Terminaron los VEGUEROS DE PINAR DEL RÍO y se extrañarán en los play off, como a INDUSTRIALES, SANTIAGO y VILLA CLARA. Puede que la tozuda historia esté cambiando. ¿Para bien o para mal?
Es Imposible callar, después de leer a Michel Contreras. Por mis venas corre sangre verde, como por la de él y demás habaneros pasa, gústeles o no, la azul. Por otros la roja, y así sucesivamente. Los cubanos cargamos, en ese líquido vital, el color de quienes representan al terruño. Mas no basta, es necesaria la justeza, la aprehensión a la verdad, el dominio del idioma y la memoria, sobre todo la memoria, que nos permite valorar los acontecimientos en su justa medida, para escribir desprejuiciadamente y hacer honor a la verdad, la tozuda y cruda verdad, tal y como acostumbra el propio Michel.
Es bueno recordar: Pinar es la provincia que más campeonatos ha ganado, ora VEGUEROS, ora PINAR DEL RÍO, desde que existe con representación propia (1967-1968): Series Nacionales (10), Selectivas (6). Y no ha dejado caer la bandera.
No podía explicarme qué sucedió al inicio del torneo, cuando perdieron tanto y tan seguido, la mayor parte de las veces por una carrera. Quizás esté asociado a la costumbre y la confianza, pues históricamente comienzan mal, se recuperan y terminan a todo tren. Hace algún tiempo, Jorge Fuentes recordó que en la primera parte de una campaña, el equipo a sus órdenes perdió más de diez juegos consecutivos. Allí estaban Casanova, Linares, Urquiola, Juanito Castro... ¡Y quedaron campeones!
Para este torneo la preparación fue buena; con el mismo apoyo, ni más ni menos. Algunos decían que los atletas no fueron bien atendidos en esta provincia subsidiada, pero ellos saben cuánto esfuerzo se hace por darles lo mejor. Cuando falta algo material, ahí está el abrazo compartido, el consejo perenne, el amor de su pueblo y las autoridades, codo a codo; justo es consignarlo. Ahí radica la mayor grandeza. Un haz hacia delante.
Desde el comienzo, el calendario les fue adverso: sistemáticos viajes de Oriente a Occidente, problemas en más de una ocasión por ingestas colectivas en la carretera, que llevaron varios estelares a la banca. Quizás haya sido el equipo (no podría asegurarlo), con más desafíos a las 10 de la mañana, donde la modorra matinal afecta tanto.
Hubo otros factores, subjetivos o no. Me referiré al más mediático: el famoso forfeit, derivado de un jonrón que jamás se sabrá si lo fue o no, porque no hubo cámaras que lo recogieran con fidelidad. Y lo peor, los revisores del video decidieron que sí lo fue, en lugar de declararse incompetentes y dejar el asunto en manos de quienes habían decretado el foul, los árbitros de home y tercera, más también el mismísimo Yuly, quien se notó sorprendido con la decisión. Nadie puede afirmar si fue o no jonrón, pero nadie en mejor posición que los árbitros. Los revisores se dejaron llevar por la desubicada cámara de primera base, cuya tendencia siempre será a la zona fear. Si hubiesen revisado alguna sobre el dugout de tercera, se vería foul; ninguna dispuesta en línea para una revisión objetiva (al menos no se mostró).
Entonces Alfonso, llevado por otros (integrantes del equipo o no), permitió que decretaran el nunca bien ponderado forfeit. Es curioso que esa noche, y solo esa noche hasta el día de hoy (ejemplos sobran hasta de media hora), el cuerpo de jueces concediera el tiempo reglamentario para que el regreso a la grama, unos tres minutos reloj en mano decretaron la pérdida por abandono, cual si estuvieran apurados. Personalmente critiqué a mi buen amigo del antiguo Central Orozco. Nadie gana nada abandonando su suerte al rival, pero la sangre hierve en las venas ante la desidia acumulada. No sé qué hubiera hecho yo en su viril pellejo, pero allí, entre otros desaciertos, se nos fue la clasificación.
