectificar... pero al menos se puede aspirar a recorrer con mejor rostro el camino que falta.
De lo contrario, cabe esperar muchos malos ratos como el de hoy; despedidas en las que nuestros rivales se marcha con la victoria y nosotros, a lo sumo, con alguna que otra estadística para los libros.