La pasada Serie Nacional de Béisbol tuvo un matiz especial para uno de los mejores peloteros de Cuba en la actualidad. Aparte del triunfo, que jamás se olvidará, hubo un hecho, que para bien, le ha cambiado la vida

Llegaba el fin del año 2011, y Rusney Castillo Peraza prestigiaba la página deportiva de Invasor con una entrevista, motivada por el ascenso creciente en su carrera y el hecho de ser elegido el mejor atleta en deportes colectivos de la provincia de Ciego de Ávila en ese período.

El estado de ánimo no era el mejor. Acababa de perder a su abuelo, Conrado Peraza, y el dolor no se le esquivaba del rostro. Para colmo, en lo competitivo todavía no se sentía a plena capacidad y el equipo distaba de su máximo esplendor.

Pero en él había confianza, esa que siempre le brilla en la mirada, y con el optimismo que inspiran la juventud y el talento, vaticinó que tanto los Tigres, como él, saldrían de la mala racha, pasarían a los play off, llegarían a la final, y esta vez querían el oro.

Tras cumplirse los vaticinios, el deportista disfrutó, como todos los avileños, el honor que representa el triunfo en un campeonato, pero el descanso fue mínimo por estar entre los convocados para los topes en Nicaragua, con la selección universitaria de Estados Unidos y el torneo de Haarlem, en Holanda.

"Fueron magníficas experiencias. Los que más me impresionaron fueron los norteamericanos, por su juventud, además de tener lanzadores de nivel, todos tiran más de 90 millas, dominan el cambio de bola y nos estudian siempre.

"Nicaragua nos presentó buenos tiradores, y en el caso de Holanda, campeones de la última Copa del Mundo, tuvo un resultado por debajo de lo esperado, a pesar de contar con la mayoría de sus mejores hombres."

—Se ha comentado bastante sobre la poca ofensiva de los cubanos en esos certámenes...

—Es que en estas competencias te enfrentas a un pitcher de excelentes condiciones, pero solo una o dos veces. Luego llega un relevista, también de calidad, y se hace difícil que te acomodes a la ofensiva. En este período, la excepción fue el estadounidense Jonathon Crawford, que nos abrió dos veces en La Habana, más un relevo, y en Holanda nos tiró en par de ocasiones.

—Ahora la mirada de los peloteros se centra en el Clásico Mundial del venidero año...

—Tienes razón. Quiero integrar ese equipo, cuyas posibilidades son buenas. Nuestro objetivo es ir clasificando en las diferentes fases, que resultará difícil, pero pienso que podemos ganar.

"En cuanto a Víctor Mesa, me gusta que él dirige en correspondencia con la forma en que se comportaba como atleta, haciendo jugadas, corriendo fuerte, con agresividad en el terreno, además, le gusta la comunicación entre los miembros del equipo, y ese estilo coincide con el mío."

—Volvamos a la selección avileña, en la que ya desjaste de ser un muchacho en desarrollo y te has convertido en uno de sus líderes...

—Muchas personas me ven como tal, pero yo no soy de los que se creen "cosas". Pienso que lo primero es el juego colectivo, ayudar en lo táctico, estar alerta de todo lo que sucede en el terreno y en el banco, transmitir el consejo preciso al compañero que le haga falta, dar ánimo.

"Me gusta hablar sobre determinadas situaciones, por ejemplo, el adecuado corrido de las bases, fijarme en qué se basa el pitcher rival, observar en cuál conteo hace un lanzamiento específico, y cuando salgo mal, la próxima vez al bate me concentro más, así uno afronta mejor lo que se va presentando en cada partido."

—En el comienzo de esta serie diste varios jonrones, luego la frecuencia disminuyó...

—Este cambio no me preocupó mucho, no es mi parte principal a la ofensiva. Sí mejoré en cuanto al promedio, que al principio fue bajo, pero llegué a 332 y robé 22 bases."

—Sin embargo, hubo un batazo de cuatro esquinas no registrado en las estadísticas de Castillo Peraza, que cerraron con 16 bambinazos en la temporada regular y cinco en los play off.

—El 17 de abril jugamos por la tarde, en el estadio José Ramón Cepero, frente a Mayabeque, y perdimos. Cuando llegué a la casa, mi esposa —Zairys Hernández— se puso de parto, tuvimos que irnos rápido para el hospital, y a las 10:30 de esa noche nació otro Rusney Castillo. Con esa alegría, que no se puede medir, al día siguiente volví junto a mi equipo, ganamos y, de paso, disparé otro jonrón.