En un pleno y concienzudo ejercicio de convicción sobre la imparcialidad de nuestros árbitros, me gustaría creer que allá, en sus adentros, también reconocen a los atrevidos y entusiastas VEGUEROS, pero la realidad parece ser otra. El 90 por ciento de sus reclamaciones no fructificaron, ni siquiera por la tele. A través del campeonato hubo un sinnúmero de desaguisados contrarios a los verdes, con varias expulsiones; ninguna para los árbitros, que a veces se yerguen protagonistas, cuando deberían pasar inadvertidos, o al menos poco abucheados. ¡Ay Maestri, Alfredo Paz y compañía!
Y sobrevino la expulsión de Urquiola hasta el final de la clasificatoria. Pero aquella espuela clavada en corcel de lujo, provocó que la sangre hirviera de nuevo y a partir de allí ganaron muchísimos más juegos que los perdidos, hasta clasificarse. Parecían invencibles cuando se dio la primera parada para el torneo de los Juegos Centroamericanos, donde solo fueron escogidos tres inevitables lanzadores verdes. Hasta quedó fuera de la selección el entonces líder de los bateadores y mejor torpedero defensivo del torneo. Otro desconcierto.
Reanudado el torneo, continuaron por sus fueros, hasta la segunda parada por fin de año. Y llegó la Serie del Caribe. Allí debieron asistir más vueltabajeros y no abanderar al granmense Despaigne, sino a Duarte, Yosbany o Saavedra; otro desaguisado. Apoyé los refuerzos con mesura, solo los necesarios. Mas allí estaba la magia de Alfonso; después de varios traspiés se alzaron con el primer título desde el CIENFUEGOS de 1960. Merecido un bautizo definitivo que carga tanta historia: VEGUEROS DE PINAR DEL RÍO.
Pero la alegría duró poco en Vueltabajo. Por unas u otras razones, 10 de sus jugadores quedaron fuera, incluidos refuerzos como Fredy Asiel Álvarez, quien nada aportó a la causa y resultó baja por rendimiento. ¡Increíble!, conlleva otros análisis, así como un Yosvany Pérez entregado al box para hacer cuanto pudo. En total, las bajas fueron dos de los tres receptores, incluyendo a Lorenzo Quintana, el titular; dos lanzadores: Julio Alfredo Martínez, el segundo abridor y el estelar cerrador Vladimir Gutiérrez. Osniel Madera, un utility de lujo que producía sobre los .300, el zurdo Lázaro Álvarez, con rumbo al Novato del Año y Rojas, el otro catcher. Por si fuera poco, Yovany Peraza fue expulsado por una indisciplina no esclarecida aún. Tantos contratiempos serían suficientes para el derrumbe de otros, no del también llamado Tsunami Pinareño.
Como si tantos percances fueran pocos, en el penúltimo desafío contra CIEGO DE ÁVILA, una línea llegó a las manos de Denis Laza, con varios hombres en bases. El umpire de segunda se internó y decretó un out desconocido por sus compañeros.
Entonces, ante la incertidumbre, continuó la bola en juego. El corredor siguió rumbo al plato y en el rundown la bola lo golpeó en zona prohibida. Los árbitros no lo vieron así y se empató un desafío que a la postre daría la victoria a los visitantes. Allí se desencadenó una larga protesta, con la agresión que provocó una expulsión. Otra incongruencia en un juego para la historia, que debió dar paso a la justa inclusión de VEGUEROS en las finales. Pinar jugó para barrer a Ciego, y los árbitros se lo negaron.
Eso sí, la Comisión Nacional, sin tiempo para valorar con objetividad los hechos, envió una nota con la suspensión de varios jugadores, incluido el coach de tercera, Mario Pototo Valle, por un año. Y ningún árbitro quedó fuera de la serie. Es más, al próximo juego ocuparon las mismas posiciones: ¡Aquí estamos! Una burla al respetable. ¿Cómo se permiten semejantes dislates? ¿Cómo exigir a unos por debajo de otros, o viceversa? Hasta el día de hoy no hay explicaciones ni medidas anunciadas. Todo pareció andar sobre rieles, con el campeón nacional y de la Serie del Caribe, defenestrado.
Loas para los refuerzos: Laza, el zurdo Linares, Andy Sarduy, Ramón Lunar y Andrés Quiala, se echaron el equipo a cuesta, junto a Arrozarena (con un futuro luminoso), Donal, Saavedra y Olber Peña, devenido catcher titular que lució inmenso. Mención aparte para el zurdo Liván Moinelo, vecino de Pedro Luis Lazo en Río Feo, quien destacó sobre los demás y se hizo cargo de la vacante plaza de cerrador. Erlys Casanova volvió por sus fueros y elevó la combatividad.
El negro ángel de la fatalidad parecía blandir espadas contra los verdes, cuando su estelar Yosbany Torres, el coterráneo de Matahambre, sintió molestias en el brazo para ausentarse en varios desafíos y Vladimir Baños hizo mutis. Entonces el piloto echó guante a la reserva, incluido como abridor Jaifredo Domínguez, quien ganó varios desafíos. Así se escribió una de las más bonitas páginas deportivas, quizás por encima de los mismísimos títulos. El equipo, entero, se volvió uno.
Pinar hizo sus deberes para clasificar, mas era demasiado. Algunos dicen que si Artemisa les jugó con fuerza, y yo los aplaudo, por éticos; que si los INDUSTRIALES bajaron la guardia ante LA ISLA y su mentor liberó a los refuerzos, incluido el abridor anunciado. En ellos pesaba el infortunio de la desclasificación.
Y mientras Pinar dejaba sangre, sudor y lágrimas de felicidad y desconsuelo en el terreno, se vio a un equipo representativo de 80 mil habitantes (más o menos), sin una adecuada infraestructura beisbolera (ni siquiera estadio con luces), desbancar al que defiende los colores de casi tres millones con todos los recursos al alcance. Los PIRATAS lucharon a brazo partido y se impusieron en buena ley, ante unos rivales dignos que no pidieron ni dieron tregua. Eso se aplaude.
Quien estas líneas suscribe, allá, en lo más profundo, recordó al fraterno Luis Castro, hermano mayor de Juanito y de Genaro, aquel del swing perfecto, cuando su hijo Luis Abel conectó el batazo decisivo a la hora de recoger los bártulos.
Ahora, con el perdón de todos, incluido mi amigo Carlos Martí, en los play off seré de LA ISLA, siempre con los que parecen débiles y saben clavar cual Odiseo, la estaca en el único ojo de Polifemo.
Escrito por Juan A. Martínez de Osaba y Goenaga
Es Imposible callar, después de leer a Michel Contreras. Por mis venas corre sangre verde, como por la de él y demás habaneros pasa, gústeles o no, la azul. Por otros la roja, y así sucesivamente. Los cubanos cargamos, en ese líquido vital, el color de quienes representan al terruño. Mas no basta, es necesaria la justeza, la aprehensión a la verdad, el dominio del idioma y la memoria, sobre todo la memoria, que nos permite valorar los acontecimientos en su justa medida, para escribir desprejuiciadamente y hacer honor a la verdad, la tozuda y cruda verdad, tal y como acostumbra el propio Michel.
Es bueno recordar: Pinar es la provincia que más campeonatos ha ganado, ora VEGUEROS, ora PINAR DEL RÍO, desde que existe con representación propia (1967-1968): Series Nacionales (10), Selectivas (6). Y no ha dejado caer la bandera.
No podía explicarme qué sucedió al inicio del torneo, cuando perdieron tanto y tan seguido, la mayor parte de las veces por una carrera. Quizás esté asociado a la costumbre y la confianza, pues históricamente comienzan mal, se recuperan y terminan a todo tren. Hace algún tiempo, Jorge Fuentes recordó que en la primera parte de una campaña, el equipo a sus órdenes perdió más de diez juegos consecutivos. Allí estaban Casanova, Linares, Urquiola, Juanito Castro... ¡Y quedaron campeones!
Para este torneo la preparación fue buena; con el mismo apoyo, ni más ni menos. Algunos decían que los atletas no fueron bien atendidos en esta provincia subsidiada, pero ellos saben cuánto esfuerzo se hace por darles lo mejor. Cuando falta algo material, ahí está el abrazo compartido, el consejo perenne, el amor de su pueblo y las autoridades, codo a codo; justo es consignarlo. Ahí radica la mayor grandeza. Un haz hacia delante.
Desde el comienzo, el calendario les fue adverso: sistemáticos viajes de Oriente a Occidente, problemas en más de una ocasión por ingestas colectivas en la carretera, que llevaron varios estelares a la banca. Quizás haya sido el equipo (no podría asegurarlo), con más desafíos a las 10 de la mañana, donde la modorra matinal afecta tanto.
Hubo otros factores, subjetivos o no. Me referiré al más mediático: el famoso forfeit, derivado de un jonrón que jamás se sabrá si lo fue o no, porque no hubo cámaras que lo recogieran con fidelidad. Y lo peor, los revisores del video decidieron que sí lo fue, en lugar de declararse incompetentes y dejar el asunto en manos de quienes habían decretado el foul, los árbitros de home y tercera, más también el mismísimo Yuly, quien se notó sorprendido con la decisión. Nadie puede afirmar si fue o no jonrón, pero nadie en mejor posición que los árbitros. Los revisores se dejaron llevar por la desubicada cámara de primera base, cuya tendencia siempre será a la zona fear. Si hubiesen revisado alguna sobre el dugout de tercera, se vería foul; ninguna dispuesta en línea para una revisión objetiva (al menos no se mostró).
Entonces Alfonso, llevado por otros (integrantes del equipo o no), permitió que decretaran el nunca bien ponderado forfeit. Es curioso que esa noche, y solo esa noche hasta el día de hoy (ejemplos sobran hasta de media hora), el cuerpo de jueces concediera el tiempo reglamentario para que el regreso a la grama, unos tres minutos reloj en mano decretaron la pérdida por abandono, cual si estuvieran apurados. Personalmente critiqué a mi buen amigo del antiguo Central Orozco. Nadie gana nada abandonando su suerte al rival, pero la sangre hierve en las venas ante la desidia acumulada. No sé qué hubiera hecho yo en su viril pellejo, pero allí, entre otros desaciertos, se nos fue la clasificación.
En un pleno y concienzudo ejercicio de convicción sobre la imparcialidad de nuestros árbitros, me gustaría creer que allá, en sus adentros, también reconocen a los atrevidos y entusiastas VEGUEROS, pero la realidad parece ser otra. El 90 por ciento de sus reclamaciones no fructificaron, ni siquiera por la tele. A través del campeonato hubo un sinnúmero de desaguisados contrarios a los verdes, con varias expulsiones; ninguna para los árbitros, que a veces se yerguen protagonistas, cuando deberían pasar inadvertidos, o al menos poco abucheados. ¡Ay Maestri, Alfredo Paz y compañía!
Y sobrevino la expulsión de Urquiola hasta el final de la clasificatoria. Pero aquella espuela clavada en corcel de lujo, provocó que la sangre hirviera de nuevo y a partir de allí ganaron muchísimos más juegos que los perdidos, hasta clasificarse. Parecían invencibles cuando se dio la primera parada para el torneo de los Juegos Centroamericanos, donde solo fueron escogidos tres inevitables lanzadores verdes. Hasta quedó fuera de la selección el entonces líder de los bateadores y mejor torpedero defensivo del torneo. Otro desconcierto.
Reanudado el torneo, continuaron por sus fueros, hasta la segunda parada por fin de año. Y llegó la Serie del Caribe. Allí debieron asistir más vueltabajeros y no abanderar al granmense Despaigne, sino a Duarte, Yosbany o Saavedra; otro desaguisado. Apoyé los refuerzos con mesura, solo los necesarios. Mas allí estaba la magia de Alfonso; después de varios traspiés se alzaron con el primer título desde el CIENFUEGOS de 1960. Merecido un bautizo definitivo que carga tanta historia: VEGUEROS DE PINAR DEL RÍO.
Pero la alegría duró poco en Vueltabajo. Por unas u otras razones, 10 de sus jugadores quedaron fuera, incluidos refuerzos como Fredy Asiel Álvarez, quien nada aportó a la causa y resultó baja por rendimiento. ¡Increíble!, conlleva otros análisis, así como un Yosvany Pérez entregado al box para hacer cuanto pudo. En total, las bajas fueron dos de los tres receptores, incluyendo a Lorenzo Quintana, el titular; dos lanzadores: Julio Alfredo Martínez, el segundo abridor y el estelar cerrador Vladimir Gutiérrez. Osniel Madera, un utility de lujo que producía sobre los .300, el zurdo Lázaro Álvarez, con rumbo al Novato del Año y Rojas, el otro catcher. Por si fuera poco, Yovany Peraza fue expulsado por una indisciplina no esclarecida aún. Tantos contratiempos serían suficientes para el derrumbe de otros, no del también llamado Tsunami Pinareño.
Como si tantos percances fueran pocos, en el penúltimo desafío contra CIEGO DE ÁVILA, una línea llegó a las manos de Denis Laza, con varios hombres en bases. El umpire de segunda se internó y decretó un out desconocido por sus compañeros.
Entonces, ante la incertidumbre, continuó la bola en juego. El corredor siguió rumbo al plato y en el rundown la bola lo golpeó en zona prohibida. Los árbitros no lo vieron así y se empató un desafío que a la postre daría la victoria a los visitantes. Allí se desencadenó una larga protesta, con la agresión que provocó una expulsión. Otra incongruencia en un juego para la historia, que debió dar paso a la justa inclusión de VEGUEROS en las finales. Pinar jugó para barrer a Ciego, y los árbitros se lo negaron.
Eso sí, la Comisión Nacional, sin tiempo para valorar con objetividad los hechos, envió una nota con la suspensión de varios jugadores, incluido el coach de tercera, Mario Pototo Valle, por un año. Y ningún árbitro quedó fuera de la serie. Es más, al próximo juego ocuparon las mismas posiciones: ¡Aquí estamos! Una burla al respetable. ¿Cómo se permiten semejantes dislates? ¿Cómo exigir a unos por debajo de otros, o viceversa? Hasta el día de hoy no hay explicaciones ni medidas anunciadas. Todo pareció andar sobre rieles, con el campeón nacional y de la Serie del Caribe, defenestrado.
Loas para los refuerzos: Laza, el zurdo Linares, Andy Sarduy, Ramón Lunar y Andrés Quiala, se echaron el equipo a cuesta, junto a Arrozarena (con un futuro luminoso), Donal, Saavedra y Olber Peña, devenido catcher titular que lució inmenso. Mención aparte para el zurdo Liván Moinelo, vecino de Pedro Luis Lazo en Río Feo, quien destacó sobre los demás y se hizo cargo de la vacante plaza de cerrador. Erlys Casanova volvió por sus fueros y elevó la combatividad.
El negro ángel de la fatalidad parecía blandir espadas contra los verdes, cuando su estelar Yosbany Torres, el coterráneo de Matahambre, sintió molestias en el brazo para ausentarse en varios desafíos y Vladimir Baños hizo mutis. Entonces el piloto echó guante a la reserva, incluido como abridor Jaifredo Domínguez, quien ganó varios desafíos. Así se escribió una de las más bonitas páginas deportivas, quizás por encima de los mismísimos títulos. El equipo, entero, se volvió uno.
Pinar hizo sus deberes para clasificar, mas era demasiado. Algunos dicen que si Artemisa les jugó con fuerza, y yo los aplaudo, por éticos; que si los INDUSTRIALES bajaron la guardia ante LA ISLA y su mentor liberó a los refuerzos, incluido el abridor anunciado. En ellos pesaba el infortunio de la desclasificación.
Y mientras Pinar dejaba sangre, sudor y lágrimas de felicidad y desconsuelo en el terreno, se vio a un equipo representativo de 80 mil habitantes (más o menos), sin una adecuada infraestructura beisbolera (ni siquiera estadio con luces), desbancar al que defiende los colores de casi tres millones con todos los recursos al alcance. Los PIRATAS lucharon a brazo partido y se impusieron en buena ley, ante unos rivales dignos que no pidieron ni dieron tregua. Eso se aplaude.
Quien estas líneas suscribe, allá, en lo más profundo, recordó al fraterno Luis Castro, hermano mayor de Juanito y de Genaro, aquel del swing perfecto, cuando su hijo Luis Abel conectó el batazo decisivo a la hora de recoger los bártulos.
Ahora, con el perdón de todos, incluido mi amigo Carlos Martí, en los play off seré de LA ISLA, siempre con los que parecen débiles y saben clavar cual Odiseo, la estaca en el único ojo de Polifemo.
Escrito por Juan A. Martínez de Osaba y Goenaga